domingo, 16 de junio de 2013

¡TAN COMUNICADOS Y TAN SOLOS¡


Hemos desatado la voluntad, el querer. Lo queremos todo, y ya, ahora; pero, al mismo tiempo hemos puesto en cuarentena al pensamiento.

Y así nos va.

Como niños que quieren todos los juguetes que ven, sin darse cuenta que “lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible”.

Lo “queremos” todo y ya, sin pararnos a “pensar” si podemos o si debemos apropiárnoslo.

Porque… ¿y si mañana se cae el cielo (llega el fin del mundo)?, que al menos nos pille satisfechos, ahítos.

Pero ¿y si no se cae el cielo (que seguro que no se cae)?. Entonces ¿qué?

Vivimos en un mundo en el que estamos suprimiendo tanto el tiempo como el espacio.

El presente continuo, el ahora, y el aquí, en una realidad “real” o “virtual”.

Hablando “ahora” con mi hijo que está “allí”, estudiando, en Estados Unidos. El “ahora” y el “aquí” a mano, a disposición de cualquiera. Las barreras, en otro tiempo infranqueables, ahora rotas.

Interconectados al instante salvando las distancias.

Intercomunicados con los lejanos y ausentes, al tiempo que no nos comunicamos con los presentes.

Parece una incongruencia, pero es verdad. Nunca ha habido tanta posibilidad de comunicarse y tanta incomunicación personal.

Hemos renunciado a la palabra con quien está al lado, al tiempo que no dejamos de hablar o de escribirnos con quien está lejos.

Voy en el autobús, en el mío, en el 3, el que va a Puerta Blanca. 5 jóvenes que suben y encienden sus whatsapp (o como se escriba), y no paran de hablar, de leer mensajes, de escribir mensajes, hasta que todos se bajan, en Puerta Blanca.

Juntos, cada uno al lado de los otros y no se han comunicado, no se han hablado.

¿No parece un tanto absurdo?

¿Es un éxito o un fracaso de la comunicación?

¿Dónde ha quedado la palabra, mirándose a la cara?

Acostumbrados a no hablarse, cuando se habla pueden/suelen surgir los problemas.

El que grita, generalmente, es porque tiene tan poco que decir que quiere suplirlo con la intensidad del tono de su voz.

Está desterrándose la conversación.

Muchas veces, cuando se habla, son dos monólogos consecutivos, sin interrelación entre los hablantes. Cuando conversar es relacionarse. Manifestar ideas no es comunicarse.

¡Tanta comunicación posible y tanta solitariedad real¡ aunque caminemos juntos, porque lo hacemos en paralelo

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