viernes, 12 de abril de 2013

SI YO ME LLAMO TOMÁS.....

“Si yo me llamo “Tomás” entonces mi nombre empieza por “T”, pero yo no me llamo “Tomás”, por lo tanto…. (por lo tanto ¿qué?, puedo llamarme “Teodoro”, “Teodomiro”, “Teófilo”, “Teodorico”,….
“Si yo me llamo “Tomás” entonces mi nombre empieza por “T” y mi nombre empieza por “T”, por lo tanto…..(por lo tanto ¿qué?, puedo llamarme como todo lo anterior).
Son falacias o falsos razonamientos que, muy a menudo, se cometen como, en estos casos, la “negación de antecedente” y la “afirmación de consecuente”.
Sucede que existe una propensión natural a creer que las ciencias son un conjunto de proposiciones verdaderas y ciertas  por ser demostrables, bien de forma lógica, bien de forma experimental (el llamado “verificacionismo”), pero, bien pensado, el verificacionismo conduce al escepticismo porque ¿y si por cualquier causa no podemos verificarlas, bien por ellas mismas, bien por nosotros?
Además, tiene que ser desde la inducción, que si es completa es inútil para la verificabilidad y si es incompleta está preñada de falibilidad (omito poner ejemplos de ambas por estar, fácilmente, en la mente de cualquier lector).
Toda proposición científica, para serlo, tiene que ser universal.
Imagínense esta proposición: “todo hombre mide, de altura, menos de 3 metros”. Verificarla por inducción completa sería imposible e intentar verificarla por inducción incompleta a lo más que se llegaría sería a una probabilidad, aunque fuera muy alta probabilidad, pero de la verificación de algunos, muchos, muchísimos casos no podríamos saltar a afirmarlo de “todos” los casos. Sería una temeridad. Siempre existiría la posibilidad de que en algún lugar y tiempo existiera, aunque sólo fuera “un” caso que midiese 3.001 metros, lo que falsaría la proposición universal. Ya no sería verdad que “todo hombre….”.
Sería, más que ciencia, “creencia”. “Creemos que”, puesto que en éstos miles o millones de casos hemos verificado que…. entonces “creemos” que….mañana ocurrirá lo mismo en los que llevemos a cabo.
Y hemos dado un salto ilegítimo de lo “probable” a lo “cierto” porque “creemos” que…
Desde la “observación” y desde la “inducción” desembocamos, no sólo en el “escepticismo”, también en el “psicologismo” (un sentimiento, un estado psíquico).
Contra la “inducción” y el “verificacionismo” K. Popper, con su “racionalismo crítico”, propone la “conjetura” y la “refutación/falsación” como criterio de demarcación científica.
Los discursos científicos, las proposiciones científicas, no son las “verificables” sino las “falsables” o “refutables” por la experiencia.
¿Cómo podemos verificar que “todos los cuervos son negros y que todos los cisnes son blancos”, en todo tiempo (pasado, presente y futuro) y lugar? NUNCA, es imposible.
Pero sí es fácil la posibilidad de “falsar”, de “refutar” esas proposiciones universales. Basta con que una persona, en cualquier tiempo y lugar, muestre un cuervo no negro o un cisne no blanco para afirmar que “no todos los cuervos…. ni todos los cisnes….
Pero los europeos nunca habían visto un cisne que no fuera blanco, así que…
¿Es verdad que Popper propuso la “falsación” como criterio de cientificidad al encontrar cisnes negros en Nueva Zelanda, donde estaba de profesor?
Con sólo haber visto uno ya podía negar la verdad de la proposición universal. Ya, desde ese momento, “no todos los cisnes son blancos”
Los cisnes negros son oriundos de Australia y de Tasmania, y cuando fue introducido en Nueva Zelanda se reprodujo de tal forma que se volvió una plaga, así que hubo que controlarlos.
Sólo, pues, son “científicas” las proposiciones que pueden ser “falsadas”.
¿Y las proposiciones no “falsables por la experiencia”?. Pues, sencillamente, “no son científicas”, no que sean falsas, no que sean verdaderas, no podemos saberlo, al no ser posible su falsación, por no ser científicas. Como las proposiciones: “Dios existe” o “el infierno es cuadrado mientras el cielo es redondo”. Ni verificables experimentalmente, ni falsables. No juegan a este juego, el de la ciencia.
Popper criticará, basándose en el “criterio de falsación”, tanto al marxismo como al psicoanálisis, que sólo son verificacionistas y si, en algún momento, fallan en algo y no queda verificada la teoría, en vez de bajarse del burro, se inventa una “hipótesis ad hoc”, una especie de percha para inmunizar la teoría, para vacunarla contra los posibles golpes de lo real.
Lo contrario de Einstein y su “teoría de la relatividad” que para apoyarla había propuesto el modo de falsarla. Y el 29 de Mayo de 1.919, desde África, observando el eclipse de sol, los rayos solares describen una curva cuando entran en el campo de gravitación de un cuerpo sólido.
La ciencia, pues, es “un cuerpo de proposiciones falsables o refutables”.
Un enunciado podrá ser refutado si excluye, valientemente, la posibilidad de ciertos acontecimientos en el mundo. Sólo así corre el riesgo de que los hechos lo contradigan.
Es, justamente, lo contrario de si, con la misma hipótesis, puede explicarse una cosa y su contraria, A y –A, escapando, así, de toda posibilidad de ser impugnada por lo real.
Éstas no pueden ser objeto de una discusión objetiva.
Con tanta inmunización acaban por no enseñarnos nada sobre lo real.
Una hipótesis que pueda explicarlo todo, omniexplicativa, no explica nada.
“Dios existe”. Si ridículos son los defensores de la verificación, tanto o más de ridículos son los defensores de la falsación, porque no es un enunciado científico, al no ser falsable.
Al hablar de “objetividad” hablamos de “intersubjetividad”. Cualquier otro debe llegar a las mismas conclusiones, siguiendo la misma metodología. Es/supone una ética de la discusión.
Es como “una epistemología sin sujeto”, que se interesa por los enunciados, por las ideas, y no por el sexo, el origen social, étnico, religioso, cultural,…. de los que los defienden.
Que lo diga Agamenón o que lo diga su porquero. Si es verdad es verdad, independientemente del sujeto que lo diga.
Habrá o no verdad o falsedad en los enunciados, pero lo que nunca debe haber son anatemas contra quien lo defiende porque es mujer, negro, inculto, musulmán…
Es, en este sentido, en el que puede afirmarse que “la ciencia es democrática”, porque nadie queda excluido de la discusión, en razón de nada.
“Todos somos iguales ante la ciencia, todos podemos intervenir en la discusión científica”.
¡Qué distinta es esta postura de Popper a la de los “Filósofos de la sospecha” (Marx, Nietzsche y Freud) que ya no se preguntan por “lo que” digan los interlocutores sino quiénes lo dicen y desde dónde lo dicen, para sostener lo que sostienen, manejando el método de las “genealogías”!

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