martes, 2 de marzo de 2010

¿EN QUÉ CREEN LOS QUE NO CREEN? (2)

A pesar de lo que los creyentes creen, la creencia nunca es un lugar totalmente seguro, al abrigo de toda duda y titubeo.
El verdadero creyente siempre duda, (que se lo pregunten, si no, a la madre Teresa de Calcuta en sus últimos momentos).
A pesar del título este libro es un libro de Ética, sobre cómo conducir nuestras vidas. Por eso los dos Tenores, Eco y Martini, preguntante el primero y replicante el segundo (excepto en la última carta, en que se intercambian el orden) reflexionan sobre contaminación ambiental, trabajo, consumismo, milenarismos, sentido de la historia, aborto, celibato sacerdotal, sacerdocio femenino,... y también, por supuesto, sobre los fundamentos de la Ética.

Pero los dos Tenores, a lo largo de sus intervenciones, se muestran muy dulzones, demasiado corteses, muy prudentes, demasiado "educados", saltan pocas chispas, muy almibarados.

No así los 6 del Coro, cuyas intervenciones son más contundentes.

Lo cierto es que los seis habitan e intervienen desde el lado de los que no creen.

Leo en una crítica a esta obra algo que ya sabía, que "por estas seis intervenciones ya vale la pena adquirir el libro, por el modo en que los seis exponen sus modos de no creer".

Lo cierto es que en el Coro los problemas de convivencia son los únicos sobre los que reflexionan. A ninguno de ellos le dice nada el problema de la trascendencia, porque militan en la increencia. Es más, llegan a decir que el cristianismo comenzó a ser más humano cuando olvidó la ética que buscaba un fundamento absoluto, buscando al hombre, y no a Dios, como base del comportamiento moral.

Igual que el creyente no se plantea el problema de su creencia, simplemente cree y vive su creencia, admitiendo como existente aquello en lo que cree, sin tener que dar razones de ello, exactamente igual, pero al revés, hacen los que no creen, no se cuestionan su no creencia, viven en y con su increencia.

Mientras los creyentes dirán que ellos creen y confían, precisamente porque no ven ni saben, los increyentes creen y confían, y cada vez más, en lo que ven y saben, creen y confían en la ciencia y en la tecnología, creen en el poder creador y creativo del hombre.

Lo cierto es que el creyente, el verdadero creyente, siempre tiene dudas (que se lo pregunten, si no, a la recientemente desaparecida Teresa de Calcuta).

De los seis del Coro, me ha interesado I.Montanelli y me interesan los dos filósofos.
El menos conocido (para mí) es MANLIO SGALAMBRO.

Es muy contundente: "el bien no puede fundarse en un Dios homicida" es el título de su intervención.
Proclama, tajantemente, que un acto de bien contiene la absoluta negación de Dios. Su razonamiento es impecable: "si Dios ha creado este mundo, y a nosotros en él, como seres mortales y sufrientes, como querer el bien del otro es querer que no sufra y que no muera, entonces, querer el bien del otro es estar contra las intenciones y leyes de Dios. Amar al hombre es ir contra Dios.

Este punto de vista me recuerda al de Albert Camus, en La Peste.

Lo que Dios sea, Ser infinito, eterno, perfecto...¿se puede corresponder con la idea finita, temporal, imperfecta... que este pobre ser, el hombre, finito, imperfecto, temporal... se forma de ese Dios, que es todo lo contrario?.
¿Lo que Dios sea es lo que yo pienso que es?.
¿Qué idea se forma de Dios el creyente y el no creyente, el solidario y el egoísta, el impío y el piadoso....? ¿Cuál es la idea correcta que le corresponde a Dios?. ¿Por qué va a ser la del creyente?.

Además, ¿por qué tienen que ir unidas/enlazadas la realidad de Dios y la realidad del bien?.

"El Bien -dice Sgalambro- sólo puede pensarse, no hacerse, y siendo el Bien sólo pensamiento, no puede ser".
Si amar es desear que el otro no muera, esto puede ser pensado, pero ¿puede ser conseguido?.
El bien es una lucha, condenada al fracaso, contra la mortalidad del otro.
El bien, pues, es impracticable.

¿No será la proclamación de la existencia de Dios, la proclamación de la muerte del hombre?.
¿No será la muerte de Dios la condición necesaria para la vida auténtica del hombre?.
¿Puede Dios ser amado y amable, objeto de amor o todo Dios tiene que ser temible, ser temido?.

Yo repetía, de pequeño, aquella oración de "... infinitamente bueno, sabio, justo y poderoso, principio y fin de ...."
¿Se puede ser "bueno" y "justo" al mismo tiempo?
¿Se puede ser "justo" y "todopoderoso" a la vez?.
¿Puede haber una "justicia misericordiosa" o una "misericordia justa" al mismo tiempo.

¿No son términos antitéticos?.

¡Jo¡ ¡qué lío, tío'.

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