domingo, 5 de julio de 2015

MARÍA MAGDALENA (2)



¿Prostituta? ¿Endemoniada?

Como “pecadora arrepentida”, que se retiró al desierto para hacer penitencia por sus lujuriosos pecados. Así aparece en miles de pinturas durante miles de años.
Y en los sermones, en los ejercicios espirituales, en los escritos de la Iglesia, en la literatura eclesiástica,… y, a base de machacar y machacar, se nos ha incrustado en la mente esa figura de esa mujer, María Magdalena.

Incluso ha llegado a considerársela como la “patrona de las prostitutas”

Ha habido que esperar a Juan XXIII y al Concilio Vaticano II para que dejara de ser considerada prostituta y en el día de su fiesta litúrgica (el 22 de Julio) ya no aparece como la penitente (lo que suponía que había sido pecadora) y, en la misa, en vez del pasaje de Lucas, en el que se describe la unción de la prostituta, se lee, ahora, el pasaje de Juan, en el que se narra que María Magdalena fue la primera en acudir al sepulcro tras la crucifixión y la primera en anunciar a los apóstoles que el Maestro estaba vivo.

¿Y esto lo hace una prostituta?, ¿Esto lo hacia ella por ser prostituta? ¿Es que Jesús era un cliente? ¿Ni siquiera su madre fue la primera?
¿No habrá que cambiar de registro y de interpretación?

A partir del Concilio Vaticano II la Magdalena ya no es una prostituta convertida sino la mujer santa que fue testigo y apóstol en la primera comunidad cristina.

¿Por qué ha dejado de ser lo que durante 20 siglos ha sido? ¿Por qué la Iglesia se ha rendido?
Por la evidencia de los estudios bíblicos y teológicos.

Y, si ya no es lo que era, ¿qué era, entonces? ¿Cuál fue su verdadero papel en la fundación del cristianismo?, ¿Y en la relación, incluso sentimental, con Jesús de Nazaret?

La confusión arranca del texto de Lucas (7, 36-50) en el que se narra que Jesús fue invitado a comer en la casa de un fariseo y, sabiendo que el Maestro estaba allí,  una “mujer pecadora pública”, es decir, una prostituta, se presentó allí con un frasco de alabastro lleno de perfume y “poniéndose a sus pies, comenzó a llorar y con sus lágrimas le mojaba los pies y con su melena se los secaba, besaba sus pies y los ungía con su perfume”
El fariseo anfitrión, escandalizado, piensa que si Jesús fuera un verdadero profeta, habría sabido qué tipo de mujer lo estaba tocando, pues era conocida públicamente como pecadora.
Jesús, adivinando los pensamientos del fariseo y, tras reprocharle que él no hubiera cumplido con las normas elementales judías usadas para recibir a un huésped y amigo (ofrecerle agua para lavarse los pies, darle el beso de bienvenida y ungirle la cabeza con aceite) le recuerda que aquella mujer sí había hecho lo que él no había hecho.
Jesús le dice que sus pecados le son perdonados y que se vaya en paz.

PERO ¿dónde dice que “esa prostituta” que se cuela en el comedor del fariseo fuera y se llamara María Magdalena?

Y es que, algo después, Lucas (8, 1-4) dice que Jesús, mientras recorría pueblos y aldeas, “le acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades, entre ellas María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios”

Por la continuidad de los pasajes (7, 36-50 y 8, 1-4) se identificó a la “prostituta” del primer pasaje de la casa del fariseo con la “endemoniada” del segundo pasaje, pero Lucas nunca dice que la “prostituta” se llamara María Magdalena.

También se habla de otra María, la hermana de Lázaro, al que resucitó de entre los muertos (Juan, 12, 1-8) en el que se narra que, estando cenando en casa de Lázaro, María “tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó de olor a perfume”.
Y es cuando Judas Iscariote se irrita y dice que por qué no se ha vendido ese perfume y con el dinero cobrado (unos 300 denarios) se podía haber socorrido a muchos pobres. A lo que Jesús le responde: “déjala que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis entre vosotros, mientras que a mí no siempre me tendréis”

(Jesús ya sabía que andaban buscándolo y conocía el destino final que le esperaba, por eso alude a los perfumes que se utilizaban para honrar los cuerpos de los fallecidos antes de enterrarlos).

Judas y el dinero, el que se sacaría con… y el que sacó con el beso.

En mi pueblo, el Sábado Santo, los jóvenes íbamos al pinar y cortábamos tres pinos. Por la noche los plantábamos a la entrada de la iglesia. Las llamábamos “Las tres Marías”.
Suponíamos que se referían a María (la madre de Jesús), a María Magdalena y a María (la hermana de Lázaro, (al que resucitó) y de la hacendosa Marta.
Las tres que habrían estado presentes en la crucifixión y muerte de Jesús y que también lo enterrarían en la tumba que le prestó José de Arimatea y que acudirían, al día siguiente, y comprobarían que la tumba estaba vacía.

Pero en el Nuevo Testamento aparecen hasta 7 Marías, a las que se les suele añadir una identificación (“la de Magdala”, “la madre de Jesús”, “la hermana de”, “la madre de Jacobo y José” (que al ser los hermanos mayores de Jesús, debe de referirse a la Virgen María), “la esposa de Cleofás”.
¿Y la prostituta?

Pero las tres mujeres del evangelio serían: la prostituta, sin nombre, la piadosa (antes endemoniada, María Magdalena) y María, la hermana de Lázaro y de Marta.

¿Cuál de las tres fue la primera que acudió a la tumba o no era ninguna de ellas sino otra María, porque lo que sabemos de María, la hermana de su amigo Lázaro, era que reservaba perfume para su sepultura?
Identificar a ésta con la Magdalena ha dado lugar a la hipótesis o leyenda (¿peregrina?) de que se hubiera refugiado en el sur de Francia, junto a Lázaro y Marta, perseguidos porque se había descubierto que ella era la esposa de Jesús, que iba embarazada, el Santo Grial, su estirpe,…
Tampoco puede deducirse que esta María fuera una mujer pública y escandalosa, una prostituta, una ramera.

Y el hecho de que fuera María Magdalena la que acudiera a la tumba con aceites para ungir el cuerpo nada prueba de que fuera la mujer pública que en casa del fariseo, durante la comida, ungiera sus pies. Dice el Evangelio que fue una mujer así, pero no dice que fuera La Magdalena. La confusión (ya lo hemos indicado) es que ambos textos están seguidos.

Pero es que hoy sabemos que, en las costumbres de aquel tiempo, el uso de aceites y ungüentos era algo común y no sólo afectaba a los rituales mortuorios (que también), sino que también era un ritual que afectaba al amor.

Yo, de monaguillo, acudía con el cura a dar la “extremaunción” o “unción a los enfermos” y a los que estaban en trance de muerte y llevaba los “santos ungüentos”, aceite de oliva bendecido, y que el cura iba, una vez untado en él el dedo pulgar, haciendo la señal de la cruz en los cinco sentidos, al tiempo que iba repitiendo “ego te absolvo…” de todos los pecados cometidos con o a través de ellos.

Es decir que la Iglesia ha seguido usando el aceite/ungüento, no sólo en la Extremaunción, también en el Bautismo.

Mientras la Iglesia Romana llegó a identificar a las tres mujeres (la prostituta, la hermana de Lázaro y la Magdalena) en una sola persona, la Iglesia oriental siempre las consideró separadas y como personas diferentes.
Para la Iglesia Griega la Magdalena incluso era virgen.

Hoy nadie consideraría a la Magdalena como la prostituta.

¿Y COMO ENDEMONIADA?


Tres de los cuatro evangelios lo atestiguan (Marcos, Lucas y Juan): “Jesús había arrojado de ella 7 demonios”
“Endemoniada”, por lo tanto “pecadora” y como el pecado fundamental era el “pecado del sexo”, María Magdalena no era una vulgar prostituta, sino “una gran prostituta”, pues fueron 7, no uno, los demonios expulsados. Estaba “muy endemoniada”,

Aunque conviene saber que los números tienen profundos significados simbólicos en la Biblia.

¿Por qué 7 y no 5 ó 9?

El 3, el 7 y el 12 son números simbólicos, no cuantitativos (¿pueden “contarse” los demonios?

3 son las personas divinas, las que forman la Sagrada Familia, el grupo de los crucificados, los días que estuvo muerto, resucitando al tercer día, las virtudes teologales,…. (Pitágoras diría que 3 era la suma del primer número impar (1) con el primer número par (2) y que representaba el volumen, con sus 3 dimensiones (largo, ancho y alto)

7 fueron los días que tardó Dios en la creación, los días de la semana, los 7 pecados capitales, las 7 virtudes opuestas, los 7 demonios de María Magdalena o las 70 veces 7 que hay que perdonar.

12 fueron las tribus de Israel, 12 apóstoles, los 12 meses del año, los 12 signos del Zodíaco,…

Una mujer con 7 demonios dentro (y, luego, expulsados) tenía que ser no una mujer cualquiera, sino una mujer importante.

En tiempos de Jesús cualquier trastorno psíquico se confundía con la posesión diabólica (como nosotros decimos, en general, que esa persona “está loca”) y estar poseído por un espíritu diabólico significaba, también, sufrir una enfermedad desconocida.
Por lo tanto, lo que puede deducirse de los 7 demonios que tenía dentro y que fueron expulsados, es que María Magdalena había estado enferma y que Jesús la curó. Nada más.

La posesión diabólica, pues, nada tendría que ver con “los pecados de sexo” y al expresar que Jesús arrojó de ella 7 demonios pudiera ser interpretado que Jesús “la purificó de todo mal”.

Pero, durante siglos, la Iglesia la consideró como símbolo de pecado del sexo y como una pecadora arrepentida, para oponerla, frontalmente, con la Virgen e Inmaculada María.
Magdalena sería el espejo de Eva, mientras María sería la “nueva Eva”, la mujer sin pecado, incluso sin pecado original.

A partir del siglo X fue cuando comenzó a ser considerada como “ejemplo de perdición del mundo”, la “esclava de la lujuria”, la “atormentada por deseos impuros”, por eso se retiró al desierto, pasó su vida escondida en una gruta, haciendo penitencia y mortificando su carne.

Todos hemos oído o dicho lo de “llorar como una Magdalena”.

La “prostituta” y “endemoniada” se convierte a la fe, da un giro de 180 grados y de ser…. se convierte en el “mito de la cristiana arrepentida que llora y purga sus pecados”, ejemplo a imitar por todas las mujeres más o menos pecadoras, arrepentidas de su vida pasada.

Haciendo de ella una “prostituta arrepentida” se la aleja del peligro de que aparezca no sólo como una mujer especial, la más cercana a Jesús, sino como la mujer que recibió del Maestro los secretos mejor guardados, la “primera apóstol (o apóstola), la que tendría que haber sido, quizá, la primera fundadora del cristianismo, por haber sido ella la primera y única testigo de la resurrección (todos los demás, por lo pronto, la creyeron, pero sólo ella fue testigo ocular).

¿No afirmó Pablo que “si Cristo no ha resucitado…?”, pero sólo ella lo vio y los demás la creyeron.

Sólo hoy, tras los descubrimientos de algunos escritos gnósticos en Egipto, sobre todo los apócrifos de Magdalena y de Tomás, se ha comenzado una revisión de la figura de la Magdalena, a la que los evangelios canónicos colocan como a la mujer más importante de la caravana apostólica de Jesús y la que, entre otras, cubría los gastos de la comunidad con sus propias pertenencias, con sus propios bienes.

Pero para poder fijar lo que REALMENTE FUE el primer paso es fijar lo que REALMENTE NO FUE.

Hay que desterrar, de una vez, la imagen negativa que la Iglesia fue creando en torno a ella a medida que la Institución Jerarquizada se masculinizaba y se convertía en baluarte contra el sexo “como ejercicio humano de diálogo y de felicidad” reduciéndolo a una mera función procreativa, y que si no iba acompañada de orgasmo mejor que mejor, y colocando sus opuestos, el celibato y la virginidad, por encima del matrimonio, aunque se dijera que “curas y monjas (con esclava en el dedo incluida) estaban casados/as con Dios”.

Así el sexo se hizo pecado y María Magdalena sería la encarnación del pecado del sexo.

La arrepentida, la llorosa y la perdonada. Por tanto, la santa.

Prostituta, endemoniada, pecadora, encarnación del mal, símbolo de arrepentimiento… todo menos lo que realmente sería, la mujer más importante en el cristianismo naciente.
Sólo María, la madre de Jesús, podría hacerle sombra, pero sólo por ser su madre, no por su intervención en el primer movimiento cristiano.
Incluso la Magdalena es más visible que María en los evangelios.

Nunca es posible olvidar que fue a ella, y no a su madre, a quien primero se le aparece.


¿Será por aquello de “el varón abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa…”?

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