lunes, 9 de julio de 2012

“AMOR” Y “AMORES”.


¡Hay tántos tipos de amor¡ (amor a la patria, amor a Dios, amor filial, amor maternal/paternal, amor al saber /filo-sofía), amor a la ciencia, amor a los hombres (filantropía), amor a las artes, amor platónico, amor a los animales, amor a las plantas, etc, etc, etc,….)
Como ¡hay tantos tipos de juegos¡ (juego de la petanca, del parchís, del ajedrez, del fútbol, de baloncesto, de la brisca, de….. etc, etc, etc…)

Mi pregunta es qué tendrán en común los “amores” (porque algo deben tener) para ser, todos, “amor”.
E igualmente con los juegos.

¿O el amor es algo abstracto y es sólo una palabra que necesita una determinación, una concreción (patria, Dios, hijos,….) para ser algo?
E igualmente con los juegos.

Tú preguntas a alguien: ¿jugamos? Y él, automáticamente, antes de responder sí o no, te contestará con otra pregunta: “¿a qué?”. Porque “el juego” no es “un juego”. Y, si hay que jugar, habrá que jugar a “algo”.
Igualmente confiesas a alguien: “estoy enamorado” y responde, preguntando, “¿de quién?. Porque tiene que haber algo o alguien de lo que/de quien estar enamorado. No puede uno estar “enamorado” del “amor”.

“Hablemos del “amor”, pero comencemos por no hablar de “amores””. Así comienza la obra de Ortega y Gasset “Estudios sobre el amor”.

Hablamos de “amor-amar”, no de “deseo-desear”.
Porque, mientras el “deseo” muere, desaparece, cuando se logra lo “deseado”, el “amor”, en cambio, es el “eterno insatisfecho”.
La “veleidad y el veleidoso” lo desea todo (“culito veo, culito deseo”) pero en cuanto aparece la más mínima dificultad, el mínimo sacrificio, cesa y “a otra cosa”.
Por el contrario, el “amor” arrostra con todas las dificultades para obtener lo “amado” y, una vez conseguido, para mantenerlo e incrementarlo.

El deseo es pasivo. El sujeto “deseante” desea que el objeto deseado venga a él, porque él es (y así se considera) el centro de gravitación.
El amor, en cambio, es lo contrario, es activo. En el amor la gravitación está en lo “amado”.

Mientras el deseo es centrípeto, como un movimiento inmigratorio, el amor, en cambio, es centrífugo, movimiento de emigración.

Amar es empeñarse en que lo amado exista, y que, además, exista siempre.

La duda que siempre surge es si el amor nunca es objetivo, sino visionario. Si el amante no ve o minimiza los posibles defectos, maximizando las posibles virtudes.
¿Es verdad que el amor no ve la realidad, sino que la suplanta?
¿Son las realidades fantaseadas, imaginadas, las que suscitan el amor, porque las “realidades reales” serían demasiado vulgares?

¿El “amor altruista” no será, en el fondo, un larvado “amor egoísta”, aunque disfrazado?.

¿Cuánto de cosmética, de maquillaje, de ortopedia, hay en el amor?.

La mente del amante está habitada por la persona amada, de ahí que, en el auténtico amor, se da la proximidad continua y el contacto permanente, aunque estén alejados espacialmente.

Es verdad que el amante desea, también, la unión corporal con el otro, pero no es eso lo que, en primer término, desea.

Para que exista ese auténtico amor la persona no tiene que ser maciza, sino porosa, para que uno pueda salir y el otro pueda entrar, para juntarse, abrazarse, estar unidos.
Un carácter fuerte difícilmente será un buen amante.

¿Es, el amor, ciego?, como generalmente se afirma?.
Lo cierto es que el amor es una actividad sentimental y poco o nada tiene que ver con la función intelectiva y racional.

(En otro lugar he escrito sobre “amar, enamorarse, querer”), no me preguntéis dónde, preguntárselo a Google).

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