lunes, 21 de noviembre de 2011

A MI MANERA (1)


De cuantos me conocen, pocos son los que saben que empecé enseñando Geografía e Historia, sólo y todo Geografía e Historia, en un Instituto de Bachillerato, durante cinco cursos, lo que se tarda en hacer la carrera. Estudié tánto, aprendí tánta historia y tan aprisa, con dedicación exclusiva, a jornada completa, que pensé presentarme a oposiciones a/de Historia.
Al 6º año me “dieron” Filosofía. Y aquí me reencontré con mi amor y empecé a encontrarme en mi salsa. Me sumergí en ella y aquí sigo, buceando. Y tras 36 años en la Enseñanza y felizmente prejubilado a tiempo, comparto mis horas en estas dos aficiones o drogas culturales: Filosofía e Historia. Pero sin la premura del enseñante, sin reparto del tiempo en preparar, enseñar, corregir, reuniones, programaciones, memorias….
Comencé siendo “educador”, “maestro”, al poco tiempo sólo era “profesor”, terminé siendo “trabajador de la enseñanza” y, una vez prejubilado, he vuelto a ser “estudiante”, “aprendiz de todo y maestro de nada”.

Todos los años vuelvo a mi Salamanca del alma y todos los años, visito a mis amigas las catedrales, paseo por sus alrededores, y para ver la Torre del Gallo tengo que pasar por la Cll/ Gibraltar, donde se encontraba el Archivo General de la Guerra Civil Española (la sección “guerra civil” del Archivo Histórico Nacional).
En el año 2.005, tras toda la peripecia de Los Papeles de Salamanca, me regodeaba, año tras año, observando el nuevo nombre de la calle, “Calle del Expolio”.
El tripartito catalán, a instancias de uno de sus miembros, Esquerra Republicana, a cambio del apoyo parlamentario, conseguiría que 499 cajas de documentos viajasen a Cataluña, desguazando el Archivo, contra la opinión general de los historiadores que preferían, para sus investigaciones, por practicidad, mantener toda la documentación reunida, y contra la Junta de Castilla y León, “sin haber pasado por encima del cadáver de Caldera, salmantino, por considerarlo, el pueblo salmantino, un pago de la hipotética política, un cambio de cromos, el pago de favores, “do ut des”.

Y la simpar inculta Ministra de Cultura, la inefable Carmen Calvo (para más INRI, andaluza, cordobesa, de Cabra, o sea….”egabrense” (para los que saben latín) y no…..(para los que no lo saben), tan ufana, ella, por su “heroicidad”.

He vuelto este año, como todos los años, en el mes de Agosto y, ¡cuál no sería mi sorpresa¡ cuando le han devuelto a la calle su primitivo nombre, Cll/ de Gibraltar.
¿La “memoria histórica” ha causado “el olvido individual del alcalde de Salamanca, no socialista”?.

No hay historiador serio que no visitara el Archivo de Salamanca para el estudio de la guerra civil.
Por ejemplo el granadino-malagueño Antonio Nadal y su “Guerra Civil en Málaga”.

Como mi Salamanca no sólo cayó en territorio o bando nacional, sino que, el actual Palacio Episcopal sirvió a Franco, desde el primer momento, de Cuartel General, la guerra civil en Salamanca era comentada por quienes, como soldados o mandos militares, intervinieron en ella, pero lejos de Salamanca (por ejemplo, mi padre, (del que ya expuse su versión “en vivo y en directo”, pero alicorta) de cómo la vivió él en el frente (véase “La perspectiva histórica” en blogdetomasmorales.blogspot).

Cuando hace años crucé las Pedrizas y vi el mar, aquí asenté mi tienda. Y aquí sigo.
Tras lo que debería haber sido “normal” pero que, desde el primer momento, se convirtió en algo “anómalo y polémico”, la Memoria Histórica, porque los injustamente muertos-asesinados, “mal enterrados”, tienen derecho (aún después de muertos) a ser “dignamente enterrados”, me interesé por la Guerra Civil en Málaga.
Mi Salamanca nacional vs mi Málaga roja.
(¿Es que no eran tan “nacionales”, o más, los “rojos”, legítimos gobernantes?)

¡Ambigüedad, tergiversación de las palabras¡

Mi prejubilación me permite gozar del conocimiento, al tiempo que sufro por lo conocido.
Aquí me debato y me divido, bígamo de mí, entre estos dos amores: Salamanca (como madre que me dio la vida) y Málaga, amada y amante, que me vivifica a diario.

Cuando uno escribe (como es mi caso), además de comunicar algo, lo que intenta, sobre todo, es aclararse a sí mismo y dejar escritas sus reflexiones, para que no se volatilicen, por aquello de “verba volant, scripta manent”.

Cuando uno escribe puede tener como objetivo “conocer” las causas de los acontecimientos o las cosas. Son los científicos.
Los filósofos, sobre esos conocimientos, procuran “saber”, sacarles utilidad, sacar consecuencias, para ser mejores personas.
En un terreno habita la Verdad, en el otro la Felicidad.

El gran fallo histórico es haber creído que el objetivo de la Inteligencia era la Verdad. Es la Felicidad. “Saber para ser felices” –decía Sócrates.

El científico podrá ejercer, como científico, “solitariamente”. El filósofo, siempre, debe ejercer “solidariamente”.

Me acerco a la Historia no como historiador, sino como filósofo (pero que no puede obviar el conocimiento científico, cada vez más cerca de la verdad, al disponer de mejor perspectiva histórica)



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