viernes, 3 de enero de 2014

5.6.1. MARX.


 
Obvio incidir en Socialismos Utópicos y Socialismo Científico.

Obvio incidir en Materialismo Dialéctico y Materialismo Histórico.

Obvio incidir en alienaciones e ideologías.

Tan sólo lo imprescindible.

“El dinero es el valor universal, autoconstituido, de todas las cosas. De ahí que le haya robado al mundo entero, tanto al mundo del hombre como al mundo de la naturaleza, su propio valor. El dinero es la esencia alienada del trabajo y la vida del hombre, y esa esencia lo domina mientras él le rinde culto”.

Ya en 1.841 escribió Marx una crítica de la Filosofía del Estado de Hegel en la que atacó la teoría de que la propiedad privada era la base de la sociedad civil.

En la medida en que el Estado se basa en la propiedad privada, es él mismo una alienación de la verdadera naturaleza del hombre.

Como el dinero es una forma de alienación, todas las relaciones económicas –como las que se den entre trabajador y patrono- son formas alienadas de intercambio social y, en el fondo, una forma de esclavitud.

“Hasta el día de hoy los filósofos (filosofía teórica y abstracta, como un radiólogo que detecta una enfermedad) sólo se han preocupado por interpretar el mundo; y de lo que se trata no es tanto de interpretarlo como de transformarlo (filosofía práctica-pragmática, como el médico que cura o el cirujano que corta)”.

“La historia de todas las sociedades existentes hasta hoy es la historia de la lucha de clases”.

Aunque superficialmente parezca que la historia puede parecer una crónica de conflictos entre diferentes naciones y diferentes religiones, pero las realidades subyacentes a lo largo de las épocas son las fuerzas productivas materiales y las clases que surgen de las relaciones entre los que intervienen en la producción.

Todas las instituciones (políticas, jurídicas, religiosas,…) que tanto relieve tienen son sólo superestructuras que ocultan los niveles fundamentales de la historia: las fuerzas y las potencias productivas y las relaciones económicas entre los productores.

Es lo que desarrolla, en la culminación de su obra, en El Capital, escrito en Londres durante el período final de su vida, en su madurez.

Las fuerzas productivas, según Marx, comprenden las materias primas (tanto primarias como secundarias), la maquinaria y el trabajo humano, que intervienen en la obtención de un producto acabado (tal como el trigo, el molino y el molinero son igualmente necesarios para producir harina).

Las relaciones de producción son relaciones económicas que implican a las mencionadas fuerzas, tales como la propiedad del molino y la contratación del trabajador.

Los avances tecnológicos propician diferentes relaciones de producción: en la época del molino manual el trabajador es el siervo del señor feudal y supone esfuerzo físico; en la época del molino de vapor es el empleado del capitalista, con funciones de vigilancia y mantenimiento, ya no tanto esfuerzo físico.

Los cambios tecnológicos pueden hacer que las relaciones de producción existentes en un momento queden obsoletas: un molino de vapor exige trabajadores libres, no siervos atados a la tierra.

Cuando las relaciones de producción no corresponden ya a las fuerzas productivas –creía Marx- dichas relaciones “se convierten en trabas” y se produce una revolución social.

Marx dividía la historia pasada, presente y futura de las relaciones de producción en seis fases: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo y comunismo científico.

Creía que la sociedad capitalista en que vivía se hallaba en estado de crisis  y en breve pasaría por un proceso de cambio revolucionario que mostraría el camino de las fases finales, socialismo y comunismo.

La crisis en la que había entrado el capitalismo –creía él- no era un hecho histórico contingente, era algo inherente a la naturaleza del capitalismo mismo.

Fundamentaba esta conclusión en dos teorías económicas: la teoría del valor-trabajo y la teoría de la plusvalía.

Siguiendo una sugerencia que se remontaba, en último término, nada menos que a Aristóteles, Marx creía que le verdadero valor de cualquier producto era proporcional a la cantidad de trabajo puesto en él.

Dicha tesis nos permite decidir qué valor tiene un producto únicamente si tenemos una manera de medir el valor del trabajo.

La manera de hacer esto es calcular el coste de mantener al trabajador con vida, y en buen estado, para cuando le llegue el momento de hacer su trabajo.

Por tanto, si un trabajador emplea un día en producir una cantidad de harina, dicha harina equivale al coste de la subsistencia de un día.

Bajo el capitalismo, sin embargo, los precios de mercado no están determinados por el verdadero valor, sino por la oferta y la demanda.

El capitalista, que posee la materia prima y los medios de producción. Habiendo pagado al trabajador un salario, igual a la subsistencia de un día, pongamos que 20 euros, puede a menudo vender el producto, la harina, por 200 euros.

La diferencia entre el “salario de subsistencia” y el precio de mercado es la “plusvalía” o ganancia, en este caso 180 euros.

Esta plusvalía la engendra el trabajador al hacer pasar el costo de las materias primas y de la maquinaria al producto harina.

Sin el molinero habría trigo, habría molino, fábricas, camiones, luz, agua,…pero no habría harina.

Si llamamos, con Marx, “capital constante” a todo lo que pone el capitalista (desde las fábricas a la electricidad, desde los impuestos hasta el agua, desde la harina al molino, desde…a…) y llamamos “capital variable” al salario que, en forma de dinero, también paga al molinero, la diferencia entre el valor de la harina (200 euros), producto final, y todo el capital (constante y variable) que ha sido necesario para producirla (80+20=100 euros), la diferencia (200-100=100) es la plusvalía, el “más valor” que el producto tiene respecto al costo que ha sido necesario para producirla.

Pero en el sistema capitalista nada de la plusvalía, engendrada por el obrero, pasa al obrero.

El trabajo, que la engendra, no recibe nada de ella, toda se la embolsa el patrono, el capitalista, el dueño del capital.

O sea, capital + trabajo = harina, y el valor de la harina vale mucho más que el capital necesario más el salario.

Es decir se engendra “un capital añadido” al capital originario, por el obrero, que nada recibe de él.

Pero es que, a medida que la tecnología se desarrolla y la productividad del trabajador aumenta consiguientemente, la plusvalía crece.

Si se produce más y se paga el mismo salario la plusvalía se incrementa, luego la proporción del trabajo que vuelve al trabajador disminuye cada vez más.

Si en vez de producir 200, se produce 300, y el capital necesario (incluida la nueva tecnología) es de 100 + 20 de salario, la plusvalía es de 180.

Si antes la plusvalía era 100 y el trabajador cobraba 20 la proporción era de 1/5, ahora como la plusvalía es de 180, manteniendo la misma proporción de 1/5 le correspondería un salario de 36, pero como sigue cobrando los mismos 20, su salario disminuye.

Cuanta más plusvalía cree más disminuye el valor de su trabajo.

Cuanto más gana el patrón menos, en proporción, cobra él.

Pero esta explotación está condenada a alcanzar un punto en que el proletariado la encuentra intolerable, y se rebela.

El sistema capitalista es contradictorio “in se”. Cuanto más se desarrolle más pronto llegará a autodestruirse, a saltar por los aires (es un coche cuesta abajo, acelerado y sin frenos).

Podríamos esperar a que se despeñe pero, dice Marx, el proletariado puede acelerar el despeñamiento.

¿Cómo? Con la Revolución.

 El sistema capitalista será entonces reemplazado, provisionalmente, por la dictadura del proletariado, que abolirá la propiedad privada e introducirá un sistema y un Estado Socialista en que los medios de producción estén bajo total control del gobierno central.

Durante esta etapa la plusvalía recaerá en la sociedad y cada trabajador cobrará “según su trabajo”. Trabajos más difíciles o más fáciles, más o menos necesarios, más o menos productivos.

La sociedad, no algunos individuos, será la que se enriquezca, con el esfuerzo de “todos”, porque toda la plusvalía repercutirá sobre ella.

Pero esta etapa socialista o Estado Socialista también es provisional, y dará paso a la etapa última y definitiva, la “sociedad comunista” en que los intereses de los individuos y los intereses de la sociedad son los mismos.

En esta etapa, la abundancia será tal que de “a cada uno según su trabajo” se pasará a “a cada uno según su necesidad”.

El atleta y el trabajador necesitarán más oxígeno que quien esté sentado, pues que lo tome. No hay problema. Sobra. Hay para todos.

A nadie se le ocurre ir por la calle aspirando más aire del que necesita.

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