martes, 7 de junio de 2011

NÚMERO OCHO. AL-MUTAMID, el rey-poeta de Sevilla.

Blas Infante era un admirador incondicional del tercero y último rey de la taifa de Sevilla, Al-Mutamid.
Al desintegrarse el Califato de Córdoba surgen los reinos de taifas.
La taifa de Sevilla, o reino abadí de Sevilla, comenzó con el abuelo Abú al-Qasim, en 1.023. Le siguió el hijo, Al-Mutadid y a éste el rey-poeta, Al-Mutamid, que reinó desde el 1.069 al 1.091.

A los 12 años su padre lo mandó a Silves (en el Algarve portugués) para que lo educara el poeta Ben Ammar, el famoso Abenámar (el “moro de la morería”), del Romancero.
Así se introdujo en la poesía.
Sevilla fue si no la más, sí una de las taifas más cultas de Al-Andalus.
También su padre, Al-Mutadid, tuvo como primer ministro al poeta cordobés Ben Zaydun, como Al-Mutamid tendría a Abenámar.

Fueron los tres únicos reyes de la taifa de Sevilla, pero tenían, los tres, un ánimo expansionista.
El abuelo inició campañas contra las taifas de Badajoz, Granada y Málaga, aunque fracasó.
El padre continuó la expansión contra la taifa de Carmona y, luego, hacia el Oeste, anexionándose Huelva, el Algarve, Niebla y Algeciras.
Posteriormente las taifas de Ronda y Arcos.
Por una posible traición de su hijo primogénito y destinado a heredar la corona, Isma´il, mandó asesinarlo, por lo que la corona recayó en el rey-poeta Al-Mutamid.

Estableció una corte culturalmente muy refinada y continuó la expansión, anexionándose Córdoba y Jaén. Su maestro, amigo y primer ministro, Abenámar conquistó la taifa de Murcia, por lo que el reino de Sevilla llegó a dominar todo el valle del Guadalquivir, dejando aisladas, al sur, a Granada, Málaga y Almería.
Intentó conquistar Málaga, pero, (al parecer) sus soldados iban borrachos y fue derrotado.

Su primer ministro, Abenámar le hizo unas cuantas putadas y, en cuanto pudo, personalmente, lo mató a hachazos.

Se negó a pagarle las parias al rey de León, Alfonso VI (como lo había hecho su padre) y el rey leonés sitió Sevilla.

Esto hizo que Al-Mutamid pidiera ayuda a los rudos almorávides, cediéndoles Algeciras.
Los almorávides, con Yusuf al frente, derrotaron a las tropas cristianas en Zalaca, pero en vez de reponer en su puesto a Al-Mutamid, se quedaron con la taifa y al rey-poeta lo desterraron, encadenado, junto con la bella Rummaykiya (de esposa, Itimad) al Magreb, a Agmat, donde moriría.
Allí iría Blas Infante, a visitar la tumba y donde sucedió la Shahada y el Blas Infante, que fue. volvió Ahmad Infante.

A mí, lo poco de poesía, amorosa, que he leído de Al-Mutamid, me gusta.

“Te he visto en sueños en mi lecho // y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada. // Era como si me abrazases y sintieses // el amor y el desvelo que yo siento. // Es como si te besase los labios, la nuca, las mejillas // y lograse mi deseo. // ¡Por tu amor¡ // Si no me visitase tu imagen // en sueños, a intervalos, no dormiría más”.

“El más liberal, hospitalario, magnánimo y poderoso”. Poeta y mecenas. Ennobleció la taifa de Sevilla.

Y esto me rememora la otra poesía, agraria, del tenaz Blas Infante.

LA PLEGARIA DEL PÁJARO.

Niño:
Tú, que algunas veces me martirizas, mírame bien, yo soy el protector más importante de la Agricultura.
Yo enseñé a los hombres el arte de la cestería, mostrándole mi nido.
Te he sugerido la idea de volar como yo, y has construido dirigibles y aeroplanos.
La inmensa variedad de mis nidos, te ha sugerido multitud de ideas.
No me hagas morir, para lucirme vanidosamente en tu sombrero.
Yo destruyo por millares, los insectos que constituyen las plagas de las legumbres, los cereales y las frutas que son tus mejores alimentos.
No me hagas víctima inocente de tu deporte de caza.
Yo distraigo con mi dulce y armonioso canto, tus horas de fastidio.
No destruyas mi nido, que es el santo hogar de mis pequeños hijos.
Si eres bueno, como creo, no me tengas preso entre alambres, no me hagas mal y andaré cerca de tí.

Me ha gustado.

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