viernes, 6 de marzo de 2015

MEZCLA DE CULTURAS (2)



        Yo iniciaba este escrito citando a un francés, pero esa frase la hago mía.
        “Yo, Tomás, soy hombre por naturaleza, y salmantino, andaluz y malagueño por accidente”.
Quizás otras personas un alemán o un japonés del primer tercio del siglo XX, o quizás muchos vascos o catalanes de hoy día, cambien la frase y digan “Soy esencialmente alemán, japonés, catalán o vasco y soy hombre gracias a mi calidad de alemán, de japonés, de catalán o de vasco”.
        ¡Qué barbaridad¡
        Automáticamente, de un plumazo, hemos sido arrojados, apartados, de la categoría de hombres, de la categoría de personas,  todos los que no somos alemanes, japoneses, vascos o catalanes. Por lo tanto podemos matar a los judíos (porque no son personas) o darle un tiro en la sien a un “españolista”, porque no es vasco.
        ¡Que barbaridad¡
        Dar el salto de esa idea a esa acción es sólo cuestión de tiempo. Considerar al otro como una pieza, como una presa de caza.

        Lo que es para mí la cultura y lo que pudiera ser para un hitleriano o para un etarra, es algo totalmente distinto.
        Yo puedo hablar de culturas diferentes, ellos sólo de su cultura, que es LA cultura (las demás son una mierda). LA cultura que los ha esencializado y los sigue esencializando mientras sigan nutriéndose de ella y se empeñan en esencializar a todos los que le rodean, apartándoles del peligro de contaminación por parte de otras culturas.
        Si el alemán y el japonés de no hace mucho, pensaban así, de los de hoy ya no se puede decir lo mismo.
        Por desgracia, muchos vascos y muchos catalanes  siguen y siguen y siguen y una manera de conseguir atraerlos a todos a su redil es no permitiendo la libertad de las lenguas.
        Las lenguas son un arma, son como un cuchillo, que pueden servir para pelar una naranja, para hablar con tu vecino o para clavársela o clavártela en el corazón.
        Yo te pelo la naranja, tu habla conmigo y alejarás el peligro de cortarte.
        ¡Esto es, sencillamente, monstruoso¡. Porque una sola lengua circunvala a la persona y toda circunvalación empobrece. El ombligo es sólo ombligo. Y del centro deben partir vías que traspasen las rondas de circunvalación y te pongan en contacto con otros pueblos, con otras lenguas, otras ideas, otros comportamientos, otros puntos de vista, otras maneras distintas de ver y afrontar las cosas.
        Uno nace en su terruño, pero el lugar del hombre es toda la tierra y sus compañeros toda la humanidad.
        Todo viaje, aunque sólo sea un viaje mental, siempre enriquece, porque al conocer comparas y si ves algo mejor puedes cogerlo y si compruebas que es peor puedes y debes dejarlo.
        Que en el siglo XVIII un francés se creyese excepcional, puede pasar porque todo el mundo civilizado hablaba y pensaba en francés, se nutría de la Ilustración y de la Revolución y sus consecuencias.
        Los países civilizados importaron la Revolución francesa adaptada a sus peculiaridades (La revolución americana, Austria, Rusia, Alemania, Italia, algo España…) Pero ¿Que esto lo quiera hacer un vasco, creerse excepcional, encerrado entre montañas y en unos cuantos kilómetros cuadrados?.
        ¡Qué estrechez de miras¡
        ¿Recuerdan Uds. cuando, en los años 60, se decía que Europa tenía envidia de España y que por eso España no estaba en Europa?.
        ¡Qué estrechez de miras que quisieron imbuirnos?.

        Contempladas así las cosas, un cierto etnocentrismo se vería como algo no raro en un francés de hoy con memoria histórica de su glorioso pasado.
        Si la Liberté, la Equalité y la Fraternité, hoy, siguen presentes y vigentes  en casi todos los ordenamientos jurídicos, sus creadores podrían, incluso hoy, seguir sintiéndose orgullosos.

        Ese individualismo, esos derechos de las personas concretas, como uno de los valores de la modernidad, francesa, se extenderá como una mancha de aceite.
        El mundo, a partir de ahí, se dividirá en países desarrollados y subdesarrollados.

        La Razón, lo universal, se va expandiendo e imponiendo por todas partes y lo particular se va adaptando a su manera, asimilando más o menos, de una forma u otra.
        Compatibilizando las técnicas y las ideas modernas con sus modos de ser más antiguos y anticuados, particulares, de una población o de una región.
        Pensemos en la TV, en las tecnologías industriales, en las técnicas agrícolas o pesqueras…. El que no las asumió quedó en desventaja. El progreso se impone por sí mismo. Pensemos en las vacunas, en el riego por goteo. Pensemos en lo último, la telefonía móvil, Internet,… Quien no se monta en el tren del progreso se quedará en tierra y el próximo tren, si pasa y cuando pase, siempre irá detrás del tren que ya ha pasado.
        Mezcolanza de los modos de ser modernos, que se imponen, y los modos de ser particulares que se resisten.
        Siempre mezcla, en mayor o menor proporción.
        Nunca absorción total o inmersión pura y dura.
        Nunca se darán al 100%, ni una ni la otra, ni las dos.
        Ni los fanáticos de la modernidad, ni los fanáticos y nostálgicos de la tradición se saldrán con la suya.
        Los productos autóctonos se mezclarán con los móviles y los Mp3.

        Cultura, hemos dicho en otro sitio, son los modos de ser y los modos de comportarse, los modos de vivir, de pensar y de hacer, desde la religión hasta las técnica empleadas.
        Siempre debemos tener en cuenta que las culturas nunca entran directamente en contacto en TODA su extensión sino sólo en parte, en ciertos puntos o zonas.
        Cuando un subsahariano llega a España no abandona en la costa toda su carga cultural. Sólo una parte de su conducta se sentirá comprometida. Tendrá que aceptar los horarios de trabajo y la jornada laboral. Y si va al supermercado, al Banco o al cine tendrá que ponerse a la cola y abonar la factura o la entrada correspondiente. Y si tiene ganas de cambiarle el agua al canario o hacer de cuerpo, tendrá que hacerlo en los lugares habilitados para ello.  Pero nadie se meterá con su peinado, con su calzado, o con la comida que compra o los amigos que tiene.
        El impacto de una cultura en la otra es siempre parcial, tanto a nivel general de las culturas como a nivel particular de los individuos.
        Y podemos encontrar a familias enteras que en la calle viven adaptadas pero que en sus casas continúan repitiendo los mismos patrones.
        Ver unos padres que se vacunan contra la gripe, vacunan a sus hijos de la viruela y acuden a los servicios sociales y que, aprovechando unas vacaciones le practican la ablación del clítoris a sus hijas sin ninguna garantía higiénica poniendo en riesgo su vida.

        A las culturas nadie en persona, directamente, las ha visto nacer ni nadie las verá morir, pero todos las vemos cambiar (yo recuerdo las colas que se formaban en la única cabina telefónica que había en el barrio cada vez que veníamos de viaje, sólo para decir que habíamos llegado bien). Pero aunque no las veamos nacer ni morir, sí podemos comprobar que muchas han desaparecido.
        No al pedigrí de las culturas.
        Sí a la hibridación de las culturas.
        Sí a las mutuas influencias, tras el contacto, y que la vida siga.

        Si Darwin hablaba de la lucha por la vida de los individuos y de las especies, igualmente se da una lucha por la vida entre las culturas.
        Igual que las plantas y los animales se adaptan o desaparecen, igualmente las culturas se adaptan unas a otras para sobrevivir, pretendiendo, cada una de ellas, naturalmente, dominar y defendiéndose para no ser engullidas. Y las culturas hoy dominadas hubo un tiempo en que fueron dominantes y al revés. Las culturas, al igual que las naciones, fueron surgiendo, creciendo, llegaron a la cima, comenzaron a decaer, algunas se extinguieron pero otras se readaptaron y continuaron otro ciclo. Esa es la vida de las culturas.

        Esa interacción va preñada de transformaciones.

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