lunes, 26 de diciembre de 2011

(2) LOS INTELECTUALES Y LA REPÚBLICA



Muchas veces ir/votar “a favor de” unos, es por ir/votar “en contra de” los otros, y no por afinidad ideológica. Que se lo pregunten a los “anarquistas”, apoyando al “Frente Popular” tan sólo por ir en contra del “Frente Nacional”.

En el hecho de que los intelectuales, casi en masa, apoyaran, decididamente y convencidos, a la República hay mucho de simplismo y de mito.
¿Cómo iban a alinearse los Intelectuales de la Generación del 98 (ya viejos), la del 14 y la del 27, (incluso, posteriormente, la del 36, aunque por otros motivos) con las camarillas de la Restauración Alfonsina (un rey más preocupado por la pureza de sangre de sus caballos que por la cultura) o a la antiintelectualidad populista de la Dictadura de Primo de Rivera?.

A partir de aquí, cada ideología política intentará llevar el agua a su molino, de cada uno de los intelectuales en sus distintas etapas, juventud, madurez, vejez.

Los Intelectuales (salvo contadas excepciones) no se hicieron republicanos, ya esperanzados, antes de que llegara el nuevo régimen político.
Lo que sí eran eran antimonárquicos y antiprimoriveristas (¿palabro?) y cuando amanecieron con el nacimiento de la República, muchos de ellos, como por un resorte, milagrosamente y de repente, se bautizaron republicanos para que la recién nacida creciera y se desarrollara con buena salud.

Muchos de ellos tendrían cargos vitales y participación activa en ella (Azaña, Besteiro, Fernando de los Ríos, Jiménez de Asúa,…), otros eran militantes auténticos (Maeztu, Alberti, Miguel Hernández,…) y otros muchos, neutrales.

Muy pocos de ellos se vincularon a partidos, otros se comprometieron firmemente con la República (Agrupación al Servicio de la República) (ASR), pero, pronto, se disolverían frente a la ola de radicalismo y violencia creciente.

Una fecha clave fue el 1.933, con la Alianza con la U.R.S.S., campaña capitaneada, entre otros, por Américo Castro, Jiménez de Asúa, Albornoz,…)

Fue una alucinación soviética, muy infiltrada en el P.S.O.E., la subyugación a la disciplina, que representaba el P.C. y la destrucción final de cualquier idea democrática real para la República.

Ortega y Gasset y su entusiasmo primero con la creación de la A.S.R., junto con Marañón y Pérez de Ayala (después, también, Machado (que sería Presidente de Honor), Jiménez Díaz, Bonilla, Semprún,…) con un Manifiesto (10 de Febrero de 1.931) y su intención de “movilizar a todos los españoles para que… y ser defensores de la República”.
Pretende Ortega atraer y aglutinar a otros (García Lorca, Pedro Salinas, Ramón Sénder, Fernando Vela, Valdeavellano,…)

Participaron en las elecciones a Cortes Constituyentes, en 1.931.
Fernando de los Ríos les proporcionó 7 actas y lograron 13 escaños. En el hemiciclo del Congreso se les llamó “El Olimpo”.

De los 13 diputados de la A.S.R., 2 serían ministros, 3 subsecretarios y 1 embajador, siendo así que sólo tenían entre 15.000 a 20.000 afiliados (entre ellos, Azorín, Gerardo Diego, Joaquín Garrigues,…
Había, entre ellos, muchos médicos, abogados y maestros.

En este NO-Partido político surgieron divergencias con el tema de la Reforma Agraria (pasaron del NO al SÍ para, al final, dar libertad de voto) y con el Estatuto de Autonomía Catalán, lo que los llevaría a disolverse, anunciado a través de un Manifiesto, el 29 de Marzo de 1.932.

La A.S.R. apenas aguantó de vida algo más de año y medio.
Pero es que, casi un año antes, el 6 de Diciembre de 1.931, Ortega había propuesto “La rectificación del perfil de la República” y la formación de un Partido Nacional que “debe hacer primar a la Nación sobre el Estado; un partido por encima de las clases”.

Se disolvió la A.S.R. y sus componentes se adscribieron a distintos grupos republicanos. Incluso uno, García Valdecasas, sería uno de los fundadores de Falange Española.

Alberti seguiría siendo un comunista exacerbado y así lo manifestaba en las revistas del Frente Popular (El mono azul y Octubre), implicado en las denuncias a “burgueses reaccionarios, clericalla y fascistas”, muchos de las cuales terminaban en fusilamientos.
Otro colaborador de Octubre fue Cernuda.

Contradictorios fueron tanto Bergamín como Unamuno.

Bergamín, católico, que no protestó ante los asesinatos y persecución de católicos, por el simple “hecho de serlo”, pero que, muchos años después, tras la muerte de Franco, defendería el terrorismo independentista vasco.

Unamuno, primero socialista, después católico agónico y, al final, enfrentamiento con Millán Astray.
Si Unamuno hubiera “caído” en zona republicana habría sido fusilado por los frentepopulistas.

Conservadores serían Azorín, Ramón y Cajal, Menéndez Pidal.
Machado estaba comprometido con el pueblo, pero no deseaba implicaciones, que le pondrían al lado de los asesinos.
García Lorca, “enemigo de nadie”, amigo de falangistas y de comunistas, siempre con el miedo en el cuerpo, tras el 18 de Julio, que se refugió en casa del poeta falangista Luis Rosales y que la denuncia de un cedista lo llevaría a la muerte, a pesar de sus amigos falangistas (¿hicieron todo lo necesario para evitarlo?).
El conservador Ramiro de Maeztu también sería fusilado, en una de las sacas republicanas, por colaborar en la revista Acción Española.

Apoyaron a un bando Picasso, Antonio Machado, Bergamín, Alberti, Miguel Hernández, León Felipe, Sénder, Sánchez Albornoz.
Apoyaron al otro partido Ortega, Unamuno D´Ors, García Morente, Maeztu, Marañón, Benavente, Menéndez Pidal, Azorín, Baroja, Rosales, Pemán, Manuel Machado, Pérez de Ayala, Dalí y, los entonces jóvenes, Cela, Víctor de la Serna, Foxá, Laín,…

Muchos de los que apoyaron a los conservadores republicanos criticarían el ambiente de linchamiento y antiintelectual del Frente Popular, que en nada envidiaba al de Millán Astray, el que en Salamanca, provocando la ira de Unamuno, gritó el “Viva la muerte y abajo la inteligencia”.

Huirían Ortega, Marañón, Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez, Gómez de la Serna, Azorín, Menéndez Pidal, Baroja.
Muchos de ellos, al ser considerados “traidores”, serían sentenciados a muerte.

Otra vez al comienzo de este artículo. El apoyo al franquismo era, en realidad, un NO al Frente Popular, que, con el caos, era casi peor que el franquismo, sin saber a qué atenerse.

El responsable último de las “sacas”, en las cárceles de Madrid, era el partido de Azaña, que sólo se lamentó al final, demasiado tarde.

Los intelectuales fueron rebasados por los revolucionarios.
Sus moderadas propuestas molestaban tanto a las Izquierdas como a las Derechas.

En 1.936, la República Española estaba en manos del Partido Comunista, teledirigido por Stalin y sus consejeros, que se aplicaron a la eliminación física de sus enemigos.

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