miércoles, 26 de octubre de 2016

MI VISIÓN/VERSIÓN DE LA SEGUNDA REPÚBLICA (6)


Además, estaba la Iglesia.

¿De qué lado iba a estar si en el primer trimestre de la guerra los republicanos asesinaron a 8.000 religiosos (entre ellos a 13 obispos) y religiosas más los saqueos e incendios de templos?

El Papa Pío XII bendijo al bando nacional y los obispos predicaban la cruzada.

Ya se sabe que, tras la guerra, fueron derogadas todas las leyes laicas, se implantó la pena de muerte, se suprimió el matrimonio civil y el divorcio, se terminó con la coeducación y con la libertad de cultos.

El bando nacional hacía piña mientras en las Izquierdas la autoridad quedaba difuminada en organizaciones obreras, comités, sindicatos, milicias, cantones,..
No hubo un frente único, sólido, fuerte, coordinado.
Cada uno iba por su cuenta y a lo suyo que, para él, era lo más importante.
¿Es que era tan absurdo esperar hasta la victoria contra los rebeldes para poder poner en marcha la deseada y perseguida revolución social?
¿No era más lógico, primero la victoria y luego la reforma?
Pues no.
Los anarquistas comenzaron a colectivizar y a gestionar democráticamente industrias y explotaciones cuyo funcionamiento técnico, administrativo y comercial desconocían.

Por si esto fuera poco, faltaban oficiales en el frente, sobre todo los mandos intermedios y, en la retaguardia, faltaban cuadros técnicos.
En empresas como ésta la ilusión y el entusiasmo, necesarios, no son deficientes.

Mucha bandera al viento, mucha publicidad cartelaria, mucho grito callejero, mucho entusiasmo, pero poca efectividad.

Incluso los ideales de los primeros días dio paso, enseguida, a la codicia sobre el botín cobrado a la clase perseguida.

Cada grupo, cada organización, a lo suyo y a su manera, mientras el bando rebelde, con Franco como Jefe organizador avanzaba y avanzaba.

Comunistas por un lado, la CNT por otro y el PAUM, en Barcelona, a lo suyo.

Se cargaron a Largo Caballero, como si él fuera el culpable de todo.

Sólo después, Juan Negrín, formaría gobierno con una coalición de socialistas, comunistas y republicanos.


Pero, para mantener la guerra, hacían falta armas, munición y carburante. Sin ello nada se podría hacer.

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