lunes, 24 de mayo de 2010

ME PREGUNTO…

Cuando el partido en el gobierno quiere hacerme ver que un buen ciudadano tiene, siempre, que estar a la “altura de las circunstancias”, me pregunto y le pregunto si un buen ciudadano no tiene, también, el derecho a preguntar por qué las circunstancias están tan altas, para tener yo que subir tanto. Porque las circunstancias no suben ni bajan solas, si están allí es porque alguien o algunos las han subido.
¿Por qué tengo yo que pagar los platos rotos porque el mayordomo no haya ido renovando, poco a poco, la vajilla, a su debido tiempo, y se haya dejado abierta la puerta permitiendo que el elefante entre en la cacharrería?.

Hay Facultades y Escuelas universitarias de todo tipo. Hay, incluso, Academias, que preparan para oposiciones, fines de curso, asignaturas pendientes y/o de Septiembre.
Como buen ciudadano, me pregunto y pregunto por qué no hay ninguna institución académica cuya función sea enseñar a ser político, a cualquier pretendiente a ello.

Yo suelo poner en práctica un ejercicio gracioso, como actividad lúdica. Cuando en una tertulia o debate veo a dos políticos, uno socialista y otro popular, pongo a 0 el cronómetro. Cada cinco minutos que un socialista no ponga a parir a un popular, le anoto 1 punto. Y lo mismo hago cuando toma la palabra un popular.
Casi siempre la libretilla de apuntar se me queda en blanco. Porque ni 5 minutos aguanta un popular sin intentar hacer ver, en su discurso, lo mal que lo hacen los socialistas, y viceversa.
Son incapaces de un discurso fluido, que salga de ellos mismos, sin tener delante al otro al que escupir.

Cuando oigo a un gobernante, de cualquier partido, en cualquier gobierno nacional, autonómico o municipal, pronunciar el “seguimos trabajando”, “seguimos empujando el carro”, y los de la oposición “no arriman el hombro”, lo primero que me pregunto y pregunto es en qué dirección y hacia donde va el carro, porque si va hacia el precipicio lo sensato no es sólo no arrimar el hombro y empujar, sino echar el freno para que no se empuje y, así, no acercarse al precipicio.

Cuando oigo a mi Presidente, que, como político debe ser también ético pero, sobre todo, pragmático, y nunca necesariamente poético, aquel brindis al sol, nada menos que en la cumbre de Copenhague, de “la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento” ¿cómo voy a estar de acuerdo con esa tergiversación del magistral e histórico discurso del jefe indio Noah Sealth dirigido al hombre blanco, nada menos que en 1.855 (¡por favor, leerlo y meditarlo) y en nada se parece al himno antibélico de los años 60, del genial e irrepetible, Bob Dylan, “la respuesta está en el viento” (por favor, leed la letra, como yo, que apenas sé inglés, pero luego cerrad los ojos y escuchad, en silencio, el sentimiento de la canción).

Ni del aire ni del viento, la tierra es de los hombres, todos somos sus inquilinos y nadie es propietario de ella. Y, como todos sabemos, los inquilinos no tienen derecho a hacer obras en el piso sin permiso expreso y por escrito del dueño, pero si no hay dueño…. si las futuras generaciones no pueden firmar permiso alguno,…. si los antiguos ya lo han desalojado….

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