lunes, 21 de octubre de 2013

EL MITO DE JESÚS (2).


Para entender, realmente, la conversión al Cristianismo de Saulo o Pablo de Tarso debemos entrar en el contexto de la época: el hecho de la esclavitud, tan extendida en griegos y romanos.

En Roma se era esclavo por ser hijo de esclava, fuera quien fuera el padre, por ser vencidos en la guerra, por ser un niño abandonado, por la compra de esclavos, por deudas no pagadas, por propia voluntad (para asegurarse cama y comida), porque sus padres, esclavos, los vendían recién nacidos a los tratantes…

Pero no había esclavitud en Egipto, ni en Israel, ni entre los bárbaros (galos, germanos,…) hasta que la influencia de Roma introdujo en ellos el sistema esclavista.

Lo que sí existían, en estos pueblos, eran criados y/o sirvientes, pero se los consideraba personas y no se les podía matar, hasta que llegaron, sobre todo, los romanos.

Los esclavos se utilizaban, originalmente, como mano de obra en labores duras (minas y trabajos del campo) pero, luego, los romanos, cuando conquistaban un poblado exterminaban a los combatientes, vencidos, varones, y esclavizaban al resto de supervivientes (varones, mujeres y niños, siempre que no estuvieran discapacitados).

En el siglo I se estimaba que, en Roma y sus ciudades, había del orden de 8 esclavos por ciudadano romano, ocupándose de todas las labores imaginables y no imaginables (hasta de luchar a muerte entre ellos, como entretenimiento para los romanos, o enfrentarlos con un animal en el circo).

La vida media de los nacidos esclavos era de entre 20 y 22 años.

Saulo-Pablo se da cuenta de que la lucha con las armas, contra los romanos, es inútil y que el verdadero punto débil por el que atacar a Roma es la esclavitud al tiempo que consigue atraerla a su doctrina.

Y, para ello, se prestan idealmente las creencias de los cristianos, ya que les ofrecen, en contraposición a las miserias y sufrimientos de esta vida (que nadie va a quitárselos), una recompensa eterna, tras la muerte, en el otro mundo.

Si se piensa fríamente, ¿qué tenía que perder la esclavitud, con esta oferta? ¿Qué podía ganar? Es la apuesta de Pascal, pero 17 siglos antes. Un tiempo relativamente corto e infeliz, a entregar, por un “tiempo eterno y feliz” a recibir.

“Mesías”, en hebreo, significa “ungido”, como “Cristo”, en griego, también significa “ungido” (por la costumbre de “ungir” en/con aceites a los reyes, cuando se los proclama como tales.

El Mesías, Cristo, el Ungido, es el Salvador, enviado por Dios y anunciado por los profetas para liberar al pueblo de Israel del orden (romano) establecido.

Él liberaría a los judíos de la servidumbre extranjera y restablecería la Edad Dorada de Israel.

Naturalmente, para los judíos, el Cristo predicado por Pablo era un “falso Mesías”.

¿Cómo iba a liberarse, el pueblo judío, del yugo extranjero, romano, con mensajes de paz, de perdonar a tu enemigo, de poner la otra mejilla,...?

¿Extraña que ante la disyuntiva de Poncio Pilato: “¿a quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús?” (suponiendo que fuera así la escena tradicional que permitía liberar a un preso sentenciado a muerte, durante la Pascua, mediante aclamación popular (algo parecido, pero no igual, al liberado, en mi Málaga, por El Rico, en Semana Santa)) el pueblo judío se decantase por Barrabás (un “bandolero”, según S. Juan; “ que había participado en un motín en el que se había cometido un homicidio”, según S. Marcos y S. Lucas; un “preso famoso”, según S. Mateo; “un líder judío”, contra Roma?.

¿O, como hoy se afirma, era por un doble motivo: por una parte cargar toda la culpa de la crucifixión de Jesús al pueblo judío (y de aquí, el antisemitismo posterior) y, a la vez, “hacerle la pelota al poder romano, eximiéndole de culpa alguna, consiguiendo, de esta manera, que se facilitase la predicación e introducción del Cristianismo?

¿O la disyuntiva era o Barrabás, el mesías guerrero, que algunos judíos esperaban, un “zelote”, para que los liberase de los romanos o Jesús de Nazaret, el mesías pacífico?

De lo contrario sería admitir que el Poder Romano había sido el asesino del Mesías, el Hijo de Dios.

Pablo predica este Cristianismo por el oriente del Imperio Romano, principalmente por Grecia, donde tendrá lugar la anécdota del areópago y el escándalo de los oyentes cuando proclama que el Cristo que el predica “resucitó al tercer día”, “y todos resucitaremos el día del juicio final”), pero no lo hará en Roma, la cabeza del Imperio, donde habrá que esperar al siglo II para que, aquí, comience a extenderse esta nueva doctrina de esperanza, para los desesperanzados.

La Iglesia griega, que se denomina a sí misma “religión ortodoxa” (“doctrina correcta”), jamás admitió, ni admite, la supremacía de la Iglesia de Roma, posterior a ella, y que sólo adquirirá importancia unos 60 años después de la muerte de Pablo de Tarso.

Marx, muchos siglos después, y contra la explotación capitalista y alienación del trabajador, gritará a viva voz: “proletarios de todos los países, uníos”. Era la única manera de acabar con el enemigo, ganar la batalla y alcanzar la victoria final, el establecimiento del “comunismo”, tras pasar por “la dictadura del proletariado” y la “etapa socialista”.

Pablo de Tarso, muchos siglos antes, y contra la esclavitud, despersonalización, miseria y sufrimientos en esta vida, podría gritar: “esclavos del Imperio Romano, uníos en la fe cristiana para, a pesar de la desdicha de esta vida, limitada en el tiempo, podáis gozar de la felicidad, eterna, en la otra vida”.

No les promete la libertad, sino la felicidad.

Pero Pablo de Tarso, como Marx en los trabajadores, verá en la esclavitud el campo fértil en el que sembrar, con la esperanza de que fructifique, la nueva doctrina, el Cristianismo.

Si quien más desea la libertad es el carece de ella, y quien más desea la salud es el enfermo, quien más deseará la felicidad, que será eterna, aunque sea en la otra vida, es el pobre infeliz que es un desgraciado en esta vida.

A la vez, la mejor forma de acabar con un sistema es atacarlo desde dentro y desmontarlo. La aluminosis y la carcoma, poco a poco y a la larga, irán minando y acabarán derribando el edificio.

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