jueves, 11 de julio de 2013

RAZÓN Y FE EN LA ILUSTRACIÓN

Para Descartes, creyente y racionalista, la Filosofía prima sobre la Teología, confirmado y apoyado por Newton al apostar por el paradigma copernicano (heliocéntrico y helioestático) sobre el paradigma aristotélico-ptolemaico (geocéntrico y geoestático) por el que apostaba la Iglesia al ser más acorde con la Biblia.

Siguiendo la división de las ciencias, según Dilthey, en Ciencias de la Naturaleza y Ciencias del Espíritu, quedaba el campo del conocer dividido en la “res extensa” (abierta a la investigación de la Física, la Óptica, la Mecánica y la Medicina) y en la “res cogitans” quedaba el campo de estudio de la Filosofía, la Psicología, la Moral, la Teología, el Derecho y la Política.

Pero mientras la Naturaleza (“escrita en lenguaje matemático”) con el método científico hipotético-deductivo de Galileo, perfeccionado por Newton, avanzaba sin parar, resolviendo problemas, el Espíritu quedaba como problema, sin resolver.

La Filosofía sigue pidiéndole a la Teología explicaciones sobre el origen del mundo, sobre el origen de las leyes por las que se rige y por las leyes de conservación del mismo.

El teólogo puede, incluso, pactar con Newton que, finalmente, admite la existencia del Gran Arquitecto, pero no podrá pactar con Spinoza y su monismo, “Deus sive natura sive substantia”. Dios disuelto en la Naturaleza.

La Razón cartesiana, que ya en el siglo XVII había conquistado el espacio de la Naturaleza, en el XVIII se lanza a la conquista del espacio del Pensamiento (moral, social, político, jurídico, económico, artístico, literario,….)

La Filosofía  emancipándose  de la Teología y dejando de ser “ancilla”, siendo, ya, “señora”,

La Razón emancipándose de la Fe, luchando por su autonomía, ganando batalla tras batalla hasta la victoria (¿) final.

Descartes ha levantado la veda y, posteriormente, han llegado más cazadores que no habían podido cazar en el coto privado, bien guardado, y de múltiples maneras, por la Iglesia.

La Filosofía cartesiana es la antorcha que ilumina la Ilustración, iluminando, incluso, más allá de donde Descartes no se atrevió, tanto por precaución como por miedo, las instituciones de El Estado y La Iglesia.

El “leit motiv” de Voltaire “aplastar a la infame” (“écraser l`infâme”) tiene aquí una hipótesis explicativa de “¿para qué sirve la filosofía?”.

Entre otros, para Voltaire, éste es el primer objetivo de la Filosofía: “las gentes que no piensan preguntan, a menudo, a los que piensan, para qué ha servido la Filosofía. Y éstas les responden: para destruir, en Inglaterra, la rabia religiosa que hizo perecer en el cadalso al rey Carlos I; para impedir que, en Suecia, un arzobispo, con una bula en la mano, hiciera derramar la sangre de la nobleza: para mantener la paz de la religión en Alemania, poniendo en ridículo todas las disputas teológicas; y para extinguir, en España, las abominables hogueras de la Inquisición”

El Barón D´Holbach superará, incluso, esta agresividad de Voltaire.

No sólo es criticar las máscaras de la fe, es desenmascarar a la Iglesia institucionalizada.

Se pregunta la Razón: “¿puede admitirse como verdad revelada  la que va contra una verdad conocida como directamente evidente por la inteligencia o indirectamente evidente por la razón?”

No sólo es el principio cartesiano de la evidencia como criterio de verdad (“no admitir como verdadero lo que no sea inmediata o mediatamente evidente”) sino “¿admitir como verdad lo que escapa y dice estar más allá de la razón y no sometible al método racional?

¿Puede ser la revelación otro principio de verdad?

Spinoza hará una crítica histórica de la biblia, hablando de “mascaradas, supersticiones y fanatismo”

La verdad debe estar y proceder libre de tradiciones y dogmas con base bíblica.

Para D´Holbach “la superstición y la tiranía han invadido el mundo… habrá, pues, que rescatar ese mundo y liberarlo de la superstición y de la tiranía” (Biblia e Iglesia)

Habrá que tomar la nueva Bastilla y forzar las puertas del calabozo, ahuyentando o encerrando o matando a los carceleros que se resistan.

Hay que liberar al mundo de la opresión, del fanatismo, del miedo, de la autoridad.

También habrá que repensar la idea de Dios, la de la vida y la del hombre.

Esta vida ya no será un valle de lágrimas, ni el hombre un ser “caído”, ni la salvación nos vendrá desde arriba, esperando la gracia, resignadamente.

La vida es maravillosa y hay que vivirla y gozarla.

El hombre es un ser autónomo que, con su esfuerzo personal, puede/debe triunfar y salvarse.

Adiós a Trento y a Lutero, a pesar de que las Iglesias se resistirán a perder su coto privado y a sus fieles.

Adiós a los dogmas, a los misterios, a las supersticiones que han enmascarado, falsamente, la idea de Dios.

No se trata, pues, de ir contra Dios, sino de repensar la idea de Dios, raspando y desprendiendo las costras adheridas por la tradición de las iglesias, de manera interesada.

Dios no puede/no debe ser el Dios eclesiástico.

Hay que desintoxicar al hombre y prepararlo para la nueva vida y el nuevo Dios.

El deísmo, por ejemplo.

No es igual pensar a Dios como Arquitecto o Relojero que como Redentor, dador de la Gracia, el justiciero.

El Dios de los deístas no interviene en la historia humana, se mantiene al margen.

También el Ateísmo, con “la existencia del mal en el mundo es la mejor prueba de la inexistencia de un Dios Poderoso y Bueno a la vez”.

Los enemigos de la Ilustración jamás aceptarán no ya que la Razón se oponga a la Fe, sino que deje de ser su esclava.

En palabras de hoy diríamos que no quiere/no debe/no puede prescindir de la criada aunque tenga que darla de alta en la Seguridad Social y subirle el sueldo.

La Razón, por su parte ya nunca abdicará de su función crítica, de liberarse y ser autónoma.

La tensión Fe-Razón es más que una disputa de fronteras.

“Somos hombres antes de ser cristianos”.

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