sábado, 25 de junio de 2016

EL LIBERALISMO O DE CÓMO LOS RICOS TIENEN QUE IR AL CIELO.



En mi etapa de ardor por conocer me entusiasmó la doctrina del economista escocés Adam Smith y su obra “La riqueza de las naciones”, probablemente el manifiesto económico más importante de todos los tiempos (junto a El Capital).

Y afirmaba Smith que si un terrateniente, un tejedor o un zapatero obtienen mayores beneficios de los que necesitaba para mantener a su familia, utilizan el exceso para emplear más ayudantes con el fin de aumentar todavía más el beneficio y que, así, cuantos más beneficios obtenga, más ayudantes podrá emplear.

Se sigue, pues, que un aumento en los beneficios de los empresarios privados es la base del aumento de la riqueza y la propiedad colectiva.
O, lo que es lo mismo: que el impulso egoísta humano de aumentar los beneficios privados es la base de la riqueza colectiva, de toda la sociedad.

Ésta es una de las ideas más revolucionarias de la Historia de la Humanidad.
Idea revolucionaria no sólo económicamente, también moral y políticamente.

Lo que, en realidad, está afirmando Smith es que la codicia es buena y que al hacerse rico el empresario también está beneficiando, al mismo tiempo, a toda la sociedad.

Es decir: “El EGOÍSMO es ALTRUISMO y de la actividad egoísta de uno se benefician muchos porque el pastel a repartir aumenta y siempre habrá más porciones a repartir.

O sea: “Si YO no soy RICO, TÚ serás POBRE”
Y “Si YO soy RICO, también lo serás TÚ”.

Las puertas del cielo, pues, estarán abiertas de par en par para los ricos por su Altruismo.

Ser económicamente Rico es ser moralmente Bueno.

Y si triunfas, en esta vida, ello es un signo de que Dios está de tu parte y te premiará como a uno de los elegidos para disfrutar de la vida eterna (que se lo digan a Calvino).

El rico, pues, no se hace rico robándole a los pobres sino agrandando el pastel del que se beneficiarán los hombres.
Los ricos, pues, son la gente más útil y más benévola de la sociedad porque son los que hacen girar las ruedas del crecimiento en beneficio de todos, empezando por él.

Igual que existen las leyes de la Física y de la Química, como Leyes Naturales, igualmente ésta es, en Economía, una Ley Natural. Y si Dios ha sido el que ha impuesto las Leyes Naturales, entonces Dios premiará a quienes cumplan sus leyes.

Pero ¿y si el rico guarda su dinero, porque no quiere arriesgar, y no lo invierte?
Pero ¿y si el capitalista deja de ser capitalista-capitalista e incumple el primer mandamiento sagrado, y los beneficios de la producción no los reinvierte en aumentar la producción?
¿Y si el capital productivo se trastoca en capital especulativo?

Y es que una cosa es el “capital” y otra distinta es la “riqueza”
Mientras aquel busca beneficios y más beneficios, ésta puede gastarse y/o malgastarse en actividades no productivas.

¿Y cuando el capital, en vez de estar manifiesto, al descubierto, para ayudar a sufragar los gastos sociales, se esconde en paraísos fiscales varios y variados para no cotizar o apenas cotizar?

¿Cambiará Dios el mensaje y en vez de “Venid vosotros (los de mi derecha, las ovejas), benditos de mi Padre y heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” y les dirá (como a los de la izquierda, a los cabritos) “apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el Diablo y sus ángeles, porque tuve hambre y no…y tuve sed y no… y fui forastero y no…y estuve desnudo y no…”
“En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también Conmigo dejasteis de hacerlo”


Y, tonto de mí, que me vienen a la mente todos los emigrantes sirios, iraquíes, libios, subsaharianos,… que están cayendo como moscas en el Mediterráneo.

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