jueves, 2 de julio de 2015

MARÍA MAGDALENA (1)

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La Iglesia le ha tenido, siempre, como mucho miedo a este personaje, pues la Magdalena aparece asociada afectivamente a Jesús.
Si eso hubiera sido así la Iglesia veía en ella y en la relación afectiva con Jesús, como un terremoto que removería los cimientos mismos de la Iglesia.

Desde los orígenes del Cristianismo fue tejiéndose alrededor de María Magdalena una red de fábulas y caricaturas para que, ocultando su identidad, quitarle relevancia o eliminarla de papel fundamental alguno en la fundación de la nueva secta cristiana.

Y la mejor manera de defenestrarla era proclamar su condición de “prostituta-ramera-puta” o que estaba poseída por demonios impuros o que era una gran pecadora, aunque arrepentida y penitente (que es como suelen mostrarla los pintores de la misma) y que se habría retirado al desierto para expiar sus faltas.

¿Cómo se puede dar el salto desde “una prostituta que unge….” a que era la Magdalena por el mero hecho de que en un capítulo posterior se hable de ella, en Lucas?

Ésta, la “ramera y endemoniada” fue la “Magdalena inventada e interesada”, muy distinta a la que sería la “Magdalena real”, la mujer escogida como compañera por Jesús de Nazaret y la destinataria primera de sus revelaciones y de los secretos de su sabiduría. Lo que cabrearía enormemente al cateto y machista Pedro, que no entendía por qué una mujer era preferible a sus discípulos.

Hasta los evangelios confirman que fue ella la primera a la que se le apareció Jesús tras la resurrección, antes, incluso, que a su misma madre y es a la que envía a comunicárselo a sus amedrentados y escondidos discípulos.

La hipótesis con la que hoy se juega, y que parece la más plausible, es que Magdalena vivió con Jesús una apasionada historia de amor. Es lo que se deduce tras el descubrimiento, en 1.945, de los evangelios apócrifos.

Y esta hipótesis hay que encuadrarla en su tiempo y en su lugar.
Habría sido raro, muy raro, que Jesús hubiera optado por el celibato, la soltería, en una cultura en que la paternidad era uno de los bienes más preciados.

La opción por la unión sentimental y el anuncio al mundo de una buena nueva de que Dios iba a dejar de ser Juez y comenzaba a ser Padre y ese mensaje sería anunciado y propagado por una mujer (algo insólito).

Aunque Pedro fuera la “primera piedra”, quizá el edificio estuviera encomendado a la Magdalena.

¿Por qué la campaña de Pedro y Pablo ganaron la batalla contra ella, oscureciendo la imagen de la Magdalena? Haciendo de ella, la compañera sentimental de Jesús, una prostituta, aunque arrepentida.

No hablamos de El Código da Vinci, en el que Dan Brown sugiere una descendencia de ambos y que la Iglesia quiere acabar con ella y el genio de Leonardo habría dejado en sus obras ciertas claves para transmitir el secreto a la posteridad.
El éxito de la obra, con mucha fantasía de por medio, tuvo el mérito de poner sobre el tapete el gran tabú de la Iglesia: la relación sentimental de Jesús con aquella mujer de Magdala.

Hoy se sabe, a partir de los nuevos documentos, que no hubo uno sino varios cristianismos en sus inicios y que uno de ellos había sido liderado por la Magdalena, aunque acabarían triunfando los de Pedro y Pablo.

No está de más recordar que, en sus inicios, el cristianismo fue una secta revolucionaria nacida en el seno mismo del judaísmo.

Los manuscritos gnósticos de la Biblioteca egipcia están obligando a la teología católica a una relectura de los evangelios canónicos, sobre todo del cuarto, el de Juan, que tantos quebraderos de cabeza dio siempre a la Iglesia por su fuerte sustrato gnóstico, nada que ver con los sinópticos.

El gnosticismo cristiano fue una de las primeras corrientes teológicas y condenada, más tarde, por la Iglesia oficial.

Incluso se lanza o se sugiera la hipótesis de que el 4º Evangelio fuera obra de, o al menos inspirado por, la Magdalena.

Y continúan las sospechas y las dudas: ¿Y si el “discípulo amado”  fuera, en verdad, la “discípula amada” o un joven, hijo del amor entre Jesús y la Magdalena?
Lo del “discípulo amado” ha traído cola, llegándose a sugerir ciertas tendencias homosexuales de Jesús.

Y siguen las preguntas.
¿Era, la Magdalena, judía o pagana? ¿Cuál era su formación intelectual? ¿Por qué la elegiría Jesús como receptora de sus misterios?

Tanto en los canónicos como en los apócrifos pueden rastrearse rasgos de esta mujer.
Una historia de amor humano y no sólo religioso, sino con su componente sexual normal entre dos personas que se aman.
Y, amándolo, lo siguió hasta la cruz y lo vio morir y seguiría amándolo una vez resucitado.

Una increíble historia de amor, hasta ahora celosamente ocultada por el conservadurismo machista y patriarcal de las Iglesias.


¿Por qué no?

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