lunes, 14 de septiembre de 2015

EL CRISTIANISMO (1) ¿QUÉ ES EL CRISTIANISMO?



Como llevo sumergido, durante el verano, en la “Cultura Religiosa”, sigamos buceando.

¿Qué es el Cristianismo?
Quien quiera saber algo de él que no acuda a los Catecismos de nuestros tiempos, que no son sino productos estereotipados, secos, de una incomprensible Teología desfasada y abstracta, que nada tiene que ver con el Cristianismo auténtico.
Sería como querer experimentar el sabor de un beso y preguntárselo al cura a punto de jubilarse.

La vivencia del Cristianismo (porque éste es un “vivir”, no un “saber”) es/debe ser como el orgasmo (que muchos lo consiguen sin tener que saber sus mecanismos) mientras otros conocen sus mecanismos pero nunca lo han experimentado.

Los catecismos han hecho más mal que bien, porque se puede ser (quizá se deba ser) cristiano y anti-Iglesia como jerarquía y estructura piramidal  de poder.
Afirmo que muchos son cristianos sin saberlo, porque su modo de vida sintoniza con el mensaje del evangelio de Jesús de Nazaret.

Ya los Padres de La Iglesia decían que algunos filósofos, antes de Cristo, deberían ser considerados como cristianos, al obrar de manera semejante.

Todo lo que, semanas atrás, he ido colgando en el Blog no ha sido “religión” sino “cultura religiosa”, necesaria para poder interpretar el mundo en el que nos desarrollamos.

Creo (y así lo he defendido siempre) que la Cultura Religiosa debería ser asignatura obligatoria en la escuela, porque son “conocimientos”, al tiempo que la religión, al ser “vivencia”, debería quedar en el ámbito privado o en los centros religiosos correspondientes.

No es una barbaridad lo que voy a decir “La Biblia, bien explicada y debidamente contextualizada, debería ser de lectura obligatoria en la escuela, porque es “patrimonio cultural de la humanidad”, al estar en los orígenes de nuestra civilización.

Queramos o no, seamos conscientes o no, somos el producto de la Razón Griega, del Derecho Romano y de la Moral Cristiana.

Sin embargo ha estado prohibido leer la biblia y muchas traducciones han estado en el Índice de Libros Prohibidos.

Para la Iglesia los fieles han sido siempre menores de edad, necesitados de tutores, que son los que “sabrán responder toda pregunta que Ud., haga” y que se consideran a sí mismos los intermediarios necesarios entre el mensaje y el receptor, porque son “sacer-dotes”.

Para poner la Biblia (“palabra de Dios”) al alcance de hasta el más tonto fue sustituida por la nefasta Historia Sagrada (“palabra de hombres”), desvirtuándolo todo.

Cuando viajo por toda Europa, en países cristianos, aunque no católicos, en los hoteles, el libro que nunca falta, en la mesilla, es la Biblia.
En los hoteles españoles a lo máximo que se llega es que haya revistas del corazón o alguna revista semi-porno.

Incluso cuando está siendo asignatura obligatoria, despectivamente se la denomina como “una maría”

Y es que, la enseñanza religiosa no debería ser un conjunto de respuestas  ya establecidas, a preguntas que muy pocos se hacen y que no se hacen.

La enseñanza religiosa debe tener como aliada de examen a la Razón Crítica, así como, para vivirla es fundamental la conciencia personal y no las tragaderas y una moral heterónoma.

Pero Razón Crítica + Moral Autónoma + Conciencia Moral Individual lo que conlleva, en la mayoría de los casos es a la discrepancia con la autoridad religiosa por esa “manía de pensar y decidir por su cuenta”, así como la exposición a ser considerado hereje o ser expulsado del rebaño fiel y obediente, con la cantidad de lobos peligrosos que esperan ahí fuera acechando.

“Por seguir su conciencia cierta el cristiano debe exponerse a que le expulsen de la iglesia” –y lo dice, nada más y nada menos que, Santo Tomás.

Y habla de “conciencia cierta”, no de “conciencia verdadera”.
Ser consecuente y obrar, en consecuencia, según la “conciencia cierta”, aunque, luego, se equivoque.

La Iglesia, primero a través de la Santa Inquisición y después a través de la misma pero con nombre menos brutal, el uso de “eufemismos” nunca ha querido dejar cabo suelto alguno.

A lo largo de la historia han sido muchos, y hasta los místicos españoles, los que han sido “advertidos” por dicho organismo, estando siéndolo, últimamente, los Teólogos de la Liberación, promotores de un cristianismo evangélico (no vaticanista) vivido con los más necesitados, con los excluidos, como lo había predicado y practicado Jesús de Nazaret, que lo expresaba en parábolas, siempre abiertas, para que el público entendiera y captara el mensaje, al revés que esa letra muerta, transida de abstracción, de nuestros catecismos, pequeños tratados de teología.

Como llevo sumergido, durante el verano, en la “Cultura Religiosa”, sigamos buceando.

¿Qué es el Cristianismo?
Quien quiera saber algo de él que no acuda a los Catecismos de nuestros tiempos, que no son sino productos estereotipados, secos, de una incomprensible Teología desfasada y abstracta, que nada tiene que ver con el Cristianismo auténtico.
Sería como querer experimentar el sabor de un beso y preguntárselo al cura a punto de jubilarse.

La vivencia del Cristianismo (porque éste es un “vivir”, no un “saber”) es/debe ser como el orgasmo (que muchos lo consiguen sin tener que saber sus mecanismos) mientras otros conocen sus mecanismos pero nunca lo han experimentado.

Los catecismos han hecho más mal que bien, porque se puede ser (quizá se deba ser) cristiano y anti-Iglesia como jerarquía y estructura piramidal  de poder.
Afirmo que muchos son cristianos sin saberlo, porque su modo de vida sintoniza con el mensaje del evangelio de Jesús de Nazaret.

Ya los Padres de La Iglesia decían que algunos filósofos, antes de Cristo, deberían ser considerados como cristianos, al obrar de manera semejante.

Todo lo que, semanas atrás, he ido colgando en el Blog no ha sido “religión” sino “cultura religiosa”, necesaria para poder interpretar el mundo en el que nos desarrollamos.

Creo (y así lo he defendido siempre) que la Cultura Religiosa debería ser asignatura obligatoria en la escuela, porque son “conocimientos”, al tiempo que la religión, al ser “vivencia”, debería quedar en el ámbito privado o en los centros religiosos correspondientes.

No es una barbaridad lo que voy a decir “La Biblia, bien explicada y debidamente contextualizada, debería ser de lectura obligatoria en la escuela, porque es “patrimonio cultural de la humanidad”, al estar en los orígenes de nuestra civilización.

Queramos o no, seamos conscientes o no, somos el producto de la Razón Griega, del Derecho Romano y de la Moral Cristiana.

Sin embargo ha estado prohibido leer la biblia y muchas traducciones han estado en el Índice de Libros Prohibidos.

Para la Iglesia los fieles han sido siempre menores de edad, necesitados de tutores, que son los que “sabrán responder toda pregunta que Ud., haga” y que se consideran a sí mismos los intermediarios necesarios entre el mensaje y el receptor, porque son “sacer-dotes”.

Para poner la Biblia (“palabra de Dios”) al alcance de hasta el más tonto fue sustituida por la nefasta Historia Sagrada (“palabra de hombres”), desvirtuándolo todo.

Cuando viajo por toda Europa, en países cristianos, aunque no católicos, en los hoteles, el libro que nunca falta, en la mesilla, es la Biblia.
En los hoteles españoles a lo máximo que se llega es que haya revistas del corazón o alguna revista semi-porno.

Incluso cuando está siendo asignatura obligatoria, despectivamente se la denomina como “una maría”

Y es que, la enseñanza religiosa no debería ser un conjunto de respuestas  ya establecidas, a preguntas que muy pocos se hacen y que no se hacen.

La enseñanza religiosa debe tener como aliada de examen a la Razón Crítica, así como, para vivirla es fundamental la conciencia personal y no las tragaderas y una moral heterónoma.

Pero Razón Crítica + Moral Autónoma + Conciencia Moral Individual lo que conlleva, en la mayoría de los casos es a la discrepancia con la autoridad religiosa por esa “manía de pensar y decidir por su cuenta”, así como la exposición a ser considerado hereje o ser expulsado del rebaño fiel y obediente, con la cantidad de lobos peligrosos que esperan ahí fuera acechando.

“Por seguir su conciencia cierta el cristiano debe exponerse a que le expulsen de la iglesia” –y lo dice, nada más y nada menos que, Santo Tomás.

Y habla de “conciencia cierta”, no de “conciencia verdadera”.
Ser consecuente y obrar, en consecuencia, según la “conciencia cierta”, aunque, luego, se equivoque.

La Iglesia, primero a través de la Santa Inquisición y después a través de la misma pero con nombre menos brutal, el uso de “eufemismos” nunca ha querido dejar cabo suelto alguno.


A lo largo de la historia han sido muchos, y hasta los místicos españoles, los que han sido “advertidos” por dicho organismo, estando siéndolo, últimamente, los Teólogos de la Liberación, promotores de un cristianismo evangélico (no vaticanista) vivido con los más necesitados, con los excluidos, como lo había predicado y practicado Jesús de Nazaret, que lo expresaba en parábolas, siempre abiertas, para que el público entendiera y captara el mensaje, al revés que esa letra muerta, transida de abstracción, de nuestros catecismos, pequeños tratados de teología.

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