sábado, 1 de octubre de 2016

THAT IS THE QUESTION (4)

                         4.- Europa se comporta maquiavélicamente. No le importan los “principios” sino los “intereses” de las naciones más fuertes.
Dice hacer tortillas pero no rompe huevo alguno. Es un maquiavelismo de nuevo cuño.
Para Europa las “Razones Éticas” y las “Razones Políticas” son incompatibles, por eso opta por ese mundo de los intereses, el mundo a mano, el mundo rastrero en vez de apostar por ese otro mundo al que aspirar, que se rija por Razones Éticas y donde la desigualdad no exista.

La finalidad de la Política no es hacer felices a los ciudadanos, entre otras cosas porque nadie sabe/no se sabe qué es esa cosa llamada “felicidad” y que cada uno la interpreta a su manera.
Pero sí será objetivo de la Política facilitar y hacer posibles las condiciones para que los ciudadanos lo intenten a su manera.

La felicidad es un “proyecto personal”, pero que debe estar integrado en un “proyecto compartido”.

La Moral, pues, es a la felicidad (proyecto personal) lo que la Política es a la felicidad compartida o común y lo que la Ética es al bien de la humanidad entera.

La Ilustrada Constitución Española de 1.812 (“La Pepa”) afirma que “el objeto del gobierno es la felicidad de la nación”, lo mismo que afirma la Declaración de los Derechos del hombre, de 1.793, elaborada bajo la influencia jacobina, en los albores del Gran Terror: “El fin de la sociedad es la felicidad común”, ya que la Revolución Francesa quiso hacer borrón y cuenta nueva, no tener antepasados, empezar de cero, diseñar un mundo nuevo según principios.

Es verdad que, incluso en Filosofía, el Empirismo es, sobre todo, anglosajón, mientras que el Racionalismo es, sobre todo, continental.
Mientras el mundo anglosajón ha sido siempre amante de la experiencia, el continente europeo siempre ha sido amante de los grandes sistemas, de las ideas.
El Empirismo puede desembocar en un Utilitarismo mientras el Racionalismo puede caer en el buceo de las profundidades, en la búsqueda de los fundamentos, de los primeros principios.

De ahí que la Constitución de los Estados Unidos, anglófonos e ilustrados, se valen de ambos, del imperio británico y de la ilustrada revolución francesa.



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