martes, 17 de diciembre de 2013

3.7.- ÉTICA 3 ACTOS, HÁBITOS Y VIRTUDES.


 
Una persona ES mecanógrafa cuando tiene el HÁBITO de escribir a máquina, que ha llegado a conseguirlo por la repetición de ACTOS de escribir tea máquina.

No hay otro camino: ActosàHábitosàSer.

Alguien realiza Actos buenos y/o justos, los Repite constantemente hasta que se acostumbra a hacerlos de manera inconsciente y, llegando a adquirir ese Hábito de obrar bien y de manera justa, se Hace/se Convierte/ES un hombre bueno, una persona justa.

Es lo que ocurre en el deporte, en la música, en los idiomas,…y, también, en la “vida buena”

Cuando se consigue el hábito y éste se instala en ti ya no te acuerdas de todos los movimientos que has tenido que hacer, aprendidos conscientemente, antes.

La repetición de un mismo acto cristaliza en un tipo de conducta estable y fácil a la que llamamos Hábito.

Gracias a los hábitos no estamos condenados, desde que nos levantamos de la cama, a repetir los actos, conscientemente.

El hábito conserva la posición ganada con el esfuerzo y/o sudor de los actos precedentes.

El hábito es la victoria ganada con los actos anteriores. Sin ellos la vida sería imposible al tener que empezar desde 0, desde abajo, cada momento. Moriríamos o nos suicidaríamos por agotamiento o por aburrimiento.

Hablamos, ahora mismo, de manera fluida el castellano, y sin gran esfuerzo, pero imaginaos si tuviéramos que hacerlo, ahora, con el chino, el ruso, el coreano o el árabe.

Pues, lo mismo que ocurre con todos estos ejemplos, ocurre con la Ética.

Decía el viejo Aristóteles que sería inútil saber lo que está bien y no saber cómo conseguirlo, de la misma manera que no nos conformamos con saber en qué consiste la salud, sino que lo que queremos es estar sanos.

Y no hay otro secreto, para afianzar una conducta, que la repetición.

“Los hábitos no son innatos –dice Aristóteles- sino que se adquieren por repetición de actos (cosa que no vemos en los seres inanimados, pues si lanzas hacia arriba una piedra 10.000 veces, jamás volverá a subir si no es lanzada de nuevo”.

El hombre, junto a su naturaleza biológica, recibida por nacimiento, es capaz de adquirir una “segunda naturaleza”, una “forma de ser que permanece”.

Y ésta se consigue porque el hombre es libre para realizar “esos” actos, pero también es libre para realizar los contrarios. He ahí su ventaja y he ahí su peligro.

Actos justos o injustos, veraces o mentirosos, reflexivos o precipitados, amables o violentos,…y así, de una forma o de la otra, iremos tallando nuestra “segunda naturaleza”. Uno será una persona, justa, amable, reflexiva,….. y otro será injusta, violenta, precipitada,….

Los primeros serán “virtuosos”, mientras que los segundos serán “viciosos”.

Pues así define Aristóteles a las virtudes y a los vicios: “HÁBITOS DE OBRAR BIEN” y “HÁBITOS DE OBRAR MAL”. Modos de ser perfectivos y modos de ser defectuosos, pero de esa “segunda naturaleza”, ya que la “primera” la tienen desde el momento mismo de nacer, serán “defectuosas”, pero serán “personas defectuosas” y, en cuanto personas, total y absolutamente, respetables, aunque no sean dignas de alabanza, sino de vituperio y no ejemplares.

Todos hemos oído el dicho: “una golondrina no hace verano”, pues apliquémoslo a los actos.

Quien siembra actos, recogerá hábitos y estos hábitos engendran el carácter, la forma de ser, la “segunda naturaleza”, que, unida a la primera, da lugar a lo que somos.

Y todos sabemos que cuando menos trabajo cuesta adquirir los hábitos (de hablar un idioma, de practicar un deporte,…o de drogarse, alcoholizarse, ser violento….) es, desde cuanto antes, mejor.

“No es que tenga poca o mucha importancia, Tiene una importancia absoluta” –Aristóteles dixit.

Los enseñantes sabemos que si los hábitos perfectivos o virtudes no arraigan pronto, la personalidad del niño/púber queda a merced de sus deseos.

Los enseñantes, desde siempre, sabemos la importancia fundamental de que el alumno adquiera el “hábito del estudio”, que es más que estudiar, como el hábito de correr en bicicleta no es montarse en ella para dar un paseo los fines de semana.

Pero uno puede no querer ser ciclista, lo que no puede/no debe querer es renunciar a la perfección de su ser como persona.

El que realmente quiere un fin, también debe poner los medios para ello, de lo contrario no será “querer”, sino “desear”.

Quien sólo “desea” sólo quiere el fin. El que “quiere” sabe que también debe poner los medios y acostumbrarse a ello.

“Yo, como estaba hecho al vino….” –dice el Lazarillo de Tormes. Y es que, cuando cristaliza un hábito peligroso (un vicio)…Y no es que sea imposible erradicarlo, no, pero es muy difícil, cada vez más difícil, cada vez cuesta más, aunque sea posible.

El vicioso no es que se haya convertido en “impotente absoluto”, es “impotente temporal real”, pero “potente futuro”. Con gran esfuerzo, propio o con ayuda externa, puede salir de él.

Pero estamos acostumbrados a responsabilizar de nuestra impotencia a los demás (a la sociedad, al ambiente, a las malas compañías, a la televisión,… porque de esa manera, tan fácil, podemos “justificar” nuestra impotencia.

El “impotente o vicioso” es el principal responsable de su vicio o impotencia.

¿A quién demonios voy, yo, a echarle la culpa de mi “vicio de escribir mal, con los dos dedos corazones, uno de cada mano y darle al pasador sólo con mi dedo pulgar derecho”? ¿Por qué mis hijas no tienen ese “vicio”?.

Cada uno es responsable de lo que es, y yo, por no haber repetido el tecleo, con el método ciego, sin mirar, y practicar y practicar….

Otra vez Aristóteles: “a fuerza de cometer injusticias o de pasarse la vida bebiendo y en cosas semejantes, cuando en sus manos estaba no haber llegado a lo que ahora es”.

Ante de morir, Kurt Coubain declaraba: “no quiero ser adicto, no quiero autodestruirme, pero la heroína es tan poderosa como el diablo, es lo más adictivo que he probado nunca. No quiero volver a probarla, pero no puedo evitarlo. Me vuelvo loco”.

Sí puede evitarse. No es fácil. Hace falta una firme voluntad (no sólo desearlo) y ayuda externa. Y se sale.

Oímos “es una mujer virtuosa” y, como automáticamente, la calificamos de “religiosa, beata, estrecha, cohibida, recatada,…” y nada más lejos de la realidad.

Mireia Belmonte o Rafa Nadal, como Goytisolo o J. A. Marina, como Barraquer o Tanaka,…. Son personas “virtuosas”, aunque nada sepamos de su vida privada.

“Virtud” proviene del latín “virtus”, que significa “dominio, fortaleza, poder, valor,…) lo que son las personas mencionadas, que “dominan perfectamente una actividad” sea la natación, el deporte, la escritura,…

El hijo de mi amigo Jesús, Tito, es un “virtuoso del piano”, como otros lo son de otras actividades (el balón o el golf)

La sociedad siempre ha descansado sobre las espaldas de los “virtuosos”, que sirven de ejemplos a imitar y por los que la sociedad avanza y progresa.

Además, es curioso que, nadie es como quisiera ser. Todos quieren ser más u otra cosa. Yo disfruto con mi actividad filosófica, pero siempre he sido (no sé si sigo siéndolo) un matemático frustrado. Quizá, por eso, la parte filosófica que más me gustaba era la Lógica Matemática.

Somos fuertes, duros, en el querer (más bien, desear) pero blandos y débiles ante las presiones del bien vivir, del dinero, del poder, del status social,…

Y no es que no queramos, es que no lo queremos a fondo, lo queremos pero sin fuerza, que es una manera de no querer.

El que no quiere fumar, pero fuma, es porque su voluntad es débil.

Sin servir de ejemplo para nadie, quien esto escribe dejó de fumar “por la cuestión sexual” = “porque me salió de los coj…” y aquí, estoy, 20 años de no fumador y sin ser furibundo con los fumadores.

(Mi seminario del Instituto era el “perdedero de fumadores”, cuando se prohibió hacerlo ni en la Sala de Profesores).

Ese “querer pero no querer”, ese “querer sin querer”  es algo muy típico humano, pero no es un defecto constitucional, ni una incapacidad natural, ni una ineptitud,  sino una voluntad débil para no querer erradicar esos defectos,

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