viernes, 21 de octubre de 2016

MI VISIÓN/VERSIÓN DE LA SEGUNDA REPÚBLICA (2)


Recordemos la crisis del 29 y sus secuelas.

Y lo racional, lo prudente hubiera sido, en esos momentos, arrimar el hombro para paliar el paro y dejar para otro momento cobrar viejas deudas y resucitar viejos agravios de la derrotada facción conservadora.

Estaba en la mente de todo republicano liberar a la sociedad de la influencia de la Iglesia y, de la mano de ese anticlericalismo, iba el revanchismo.

Hubo un comportamiento civil como el de los novatos, y malos, conductores que forzaron tánto el motor que lo quemaron.

Lo primero que se hizo, sin esperar, fue la declaración de que la República era aconfesional y dieron prioridad a la disolución de la Órdenes Religiosas, permitieron el matrimonio civil y el divorcio, y planearon arrebatar a la Iglesia la Educación de la Juventud, impulsando la Educación Laica, multiplicando el número de escuelas.

Desde el siglo XIX la Iglesia era la dueña y señora única, controlando la educación, sobre todo la de la infancia y primera juventud, cuando las conciencias, aún inmaduras, son maleables y moldeables, pudiendo acatar, sin cuestionarlo, todos los dogmas de fe.
Como hoy casi todos los niños, que quieren hacer la primera comunión (aunque ya no lleguen a hacer la tercera) y tienen que asistir, durante tres años, a catequesis.
¿Es que van a entender/comprender el misterio de la consagración con la presencia real de Dios bajo las especies de pan y de vino?
(Y también los padres tienen que hacer tres años de catequesis para que sus hijos…).
Así sigue siendo, hoy la Iglesia.

Y no sólo era el objetivo arrebatarles esa parcela, la de la enseñanza, es que, además, toleraron y no persiguieron, desde el primer momento, la quema de templos y conventos por elementos incontrolados, yéndose a la mierda archivos, estatuas, retablos, pinturas,…

¡Fue una barbaridad¡ ya no por lo religioso, sino por la pérdida de patrimonio histórico.

(Léase “La quema de conventos en Málaga. Mayo de 1.931” de mi compañero y amigo, profesor del Instituto Salvador Rueda, José Jiménez Guerrero. Fue la noche del 11 al 12 de Mayo, antes de cumplirse un mes de la proclamación de la República. En esa sola noche desaparecieron la mayor parte de las obras de arte que atesoraban los templos y conventos.

Y esta quema de conventos en Málaga estuvo precedida por un intento de incendio del Palacio del Obispo, ya en 1.930 y varios sucesos el mismo día de la proclamación de la República, con el asalto a la sede del diario “La Unión Mercantil” y un intento de asaltar la residencia de los Jesuitas y el Seminario, al día siguiente.

Málaga fue la ciudad Española más afectada durante estos trágicos sucesos y buena parte de su patrimonio religioso, artístico, cultural e histórico fue destruido para siempre.
Y, entre las obras pasto de las llamas, estuvo “El Cristo de la buena muerte” y “La Virgen de Belén”, de la Iglesia de Santo Domingo, dos obras paradigma del barroco español del sin par imaginero Pedro de Mena.
Y “La urna con el Cristo yacente”, de la Iglesia de San Agustín, así como “El Chiquito”, de la hermandad perchelera de La Misericordia, también de Pedro de Mena, que fue quemado en una hoguera en la Plaza de la Merced.

“El cielo veíase rojo, negras columnas de humo hacia él ascendían. Era el resplandor de las tremendas hogueras que desde diversos sitios de la capital elevaban hacia el infinito sus llamas intensas” –narra un periodista, subido en su coche, por la carretera de Colmenar.

Hasta en el mismo bando republicano de izquierdas surgieron voces de alarma proclamando que, atacando a la Iglesia de esa manera, lo primero que iban a conseguir era que media España se enemistara con la República.

Desde los púlpitos se clamaba para que las fuerzas armadas pusieran remedio, señalando de dónde procedía el caos.


La ignorancia y la incultura llevan a estos desatinos.

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