domingo, 23 de octubre de 2016

MI VISIÓN/VERSIÓN DE LA SEGUNDA REPÚBLICA. (3)


Los ánimos fueron cada vez caldeándose más y un primer intento de restablecer el orden fue el pronunciamiento de Sanjurjo, la “Sanjurjada”, el fallido golpe de Estado contra la República, en la madrugada del 10 de Agosto de 1.932, desde Sevilla, al ser considerada sectaria la Constitución, no laica, sino anticatólica.

Igualmente, la matanza de Casas Viejas, en 1.933 y el aplastamiento de la Revolución de Asturias, en 1.934.

La sociedad española estaba ya, y así se manifestaba, totalmente politizada y escindida en dos bandos cada vez más intransigentes.
Por una parte Las Derechas (los burgueses y los curas) y por otra parte Las Izquierdas (los parias de la tierra y los desheredados, en general).
Y, religiosamente, los católicos de toda la vida y los agnósticos, ateos y antiteos.
Socialmente, el casino versus la taberna, el sombrero versus la gorra, los zapatos versus las alpargatas.

Enemigos, ya no adversarios, cada día más irreconciliables.

Las dos Españas, cada una de las cuales “ha de helarte el corazón” machadiano.
Cada una queriendo catequizar a la otra, para convertirla o exterminarla.

La Iglesia “se casó” con la Derecha, descontenta, y aglutinándola en una fuerza única contra la Izquierda.
La burguesía, el capital y el funcionariado, que temían por sus propiedades o por sus privilegios de clase, constituyeron la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónoma”) cuyo miembro más representativo era Acción Popular, el partido de Gil Robles.

Desde sus primeros momentos, al gobierno de Azaña le dieron menos problemas y quebraderos de cabeza los partidos de la oposición (Partidos Católicos, Carlistas Navarros y Radicales de Lerroux) que los nacionalistas catalanes dispuestos a independizarse, aunque fuera en una Confederación.
Al final, todo quedó en una Generalitat semi-independiente y administrada por Esquerra Republicana de Catalunya, con Lluis Companys.

Y es verdad que desde principios de siglo (y aún antes) existía un vivo debate sobre la disgregación de España en distintas nacionalidades.

Y sobre este problema de la disgregación de España escribía UNAMUNO, a tres meses de la proclamación de la República y ante las urgentes prisas de ciertas regiones (y que podría leerse (y así lo leerán muchos) en nuestra situación actual de ciertas Autonomías):

“Es, pues, por individualismo, es por liberalismo por lo que cuando se dice “Vasconia libre” (“Euskadi askatuta” en esperanto eusquérico) o “Catalunya lliure” o “Andalucía libre”, me pregunto: “Libre ¿de qué?, libre ¿para qué?”. ¿Libre para someter al individuo español que en ella viva y la haga vivir, sea vasco, catalán o andaluz, o no lo sea, a modos de convivencia que rechace la integridad de su conciencia? Eso no. Y sé que ese individuo español, indígena de la región en que viva o advenedizo a ella, tendrá que buscar su garantía en lo que llamamos Estado español. Sé que los ingenuos españoles que voten por plebiscito un Estatuto regional cualquiera tendrán que arrepentirse, los que tengan individualidad consciente, de su voto, de su voto cuando la región los oprima, y tendrán que acudir a España, a la España integral, a la España más unida e indivisible, para que proteja su individualidad. Sé que en Vasconia, por ejemplo, se le estorbará y empecerá ser vasco universal a quien sienta la santa libertad de la universalidad vasca, a quien no quiera ahogar su alma adulta en pañales de niñez espiritual, a quien no quiera hacer de Edipo”
(Miguel de Unamuno, “Individuo y Estado”, en El Sol, 21 de Julio de 1.931)


Y estoy acordándome de los andaluces en Cataluña o los castellanos y extremeños en Vasconia, que quieran seguir siendo españoles y no sólo catalanes o vascos.

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