domingo, 10 de abril de 2016

CÓMO SER FELIZ Y NO MORIR EN EL INTENTO (2)


Hemos “cumplido” con la especie y, además, nos sobran 40 años que tenemos por delante.

Nosotros sí que tenemos futuro, futuro personal, más allá del futuro específico, que ya hemos dejado sembrado y que está, ya, reproduciéndose.

Tenemos futuro (“somos seres futurizos” –decía un filósofo español no ha mucho fallecido) por delante y debemos “planificarlo” para “plenificarlo”.

No sólo para vivir “más” (que también) sino para, sobre todo, vivir “mejor”.
Y, además, nosotros, los mayores, no sólo hemos dejado atrás la “vida reproductiva” sino también la “vida laboral” pero no, nunca, la vida auténtica, la “vida personal”.

Ser feliz aquí y ahora, hoy, sí tiene sentido como “pro-yecto”.

Nosotros no sólo estamos “yectos” (“echados”) en la vida presente, sino que también nos “pro-yectamos” hacia el futuro.

Sé que, en este momento, muchos lectores estarán pensando en las “barbaridades y atrocidades que nos ha traído la Razón”. Y los comprendo pero no comparto su pesimismo.

Todos sabemos que un cuchillo es un instrumento que puede servir para cortar el pan o la cuerda que te tiene esposado pero también para clavárselo a alguien.

Una cosa es el cuchillo en sí, como instrumento, fruto de la razón y otra muy distinta es el uso que de él se haga.
La razón es un cuchillo, un instrumento.
Podemos hacer uso de él/ella de manera beneficiosa o de manera fatal. Pero nunca le echemos la culpa al cuchillo, él nunca es homicida.

Pero justo al lado de esa crema solar, que te protege de los rayos ultravioletas, está el agujero, el descosido, que le hemos hecho/que estamos haciéndole a la capa de ozono.

Justo al lado de ese producto anestésico que impide que el dolor haga acto de presencia en tu cuerpo está la droga mortal.

Junto al hospital está la guerra y las vacunas duermen, pared con pared, con las armas nucleares y químicas….

Todo eso es fruto de la Razón.

Lo que te permite vivir más y mejor duerme en el mismo lecho con lo que te puede matar más de prisa.

Juntos caminan el climatizador y el cambio climático.

Juntas van una más y mejor vida y una más pronta muerte.

Ahora que podríamos emprender, jubilosos, el camino de la felicidad justo ahora, el miedo, el temor, entorpece el camino, poniéndonos piedras.

Parece que no tenemos remedio.

¡La madre que nos parió!

La Razón nos ha abierto/nos sigue abriendo muchos caminos por los que pasear, pero también nos señala los caminos intransitables.

Cuando uno es consciente de que fumando se te atoran los pulmones; que bebiendo demasiado alcohol te regalan, en el lote, sin pedirla, una cirrosis; que hartándote de panceta y de chorizo al infierno el colesterol se te instala como una maldita compañía y quiere (y consigue) obstaculizar las carreteras sanguíneas; que atiborrándote de mantecados y de mazapanes, de tartas, pasteles y turrones, la glucosa deja de ser dulce y te amarga la vida….

Cuando uno es consciente, con la Razón, de éstos y de otros peligros, uno puede, conscientemente, tomar la decisión de dejarlos aparcados y, así, ir de la mano y en compañía de Doña Salud.

Sabes lo que no debes hacer. Sabes lo que tienes que hacer. Allá tú y tu decisión. Eres libre.

Pero volvamos a la “mantenencia” y al “juntamiento”. Al yo y a la prole. Al individuo y a la especie.

¿Cuánto de tiempo, de esfuerzo, de dinero, de recursos, a cada uno de ellos?

¿Cómo lo hemos invertido y cómo estamos invirtiéndolo?
¿En qué proporción? ¿80/20, 60/40, 50/50, 10/90?

Nunca TODO a UNA de las partes, nunca todo a una carta. Acabaríamos con el yo o acabaríamos con la especie. Y los dos se necesitan.

Demasiada inversión en una es correr el riesgo de debacle en la otra. Energía gastada y consumida en una es energía no disponible para la otra. Y el presupuesto es el que es. Hay lo que hay. A ver, ahora, cómo lo distribuimos.

Cuando apenas se vivían 30 años la naturaleza, con su estrategia, ponía el peso en la balanza del sexo, en la reproducción, para que no desapareciera la especie (a la naturaleza nosotros, los individuos, le importamos un pimiento, a ella igual le da Juana que su hermana, ella lo que busca es que la especie siga).

Pero ahora…. hoy…. con 40 años demás, con 40 años más allá de la etapa reproductora o reproductiva, nosotros, con la razón, hemos puesto y seguimos poniéndolo el sexo en el seso.

Hacer el amor, sí, pero con la cabeza, no sólo con los genitales (o como me decía un alumno: “Profe, dígalo, “follar con cabeza”).

Pues eso


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