lunes, 2 de diciembre de 2013

11.- EL HOMBRE (2)


 
En el EXISTENCIALISMO, a pesar de que sus filósofos son muy diferentes, podemos decir, a grandes rasgos, que todos comparten la idea de que lo propio del ser humano es la existencia, no estando, ésta, definida de un modo fijo.

Tras la situación de absurdo y crueldad que vive la humanidad tras las guerras mundiales el vínculo entre “racionalidad” y “realidad” se ha roto definitivamente.

¿Cómo se puede ser “racional” y considerar “racional” tal comportamiento de crueldad y muerte?

El hombre no ha sido “puesto” sino “arrojado” al mundo.

En realidad, ni Sartre ni Heidegger hablan del “hombre”, del “ser humano”, sino de “existencia” y de “dasein”.

Y si no tiene esencia fija ¿cómo va a poder ser definido, si definir es expresar la naturaleza, algo que, todavía, no tiene?

Si hay algo que caracteriza al hombre es no el ser, sino el “poder ser”, la “posibilidad”, la “apertura”, el “proyecto”,…

El hombre, pues, es un “para sí”, no un “en sí”, que sería algo cerrado, acabado y fijado.

El hombre no tiene “esencia” fija, sino que es una “existencia” abierta, dinámica, que se comprende a través de sus actos y que, mientras existe, está “esencializándose”.

Podríamos decir qué es el hombre sólo cuando deje de existir y de poder obrar así o “asao”, cuando se eche la raya para sacar la suma total, ya sin remedio de continuidad.

El hombre, pues, no es un “ser” sino un “siendo” mientras existe, creciendo o decreciendo, por su libertad de obrar de una manera o de otra.

El hombre es “libertad”.

“El hombre carece de naturaleza. Es él quien debe hacerse a sí mismo, eligiendo libremente en cada acto que realiza. Por eso el hombre se define como “libertad absoluta”.

“No hay determinismo. El hombre es libre. Está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado a sí mismo; libre porque es responsable de lo que hace”.

El destino del hombre está en sí mismo, en cada individuo.

El Existencialismo, como lo fue la Filosofía Helenística, es una filosofía desencantada con el mundo, un pensamiento de postguerra que ha perdido la fe en la capacidad racional del hombre para vivir en un mundo ordenado, justo y pacífico.

La conducta, de este ser que se define como “racional”, es de lo más “irracional”.

Iba a tener razón Freud y la naturaleza humana, los instintos y los deseos irracionales (inconscientes) se sobreponen al influjo de la razón.

Adiós a las grandes construcciones metafísicas y al optimismo utópico que confía en sociedades justas y pacíficas.

La gran diferencia entre los demás animales y el hombre es, en palabras de J.A. Marina, que: “visto un león están vistos todos, pero visto un hombre, sólo está visto ese hombre”.

Mientras en los animales predomina la especie sobre el individuo, en los hombres es el individuo el que predomina sobre la especie.

Y si todos los animales de una especie son “iguales”, cada hombre es un mundo, por lo que es impredecible su comportamiento.

¿Obramos según somos, somos según obramos o somos lo que hacemos?

NO, pues, a la homogeneización según la Teoría Crítica y SÍ a la “existencia auténtica” heideggeriana.

E. MORÍN, en “El paradigma perdido: el pasado olvidado” se pregunta si, siendo el hombre “racional”, “es sólo racional”.

“Ante todo, el hombre no puede verse reducido a su aspecto, reducido, de “homo faber” (al que hoy denominaríamos “homo technologicus”), ni a su aspecto “racionalístico” de “homo sapiens” (“homo cientificus”). Hay que ver en el, también, el mito, la fiesta, la danza, lo recreativo y la creación artística, el canto, el éxtasis, el amor, la muerte, la desmesura, la guerra.

Ni deben despreciarse la afectividad, el desorden, la neurosis, la aleatoriedad.

El auténtico hombre se halla en la dialéctica “sapiens-demens”.

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