viernes, 21 de enero de 2011

POLÍTICA Y POLÍTICOS

A nadie, sensato, se le debería ocurrir apedrear el autobús, (que lo desplaza), pincharle las ruedas, romperle los cristales,…. y bajarse de él por el simple y mero hecho de que el conductor es un “enchufado” y al que no se le ha exigido ningún examen previo que muestre/demuestre su saber, su capacidad, su pericia en la conducción.

Hoy, en nuestra democracia, a un político se le supone su valía (como al soldado su valentía) por el simple hecho de estar en ese puesto de responsabilidad. Con la diferencia de que el soldado estaba en su puesto, por obligación, si no quería ser considerado “desertor”, (con las consecuencias que ello acarreaba), mientras al político nadie lo obliga, está al volante por su propia voluntad, y si cree ser el mejor conductor, ¡peor que peor”.
Con la consecuencia, manifiesta, de que si un político hace mal la tarea encomendada, es un perdedor frente a sus rivales, se le premia con un ascenso en otro ámbito de la política.
Desde lo municipal a lo autonómico, desde lo autonómico a lo nacional, desde lo nacional a lo europeo. Y, mientras, difuminándose en lo más general, consolidan grado.

Para ser político, y dedicarse a la política, basta con la lealtad al partido. No son los méritos, comprobados, ni la valía, manifiesta, los que lo colocan en ese puesto de dirección.
Ya lo dijo ese político andaluz: “el que se mueva, no sale en la foto”. Y todos entendemos lo que esa sentencia quiere decir.

Hoy, decir de alguien que es un “político” es decir que no ha entrado por la puerta de adelante, que es un enchufado, un “chanchullero”, que lo han puesto allí.
Pero, seamos sensatos, la política es necesaria para nuestra sociedad, es el mejor sistema de convivencia, como lo es el autobús, y no el coche privado, para nuestros desplazamientos de un lado a otro de la ciudad, conservando mejor el medio ambiente.
Sin ellos, democracia y autobuses, andaríamos peor.

Lo triste, lo grave, lo grotesco, es que el desprestigio de la política sea causado por los propios políticos, que, para la mayoría, son un “problema”, cuando ellos deberían ser una “solución”.

Llegará el día en que llamar a uno “político” sea considerado un insulto y sentirse uno insultado.

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