domingo, 7 de diciembre de 2014

ATEÍSMO (1)


        Ya que “Dios ha muerto”, ¿por qué no somos nosotros, los hombres, sus dignos sustitutos? Es el llamado Ateísmo Humanista, que no sólo surgió en el XIX, es que ha crecido, estamos rodeados, imbuidos, lo respiramos en nuestra vida cotidiana, como respiramos el aire.
       
        La Iglesia, la Ciencia-técnica y la revolución industrial, con todas sus secuelas sociales, lo parieron, lo alimentaron, creció y aquí está, enseñoreándose. Nietzsche, Comte y Marx firman la fe de nacimiento.
       
        Vivimos en un mundo secularizado. Ya no se ve a Dios entre los pucheros; y las maravillas del mundo nos maravillan, pero “no proclaman la gloria del Señor”, sino la de sus descubridores.
       
        La perspectiva religiosa del mundo y de la existencia humana ha perdido los papeles en la misma proporción en que los han ganado las perspectivas científicas y técnicas.
        Sobre todo ésta, la perspectiva tecnológica, el “saber hacer técnico” origina en los hombres una mentalidad creadora que ha marginado al mismísimo Creador.
       
        Este Ateísmo Postcristiano sostiene que la ciencia y la técnica han hecho de Dios una pieza “de más”, que sobra, que estorba, o, mejor, que no hace falta en el nuevo puzle de teorías científicas, y que la Razón se basta y se sobra para organizar la sociedad y solventar sus problemas. Ni Dios ni el Papa tienen papel que desempeñar en el nuevo espectáculo. “No nos hace falta la hipótesis Dios – dice el ateísmo humanista- para casi nada. Dios se ha quedado en paro sin misión que realizar porque, a medida que pasa el tiempo, los hombres vamos explicando más cosas y de una manera mejor”. El Papa ni siquiera es invitado, aunque la jerarquía eclesiástica se empeñe en ser guionista y director.

        En cualquier momento del día podríamos ir a un Centro de Salud, donde está el médico y a una iglesia, donde está el sacerdote, y podríamos comprobar cuáles son los nuevos templos de los hombres.

        Si se nos advierte por las Autoridades Sanitarias, que este año, el virus de la gripe ha sufrido una mutación, que no es el mismo que el de otros años y que las personas con tales enfermedades o con tal edad deben vacunarse para evitar el peligro de complicaciones en su salud, acudiremos en auxilio de la Razón, al Centro de Salud, antes que, o en lugar de, la Iglesia, para pedirle a Dios que “aleje de mí este cáliz”. E iremos a la farmacia a buscar la medicina antes que o en lugar de ir a la iglesia a rezar.

        Nos fiamos, creemos, tenemos más confianza en la Razón Científica, que en la fe religiosa. Estamos obrando, sin ser conscientes de ello, secularizadamente
       
        Aunque el ateísmo duro va mucho más allá. Es más. El ateísmo considera a Dios, no ya como un trasto inútil, sino que no existe, ni como trasto, que no puede existir, que ha sido un invento interesado de un grupo dominante.
       
        “Dios – dicen- es un sinsentido. El Mal en el mundo y un Dios Omnipotente y Padre, infinitamente bueno no pueden existir al mismo tiempo. Si el Mal, entonces no Dios. Si Dios, entonces no el Mal. Es así que el Mal está ahí, aquí, a mano, luego no Dios” (A. Camus. La peste).
       
        Es más –dirá Marx- para que el hombre sea realmente hombre debe no sólo olvidarse de Dios, sino negarlo. Yo no puedo ser auténticamente yo, libre, creador, autónomo, dueño de mí mismo si Él está ahí, frente a mí, sobre mí, infinito, omnitodo.
       
        El mundo actual no es anticristiano, ha trascendido al cristianismo. El mundo actual se está construyendo al margen del cristianismo.
        Nuestra cultura actual está tintada, traspasada de ateísmo, no antiteísmo. Es un humanismo sin Dios. Igualmente nuestra sociedad, es postcristiana, aunque antes de llegar aquí fue/tuvo que ser post-eclesiástica.
       
        (¡Por favor¡ No confundamos ni identifiquemos cristianismo con jerarquía eclesiástica. Estaríamos condenados a no entender nada).
        Si hubo un tiempo en que la Religión y la Iglesia lo invadían todo (y ¡ay¡ de quien no permitiera la invasión) y luego, en un tiempo posterior, prevalecieron sobre nuestras cabezas las Dos Espadas, Iglesia y Estado, en los tiempos modernos el Estado se interesa por la Iglesia  como puede interesarse por el idioma, la raza o el sexo.
       
        Esta primera secularización, entendida como separación Iglesia – Estado ha dado paso a la 2ª secularización, que nos afecta más directamente, la separación Religión – vida.
       
        El hombre actual, tú y yo, sentimos la vida como mundana, inmanente, de este mundo. Vivir ahora, aquí, así, cada vez mejor, sintiéndola nuestra, disfrutándola, gastándola, no invirtiéndola para la vida eterna.
       
        El demonio es un cuento chino interesado y el mundo y la carne han dejado de ser enemigos del alma y se han convertido en amigos del hombre, los invitados permanentes. No hay que despreciar sino, al revés, apreciar, y mucho el goce, las cosas, el placer, los placeres.

        La Iglesia sigue en sus cuarteles, anclada en el Antiguo Régimen. Sus instituciones se han quedado varadas en la arena de la historia de siglos atrás.

        Cuando el mundo estaba siendo protagonista de revoluciones de todo tipo, la Iglesia continuaba con el freno echado o involucionaba pero siempre poniendo piedras en la rueda del progreso. Se quedó atrás. Sigue atrás. En vez de evolucionar re-accionó y sigue rea-accionando ante los avances tecnológicos. Se ha quedado anacrónica. No parece que sea de nuestro tiempo, ni en su pensar, ni en su obrar, ni en su manifestarse.
(La única excepción es este nuevo Papa que se presenta como hombre comprensivo más que como super-hombre “tocado” por Dios)

        ¿Cómo no pudo darse cuenta de que en las ciudades las multitudes trabajadoras  dejaron de vivir y de habitar alrededor de la catedral y su olor a incienso y pasaron a vivir y a estar alrededor de las chimeneas malolientes y humeantes de las fábricas, en los barrios obreros?.

        La distancia física fue fraguando el alejamiento religioso. Ella seguía soñando y prometiendo un paraíso celestial y ellos, que estaban viviendo en un infierno laboral y vital, sólo soñaban en un posible, aunque fuera menguado, paraíso terrenal.

        El mensaje del pasado no calaba en el presente; el presente no se dejaba fecundar por el pasado. El desencuentro plantó su tienda. La antigua unión, por amor o por temor, se rompió. Si había habido matrimonio éste no había sido consumado. La separación y el divorcio era la salida menos traumática. Entre dos que nada tienen en común ¿para qué seguir juntos?.

        Los que se pusieron manos a la obra para intentar abortar o al menos atenuar la injusticia reinante y creciente, fueron los que consiguieron la mano de la chica.
        El proletariado tomó conciencia de sí y de su atribulada vida olvidándose de los que, a cambio de soportar esta vida, te prometían la vida eterna. El estómago vacío y la ilusión desmedida hacen pocas migas.

        El ateísmo no era antieclesiástico, miraba a otro lado. La Iglesia sí que montaba campañas anti-ateas, con encíclicas y demás documentos papales. Pero, ya, era demasiado tarde. La reconciliación era imposible. Ya lo dice el refrán, “no hay mayor desprecio que el no hacer aprecio”, y la novia ya no apreciaba al pretendiente.

        Por el contrario, el estar constantemente hablando mal del otro nuevo compañero, al que tú ves que no es malo ni tan malo como lo pintan, porque estás conviviendo con él, lo estás convirtiendo en mito. El comunismo ateo, como nueva ideología y luchando contra el infierno para crear un mundo que fuera lo más parecido a un hogar para el hombre, se convirtió en mito. Y los mitos son muy forzudos, además de atractivos.

        El Concilio Vaticano II consiguió hacerse cargo del mundo tal como era, hasta con su ateísmo, buscando a la persona, pero el Concilio fue la flor de un día, duró lo que dura un fogonazo y el postconcilio convirtió en desierto el proyecto de oasis como lugar de encuentro. Los nuevos cristianos comprometidos son separados y/o vilipendiados y al mensaje  de la Teología de la Liberación le han apagado el micrófono y la han expulsado del local. Ellos, los que aún viven, son la excepción que confirma la regla.

        Hubo un tiempo, y lo recuerdo perfectamente en mi etapa de estudiante, en que proliferaron los diálogos cristiano-marxistas y los famosos curas obreros. Pronto pasaron a la historia. Hoy no son más que dos monólogos vueltos de espalda. Uno habla de ciencia y verificación, de verdades históricas; el otro de Revelación y Dogma, de verdades absolutas. El diálogo es difícil, si no imposible.

        El método científico no permite abordar el tema de Dios, Éste no entra dentro de su campo de estudio, porque no se deja apresar en el punto de partida. Nada hay de observable ni de experimentable en Él. Lo más que puede haber es vivencia particular, y esto no es científico, no que no sea real y maravilloso y extraordinario y… No que no exista Dios, es que no es científico su tratamiento. PERO ¿quién es el insensato que dirá que sólo existe lo científico y que sólo lo científico vale?. Ni el amor, ni la belleza, ni la bondad, ni la solidaridad, ni la comprensión…. son científicos y su valor, si lo calculáramos, sería incalculable, sumamente valioso.

        ¿Cómo hacer que Dios impregne y eche raíces en esta vida si es que tiene que impregnarla y echar raíces en ella?. Ése es/tiene que ser el reto de los cristianos.


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