viernes, 12 de julio de 2013

ILUSTRACIÓN Y TOLERANCIA.


 
Spinoza se preguntaba por qué una religión que predicaba el amor, la igualdad y la fraternidad se había hecho intolerante.

Locke escribió “Carta sobre la tolerancia”.

Diderot, en la Enciclopedia, en el artículo “Intolerancia” también trataba de ello.

En 1.763, Voltaire publica “Tratado de la tolerancia”.

Y es que es un tema “tolerancia-intolerancia” ampliamente tratado en la Ilustración.

Y no sólo, aunque también, está presente en la religión.

La Reforma y la Contrarreforma la habían exacerbado y las guerras de religión lo que lograron fue hacerlo estallar.

La intolerancia reinaba a sus anchas en una sociedad impregnada de Cristianismo, mucho antes de que Lutero hiciera valer el principio de la libre interpretación de la biblia y Europa comenzara a disfrutar de la libertad de conciencia.

La Inquisición, el brazo armado de la Iglesia para velar por la pureza de los dogmas definidos en Trento, creó un clima tal de intolerancia que multiplicó las suspicacias y los chivatos en la vida civil, inundó de ateos, brujos, incrédulos, herejes,…. las mazmorras y los calabozos, y llenó de culpables, sin autodefensa, los lugares secretos de la tortura.

Las guerras de religión, con evidentes implicaciones políticas, azuzando la intolerancia según la hegemonía de una u otra religión persiguiendo la expresión de otras creencias, a celebrar el culto, a defender sus ideas.

Eran auténticas “sociedades cerradas” los reinos cristianos modernos bajo monarcas absolutos en los que Iglesia y Estado estaban de acuerdo en la nueva configuración para la unidad del reino, cumpliendo lo dicho por San Pablo: “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios”

Al convertir, el Estado, a un Religión-Iglesia como oficial le concedía unos derechos que les negaba a las demás Religiones-Iglesias.

La intolerancia ha sido la forma político-religiosa que se niega a conocer el hecho del pluralismo.

Pero no sólo como una defensa fanática de ciertos dogmas, vetando la libertad de conciencia o creencia en otras formas de religión, sino que atañe a la libertad de pensamiento y a otras libertades.

Si a los ilustrados anteriores les añadimos a Rousseau y a Montesquieu, todos consideran la tolerancia como una virtud indispensable para la convivencia.

Casi todos ellos tuvieron que sufrir la intolerancia, ingresando en la cárcel o exiliándose, sobre todo a Holanda.

Locke, en “Carta sobre la tolerancia” argumenta así:

1.- Si los hombres son iguales por naturaleza e iguales ante la ley, todos, creyendo o pensando de maneras distintas, tienen los mismos derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad.

         “Que el magistrado dé a los disidentes los mismos privilegios civiles que a los demás súbditos y verá cuán rápidamente estas asambleas religiosas dejan de ser peligrosas. Porque si hay quienes entran en conspiraciones y sediciones, no es la religión la que les inspira a hacerlo en sus reuniones, sino los sufrimientos y presiones los que les hacen buscar alivio”

2.- Apoya el principio de tolerancia en la defensa de la libertad de conciencia y de expresión y, por lo tanto, en el hecho de la diversidad de creencias y opiniones.

         “No es la diversidad de opiniones (que no puede evitarse), sino la negativa a tolerar a aquellos que son de opinión diferente la que ha producido todos los conflictos y guerras que ha habido en el mundo cristiano a causa de la religión”

Al considerar la libertad religiosa como un derecho natural la despoja de su carácter teológico y la convierte en un derecho a la libertad de conciencia y a la libre expresión de ésta.

¿Existe alguna razón para que una determinada iglesia se constituya en depositaria única de la verdad?, ¿No es la diversidad de iglesias, precisamente, la expresión y la prueba de la variedad de caminos que los hombres siguen, sin que sea posible dictaminar cuál es el más justo?

3.- Tolerancia ante la trama de opresión, persecución e intolerancia.

“Los cabezas y jefes de la Iglesia, movidos por la avaricia y el deseo insaciable de dominio, utilizando la ambición inmoderada de los magistrados y la crédula superstición de la inconstante multitud, los han levantado en contra de aquellos que disienten, predicándoles en contra de lo que dice el Evangelio y prescribe la caridad: que los cismáticos y los herejes deben ser expoliados de sus posesiones y destruidos. De este modo han mezclado y confundido dos cosas tan diferentes como lo son la Iglesia y el Estado.

Si cada uno de ellos se mantuviera dentro de sus propias fronteras –uno atendiendo al mundano bienestar y la otra a la salvación de las almas-, pero el deseo insaciable de poder y de intereses económicos…. He ahí la causa de la intolerancia”

Los “predicadores de la fe” haciendo sonar las trompetas de guerra y los magistrados encubriendo la opresión, ambos interesados en lo mismo, ambos invitados a participar en el mismo botín.

La Carta sobre la tolerancia, denunciando éstos y otros males, contribuyó en la Declaración de Derechos de 1.789, tanto en la libertad religiosa como en la libertad de pensamiento y de expresión.

Igualmente Montesquieu que ve cómo, geográfica y sociológicamente, existe una gran variedad y pluralidad de usos y costumbres y se pregunta por qué no la pluralidad y diversidad de religiones.

También Rousseau.

“Ahora  que no existe ni puede existir religión nacional exclusiva, se deben tolerar todas aquellas religiones que toleren a las demás….”

Lo mismo que Voltaire en su “Tratado de la tolerancia”, escrito a propósito del caso Jean Calas, un rico comerciante, protestante y buen padre, acusado injustamente de matar a uno de sus hijos antes de que se convirtiera al catolicismo y condenado antes de que pudiera demostrar su inocencia, siendo fanáticamente torturado en la rueda, descuartizado y quemado el 3 de Marzo de 1.792.

Uno de sus hijos fue desterrado, sus dos hijas fueron encerradas en un convento y le expropiaron todos sus bienes.

Voltaire no cesó en su empeño hasta conseguir rehabilitarlo, demostrando su inocencia y consiguiendo una indemnización para la familia.

Criticó, igualmente, la intolerancia desatada la noche de San Bartolomé, “de la que no hay paralelo en los anales del crimen”.

Recuerda y saca a la luz, en su “Filosofía de la Historia” todas las barbaridades cometidas por la intolerancia, pero no contadas o disfrazadas, siendo “mentiras”, para que, siendo conscientes, no volver a repetirlas.

Pone a parir al fanatismo teológico de la Iglesia y a su brazo armado, la Inquisición.

Igualmente Diderot arremete contra la Iglesia y su fanatismo en su artículo de la Enciclopedia sobre la “intolerancia”,

Sin olvidarse de la intolerancia del estado, ya no por creencias contrarias, sino por ideas diferentes.

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