domingo, 3 de junio de 2012

¡AY¡ EL AMOR (y 2)

AMOR COMO “FILIA”.

También llamado “amor de amistad”. Es lo que, normalmente, entendemos por “amor”. Es como un estanque, tranquilo, en el que se está a gusto, con el otro.
Es una relación entre dos individuos particulares. Se sacrifica por el otro. Se le dedica tiempo y esfuerzo, pero sin pedir recompensa. La reciprocidad surge. Se disfruta de los éxitos del otro y se comparten los fracasos del otro como propios.

Yo siempre he solido distinguir entre el “amor de amistad” y el “amor íntimo, de pareja/matrimonio”.

En el “amor de amistad” se comparten muchas cosas, porque se tienen los mismos o parecidos gustos: actividades, deportes, cultura, viajes,…
Se da una relación de afecto, pero sin tener que llegar, al contacto íntimo.

El escalón superior a este “amor de amistad” es el “amor de pareja o amistad íntima”.
Ahora se comparten mucho más que actividades, se comparten “proyectos”.

En la pareja o matrimonio (para mí la única diferencia entre ellos es su “reconocimiento oficial, legal”), además de compartir “la amistad”, también se comparten “los cuerpos”.
En la geografía corporal de cada uno, en el recorrido por el cuerpo del otro, sólo será “coto cerrado” lo que cada uno “acote” y que debe ser respetado por el otro, para no llegar a la violación.

Cuando asisto a una boda religiosa y el cura de turno dice lo de que “seáis un solo cuerpo, una sola carne,….” Me cabreo (interiormente) aunque, por respeto, no suelo manifestarlo, pero no es por falta de ganas.
No se trata (según yo) de mirar los dos en la misma dirección (como casi siempre se dice).
En una relación de pareja no hay “un proyecto”, sino “tres”, pero con interferencias mutuas.
Cada uno de ellos debe seguir realizando su propio proyecto (ser taxista o médico y ser funcionaria u odontóloga), proyectos que les proporcionarán la base económica sobre la que puede asentarse el “tercer proyecto”, el “proyecto común”.

Para ese “proyecto común” es necesaria la cesión mutua, si no, se muere de inanición.

Las recompensas de ambos proyectos (ser profesor y marido/padre) son distintas.
Disfrutar de la actividad docente y disfrutar del hogar y de la familia. Recompensa profesional, al entregarte a tu labor, con ilusión y buen hacer, y recompensa afectiva al sentir el amor en forma de caricia y de besos de los tuyos.

Es cuando el amor se convierte en cariño, un amor desinteresado y generoso, nunca posesivo.
En la pareja son amantes mutuos. Los cuerpos se entregan mutuamente. Todo está permitido si ambos lo quieren así. No existe el pecado de lujuria entre dos amantes.

La epidermis, que ha sido el prólogo a la relación, cede al paso a la persona.
No se ha de ser un “Adonis o una Venus” para ser querido/a. Se valora ya, también, y más, eso que llamamos “belleza interior”, la “valía personal”, que sólo el conocimiento íntimo descubre y sopesa.

( .-¿Te das cuenta que tu pareja no es la persona más agraciada del grupo?
.- Sí, pero es una persona extraordinaria, no la cambiaria por ninguna otra).

En otros lugares he afirmado que “hay que ser lo suficientemente poco feo para poder entrar en relación con el otro y poder descubrir la valía interior, que se oculta tras esa epidermis no lo suficientemente agraciada”.

En la vida en pareja, en ese tercer proyecto, en la convivencia, hay que repartirse las cargas, no basta con “ayudar”.

Además, ahora ya no se confunden “felicidad” y “placer erótico”, porque los cuerpos, con la edad, pierden tono y se apuntan a la flacidez.
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Siempre surgirá la polémica si son los “factores químico-biológicos” o los “factores sociales” los responsables del amor.

La familia y la sociedad, en los años de pubertad, adolescencia y juventud, van dándote unas pautas con las que uno construye su “mapa del amor” y cuando ve que alguien, el/ella, encaja o puede encajar en ese esquema, se da entrada al primer conocimiento y contacto. Que puede seguir encajando y afianzándose, pasando de la amistad al amor o dar marcha atrás, cuando se constata el error al haber captado lo que no había y se creía que había
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Por lo general, las sectas son tan restrictivas en las relaciones de sus adeptos que harán que rompan con quien estaban relacionándose y comiencen a conocer y relacionarse con personas de dentro de la secta (endogamia).

Este “amor de pareja”, al que, en otros lugares, he denominado “amor recíproco”, amor con el otro, nada tiene que ver con el amor que el maestro tiene con sus discípulos, el profesor con sus alumnos, la madre con su hijo… Son otros tipos de amor.


AMOR COMO “AGAPE”

Es el denominado “amor espiritual”, es lo que, normalmente, se entiende por “benevolencia” o “caridad”. Es el amor a todos los hombres, por el hecho de ser hombres, sin distinción de raza, religión, cultura,….
El “amor agápico o agapático” está más allá de lo fisiológico, de los sentimientos, de la atracción física.

En este tipo de amor la relación entre individuos se da en tanto que miembros de una comunidad (los andaluces, los españoles, los europeos,… los hombres).
Es tanto la amistad reducida a un grupo como la generalizada a toda la humanidad.
Los misioneros y las variadas O.N.Gs, (aunque sea por motivos distintos) desarrollan un amor “agapático” o “agápico”, que consiste en “ocuparse y preocuparse de lo otros”.
Es el “amar al prójimo como a sí mismo”.

Para algunos este “amor agapático” es el “amor divino” por aquello de: “todo lo que hicierais a los hombres, a Mí me lo haceis”, y “si no amáis a los hombres, a quienes veis, ¿cómo vais a amar a Dios, a quien no veis?”

El “amigo perfecto”, “la pareja perfecta”, el “humanitario (creyente o no) perfecto”. Todos, reunidos, darían lugar a “un mundo perfecto”.

Quizás es sea el “amar como Dios manda”.

(EPÍLOGO).
La metáfora más bonita que he encontrado es la que afirma que si el Hidrógeno se empeña en seguir siendo sólo Hidrógeno, y el Oxígeno en seguir siendo sólo Oxígeno, nunca saldrá Agua, que es la que, realmente, calma la sed.
En el abrazo del agua se reencuentran ambos.

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