jueves, 22 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (6) LA EUTANASIA

EUTANASIA.

“EU” = “buena” y también “facilidad”, “suavidad”
“THANATOS” = “muerte”

“Eu-tanasia” = “buena muerte”, “muerte suave o dulce”, “muerte indolora”, “muerte apacible o sin sufrimiento”

Ese “eu” me gustó desde pequeño. No en vano mi padre se llamaba “Eu-genio” = “bien nacido” y, por si fuera poco, mi madre se llamaba “Eu-genia” = “bien nacida”.

Los “bien nacidos” llegué a llamarlos cuando, de adolescente, empecé a estudiar griego.
Siempre tuve la esperanza de que, a pesar de llamarme “Tomás”, heredara algunas cualidades de mis “bien nacidos” padres. No he llegado a tanto, pero no puedo quejarme.

Pero no hay una sino varios tipos de “eu-tanasia”

La “Eutanasia terapéutica” es: “el conjunto de cuidados médicos que se administran a una persona, víctima de una enfermedad incurable, decrépita o anormal, con el fin de provocarle directa, y en lo posible, suave o placenteramente la muerte”
Se trata de provocar la muerte sin sufrimiento a un enfermo ya desahuciado.

Pero, si lo analizamos bien, casi siempre se trata de una “eu-agonía”, y a la que también se la denomina “eutanasia lenitiva”) y que es una agonía suave, sin dolor) más que una “eu-tanasia” (muerte suave)

“Buena muerte” o “morir bien” o un “morir dulce” no es “matar”.
“Matar” es causarle al otro la muerte.
“Morir” es “morirse uno mismo”.

Aunque suelen distinguirse:
1.- “Eutanasia activa” (que no es causar la muerte al otro, matarlo, sino acelerar lo que ya llega sin esperar a que ocurra, provocar su final, que ya es más o menos inminente, y hacerlo sin ensañamiento, sin dolor).
2.-“eutanasia pasiva” (“reducir al mínimo, incluso suspender, el tratamiento que mantiene al enfermo en una vida vegetativa y sin esperanza” (“retirarle los tubos”, que se dice vulgarmente)
Y3.- La “eutanasia suicida”, cuando es el propio sujeto quien recurre a procedimientos médicos para acortarse la vida.

La muerte siempre lleva como compañera, aparejado, encadenado, el dolor.
No existe la muerte dulce si no es provocando esa dulzura, alejando ese dolor.

Se trata, sencillamente, de ayudar a morir al que está muriéndose y que de todas maneras va a morirse ayudándole a que el proceso ocurra sin dolor.

¿Quién, sin prejuicios, puede oponerse a ello?
Es como “parir con dolor”, pudiendo evitar el dolor con la epidural.

No seré yo quien obligue ni prohíba ni una cosa ni a la otra, pero que nadie me obligue ni me prohíba, ni a mí ni a los míos, una u otra.

¿Desde cuándo el dolor es un mérito? ¿Mérito de qué, por qué, ante quién?
El dolor todo lo vuelve sospechoso y es de ignorantes o de malas personas, pudiendo, no querer evitarlo.

¿Que pueden ocurrir abusos en la aplicación de la eutanasia activa? Sin duda, pueden ocurrir y provocar la muerte al que aún no está en trance inminente de morir, del que aún no está muriéndose, y por motivos varios (entre ello el por poder tomar, ya, una herencia, por ejemplo)

Cuando el desenlace es seguro e inminente ya no importa tanto el desenlace, lo que importa es el “cómo” va a producirse.

El problema de la eutanasia nunca fue problema entre los antiguos que no solían tener escrúpulos en eliminar a individuos inútiles para la sociedad.
El mismo Platón afirma “dejar morir a quienes no sean sanos de cuerpo”, por lo tanto inútiles para la sociedad.

Pero cuando llegó el Cristianismo y su doctrina de que Dios es el dueño de la vida y nosotros sólo sus administradores,… y que el dolor es un mérito para la otra vida….

Hubo que esperar al Renacimiento para que, de nuevo, se aceptara la eutanasia.

Este vocablo fue utilizado, por primera vez, por Francis Bacon: “la función del médico es devolver la salud y mitigar los sufrimientos y dolores, no sólo cuando esa mitigación puede conducir a la curación, sino también si puede servir para procurar una muerte tranquila y fácil”

“Hace años, sometido a una encuesta de preguntas convencionales, contesté – dice Sampedro- a la de cómo desearía mi muerte con una sola palabra (y respondí) “enterándome”. No he cambiado de deseo: morirse forma parte de la vida y me gustaría escuchar hasta la última nota”

“Memento, homo, quia pulvis eris et in pulvere reverteris” cada año nos lo recuerda el cura signándonos una cruz con ceniza en la frente, el Miércoles de Ceniza.
“Recuerda, hombre, que polvo eres y en polvo te convertirás”  (“vienes del polvo y al polvo volverás”) recordando el Génesis y la creación del hombre.
No importa tanto en lo que vas a convertirte, el hecho, como el “cómo” va a ocurrir ese hecho, cómo vas a volver a ser polvo otra vez.

Creo que todos nosotros, al menos alguna vez, sobre todo cuando hemos acudido a un entierro, nos hemos imaginado, y deseado, cómo nos gustaría que fuera nuestra muerte (y viendo a todos los asistentes a nuestro propio entierro)

¿Deseamos morir sin despertarnos, en la cama, y sin enterarnos? ¿O de un infarto y con muerte instantánea? ¿En pleno orgasmo con la persona amada?

¿Dónde?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Por qué? son las preguntas que siempre, y a todos, nos surgen ante el hecho de tener que morir por el simple hecho de ser mortales
Quizás la que más nos inquiete sea el “imprevisible cuándo”

¿Sería mejor, o peor, sería preferible saber que uno va a morirse a fecha fija, el 31 de Diciembre del año X?

“Me gustaría que ese oscuro portador del destino no se encarnizara demasiado, para no entristecer más a los míos, para quienes y por quienes voy a intentar sobrevivir desde ahora, más que por mí mismo”
                             
Creo que todos diríamos NO a la oferta o propuesta del ensañamiento terapéutico para mantener las constantes vitales, en una vida vegetal, entubado por doquier, coma a Franco.

¿Por qué alguien debería desearlo?

Lo que sí es posible es que otros, sumamente interesados, se ensañen para que en la pantalla no aparezca la línea plana de la muerte, cosa que ellos rechazarían para sí mismos,

Pido a ese “buen profesional que no me deje mucho tiempo a medias, en ese limbo que quizás guste a otros, pero que no es vida humana sino artificiosamente vegetal. El derecho a la vida incluye (el derecho) a la muerte digna, porque morirse también es vivir y si el hachazo fuese torpe yo pido desde ahora un compañero piadoso como en el “seppuku” (que no sé qué es) japonés acorta el sufrimiento inútil y devuelve al protagonista su voluntad de morir”

Y lo dejó por escrito:

“A mi edad no quiero que me prolonguen la vida cuando vivir ya no sea vivir, sino vegetar. Se lo he dicho siempre a Olga, lo sabe perfectamente. (…) Porque, además, esto nos lleva al problema de la dignidad, que no se puede obviar.
La dignidad es importantísima, tanto para vivir como para morir. Yo no quiero que me prolonguen artificialmente, pero sí quiero cuidados paliativos que, llegado el momento, me hagan el trance menos doloroso, menos indigno.
Y lo que no comprendo, en absoluto, es la lucha contra la eutanasia”
                       
No lo comprende Sampedro, ni yo, ni muchos, casi todos.

OLGA LUCAS, su mujer, la autora de este libro “Diccionario Sampedro”, en una nota afirma:

“José Luis Sampedro murió, según sus deseos, “enterándose” y con los cuidados paliativos necesarios. Según sus propias palabras: “la muerte me lleva de la mano, pero se está portando bien, porque me está dejando pensar”

¡Chapeau, maestro¡

Suele decirse que “sobre gustos no hay nada escrito”, yo afirmo lo contrario, que sobre gustos está escrito todo y más que se escribirá.

“Obviamente. No somos todos iguales, hay diferencias culturales, ideológicas, psicológicas, familiares. Tampoco vivimos las mismas circunstancias, es normal que unos quieran unas cosas y otros prefieran otras. Respetarlas todas es lo correcto.
Lo que no es admisible es que las creencias de unos se impongan a otros.
Los partidarios del “bien morir” no imponemos nuestro criterio a quien prefiera permanecer intubado hasta que el cuerpo aguante.
En cambio, los enemigos de la eutanasia sí pretenden y, de hecho, imponen alegando creencias religiosas, que los demás también aguantemos”

Y esto mismo puede aplicarse a las mujeres que quieran parir con dolor, o tener todos los hijos que Dios les dé, o no usar preservativos, o no abortar en caso de violación, en peligro de la vida de la madre o porque el feto venga mal, dentro de los plazos establecidos por la ley.

A todas las mujeres “pro vida” les recuerdo que, ni yo ni muchos como yo, les prohibiremos que lleven a término al “nasciturus” cuando venga con defectos graves y que paran con “dolores de parto”

He visto cómo caballos de carrera, que se lesionan, y ya no pueden competir, son rematados por sus dueños con un tiro seco en la cabeza.
Y he visto, personalmente, cómo galgos que ya no son capaces de competir en las carreras o de cazar, por su vejez o por lesión, cómo se los cuelga de un árbol (en mi pueblo los cazadores los colgaban de la viga de un carro empinado) para que murieran asfixiados, con sus jadeos balanceándose y sus quejidos agónicos.
Y he sentido no sólo pena, sino asco, un intenso asco.

¿Es que esos animales (caballos, galgos,…) SÓLO son útiles para eso, para competir o cazar, y cuando ya no pueden serlo se prescinde de ellos como de un bolígrafo al que se le ha acabado la tinta?
¿Puede acabarse así con su vida? ¿No sería preferible, no tendríamos el deber de, seguir manteniéndolos vivos como compañeros aunque ya no sean competidores?

¿Quién no ha visto morir a un insecto, pataleando, boca arriba,…? ¿Qué has hecho tú? ¿Le has ahorrado el sufrimiento con un pisotón?, ¿le has dado la vuelta tratando de reanimarlo?, ¿lo has ignorado en su retorcerse,…?
¿Deberías rematarlo, por piedad o dejarlo que viviera su propia muerte para poder vivir su vida enteramente?


Yo, la verdad, nunca lo he tenido claro en el caso de los insectos, pero muy claro en los otros casos.

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