miércoles, 3 de febrero de 2010

ISLAMISMO RADICAL

Algunas antiguas alumnas me envían e-mails indignadas, o yo qué sé, ante el avance del integrismo islamista en el mundo occidental y me preguntan s no deberíamos replantearnos en serio esta cuestión porque, de lo contrario, desde dentro, aprovechando nuestros modos democráticos de vivir, amenazan, públicamente, con pancartas incluidas y manifestaciones autorizadas, con acabar con todos nosotros y con nuestra civilización.

Considero, no a los islámicos, sino a los islamistas o integristas islámicos, como uno (si no el peor) enemigo de los Derechos Humanos, de la dignidad de la mujer, de las libertades individuales...

Si ya las IDEAS narcisistas y excluyentes (y lo sabemos por experiencia) moldean las mentes, sobre todo las inmaduras y en formación y consiguen un carácter débil y fácilmente manipulable al conseguir personas de una sola y única lectura.... Las CREENCIAS, en el mismo tipo de personas, consiguen algo horrible y terrible.

Mientras el fanático IDEOLÓGICO es capaz de matar al adversario político, sin suicidarse él, pensando en el universalismo de su terruño y convertir en Arcadia Feliz a un valle ocupado sólo por ellos, el fanático RELIGIOSO es mucho peor porque quiere salvarnos, aun a costa nuestra, y llevarnos a su paraíso ingenua e infantilmente creído, pero, para ello, antes tiene que acabar con cualquier otra religión y con cualquier civilización atea o agnóstica.
LA VERDAD, la única, ya viene escrita en SU LIBRO, desde hace muchos siglos (con lo que ha llovido desde entonces) y ellos se consideran elegidos por SU dios para matar al otro y, si es necesario, matarse él.
Y hay tanto inmaduro intelectual detrás que llamará "mártir" al vulgar y rastrero "asesino" que, abusando de la hospitalidad de las democracias occidentales, destruye, llevándose por delante, riquezas y vidas humanas.

Si el hombre es un animal (viviente sensible) racional e inteligente (que es lo que yo no sólo creo, también lo afirmo), tiene que poner, desde el principio, las cartas sobre la mesa.

Nada es sagrado. Todo el mundo tiene derecho a criticar, a burlarse, a ridiculizar todas las creencias, todas las religiones, todas las ideologías, todos los pensamientos.

Recuerdo, en mis años mozos, las críticas furibundas y los boicots, por parte de algunos grupos católicos radicales, a la salas de cine en las que pasaban películas sobre la vida sexual de Jesús y los posibles amores con La Magdalena.

Estos temas religiosos eran temas tabúes y no podían ser criticados por hombre alguno. Como si la tradición fuera una fuente segura de verdad.

Cuando, no hace tanto, se publicaron las famosas caricaturas de Mahoma, en la prensa europea, se armó "la de Dios es Cristo".
La condena a muerte del dibujante, como antes lo fue el autor de Los Versos Satánicos, Salman Rusdhi.

La manifestación última por las calles de Londres, con las amenazas manifiestas, en pancartas bien visibles, amenazando a la misma civilización que les permite manifestarse, va contra el sentido común.
Por mucho menos que eso, en sus civilizaciones, serían condenados a lapidación pública.

Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a prohibir a otro cualquier cosa, porque no le guste o vaya en contra de sus creencias o ideas.

¿Qué monárquico puede prohibirme gritar "Viva la República", aunque España sea una Monarquía?.
Tengo derecho a ser republicano o ácrata, en un régimen democrático, como tengo derecho a ser ateo o agnóstico en un país con mayoría creyente.

Si alguien no cree en Mahoma, ni en la Resurreción de Jesús, ni en la Virginidad de María, ni en la Ascensión de Él y la Asumpción de Ella, ni en el Espíritu Santo, ni en la Resurreción, ni en el Juicio Final, ni en los Infiernos, ni en los Ovnis, ni en los Zombis, ni en los Marcianos, ni en Superman, ni en Tarzán, ni en los milagros de Lourdes, ni en las Huríes, ni en lo(a)s mediums... que no crea. La creencia es libre. Nadie puede ser obligado a creer, nadie puede prohibir creer.

Las CREENCIAS, todas, como las IDEAS, todas, son criticables.

¿Quién, creyente, puede esgrimir su derecho a prohibirme que yo no crea, que lo critique, que me ría, que lo diga (ya que lo pienso)?.

Una cosa es "respetar" a las personas y otra, muy distinta, es tener que aceptar sus ideas.

Toda persona es "respetable", por el hecho de ser persona, pero ¿tener que "tolerar" sus ideas?.
Hay ideas "intolerables" que no pueden ni deben ser toleradas, nunca, en ningún lugar, y menos aún en los países democráticos.

Toda persona tiene derecho a creer en lo que quiera, tanto en el ángel de la guardia como en el ratoncito Pérez y yo, como persona, tengo el derecho a criticar y reírme de sus creencias, si así lo considero conveniente.

¿Quién soy yo para esgrimir el derecho a que no se critiquen las ideas aquí expuestas?. Quien escribe es consciente de que lo que escribe es lanzado a la arena para ser vapuleado por quien quiera hacerlo.

Sólo exijo el derecho a que me dejen en paz para pensar, opinar y decir lo que me dé la gana, como yo lo hago con cualquiera.

Al-Qaeda es sólo la punta del iceberg que ha puesto en funcionamiento un macabro método criminal, como si su derecho a creer en la "verdad absoluta" del Corán conllevase mi deber de creérmelo también porque, de lo contrario, van a borrarme del mapa, además en mi país, hospitalario con ellos.

Los políticos de las democracias occidentales deberían ser conscientes del peligro que supone, para Europa, el islamismo radical, poner las cartas boca arriba y "cantarle las cuarenta" si fuera necesario.

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