miércoles, 4 de enero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (15) DIOS Y LAS RELIGIONES

DIOS Y LAS RELIGIONES.

Pocas veces he estado más de acuerdo con el tema “Dios o dios” como según lo interpreta Sampedro.

Hemos dicho (yo, al menos, muchas veces) la frase de “yo creo en Dios (o dios) pero no en los curas”

Sampedro lo afirma de otra manera:

Yo respeto a los creyentes, pero rechazo al clero

Yo también, respeto a los creyentes y a los no creyentes, respeto a todos los hombres por el mero y simple hecho de ser “personas”, porque toda persona, en sí misma, es respetable, es “digna de respeto”, aunque soy “intolerante” con opiniones, ideas, creencias, doctrinas,.. “intolerables”

Con la persona, la religión, la doctrina,… que proclame y defienda que la mujer es inferior al varón y que debe estar sometida, en todo, a él, soy “intolerante” porque es “intolerable” lo que dice y/o hace.

Es el clero el que adoctrina y se instala en las mentes infantiles, sembrando y grapando esas creencias absurdas, intolerables.
Respeto al clero, en cuanto personas, lo rechazo en cuanto clero (“Y eso que estudiaste en el Seminario” – me dicen algunos, lo que es verdad y lo que le agradezco es que me introdujeran en el mundo de la cultura sacándome del mundo rural, del arado, allá, en mi pueble salmantino)

Y, en esto, creo que todas las religiones supervaloran al varón e infravaloran a la mujer.

O con quien defienda la esclavitud,…

¡Cuántas veces no habré escrito y dicho que si no distinguimos entre “Jesús de Nazaret” (posiblemente un personaje histórico, que nació, vivió y murió en una provincia romana llamada Judea, bajo el Imperio Romano) y “Cristo” (el “Ungido”, el “Hijo de Dios”, el “enviado del Padre”…) que nada tiene que ver con la historia y sólo es objeto de fe, de creencia; o si no distinguimos entre “Cristianismo” (que es una religión, entre otras muchas y que no es una doctrina de Jesús, el Cristo, sino que surgió y fue materializándose, concretándose, a través de varios siglos, por sus seguidores) e “Iglesia” (que es una jerarquía de poder, con centro en el Vaticano y con un Papa que es la cima de la jerarquía piramidal, muy escalonada, y que es la que propone e impone unos dogmas (verdades a creer), una moral (obras o conductas a practicar) y unos ritos y liturgias (comportamientos externos a ejecutar).

Si no se distinguen esos cuatro conceptos estamos condenados a liarnos, a no entendernos, incluso a pelearnos.

Tengo publicado en el Blog muchos artículos sobre esto, pero sobre todo hay uno que se titula: “Dios ha muerto” y respuestas a la pregunta ¿qué entendemos por ese “Dios” que ha muerto? Y que es una de las entradas más vistas por los seguidores.

Igual que he distinguido entre “religiosidad” y “religión”, como cuando alguien afirma, alegremente, “yo soy ateo, no creo en Dios, pero a mi Virgen del Rocío, ni tocarla”, con su romería, su vivencia a flor de piel, con una auténtica creencia, con lágrimas de por medio, con gritos y vivas ante la imagen y pidiéndole favores (salud, trabajo, amor,….)

Afirma Sampedro, al hablar de Dios:

“(…) Sentimiento espiritual. Lo que tiene el hombre es sentimiento espiritual. Yo creo en la vida espiritual como experiencia personal, pero la religión ya es otra cosa. Supone una relación, con un  supuesto ser, una colección de dogmas y de ritos, y eso es otra cosa distinta (…) El ser que nos vende el Vaticano (la Iglesia como jerarquía y poder) es un ser antropomorfo, completamente creado a imagen y semejanza del hombre, y no es admisible…”

Contra lo que siempre se nos ha dicho, que Dios nos creó a su imagen y semejanza, ya Feuerbach y Marx, en el siglo XIX, habían sentenciado que era “el hombre el que había creado a sus dioses a imagen y semejanza de ellos”, pero sublimándolos.
Dios o los dioses (porque hay muchos, tantos como culturas y, dentro de cada cultura, diferenciados) no son sino las imágenes de los hombres, pero no como son, sino como ideales.
Dios es el hombre sublimado.
Si el hombre es bueno (limitado) Dios es el Bien Absoluto.
Si el hombre tiene poder (limitado) Dios es Omnipotente.
Si el hombre es más o menos justo, Dios es Infinitamente Justo.
Si el hombre sabe algo, más o menos, pero nunca todo, Dios es Omnisciente, “infinitamente bueno, sabio, justo y poderoso” como nos inculcaban los curas en las catequesis, siguiendo el catecismo de Ripalda o de Astete.

Dios es la imagen ideal y deseada del hombre, por lo que adorar a Dios es adorar al hombre ideal.
Por lo que “imitar a Dios” es “querer ser como ese hombre ideal que no soy, pero que me gustaría ser, que deseo ser”.

Creer, pues, en Dios, como un Ser ahí, en la realidad, fuera de mí, en el cielo, capaz de castigarme o de premiarme, es estar “alienado religiosamente”.

A veces, mis alumnos me preguntaban si creía en el alma, a lo que yo les respondía que no, porque el “alma”, en castellano, es el “anima” latina y la “Psique” griega.
Y esos tres términos significan “Vida” y en la “vida” no creemos, la vemos, la palpamos, notamos que nos movemos, que cambiamos, y eso es el alma.
“Vida” es automovimiento, no como el avión o el coche que si se mueven es porque, desde fuera, lo empujan, tienen no “auto” sino “extra o hetero”, los mueve el motor, mientras que el alma es “el motor del cuerpo”.

El árbol, el perro y yo tenemos vida, nos movemos, cambiamos, crecemos, pero desde dentro, porque somos “seres animados”, “seres vivos”, aunque distinto tipo de vida: vida vegetativa o vegetal, vida sensitiva o sensual y vida humana o racional.

Yo no “creo” en el alma, la noto, la palpo, la sé, lo sé.

¿Y su inmortalidad? NO. Cuando el árbol se seca o se lo corta, cuando el animal muere o se le mata, cuando el hombre fallece, el alma, la vida, desaparece.

Otra cosa es el “espíritu”.

Igualmente, cuando los alumnos me tiraban de la lengua y me preguntaban si creía en Dios, cual gallego (aunque soy salmantino de nacimiento, andaluz de adopción y malagueño de corazón), respondía con una pregunta: ¿en qué Dios?

Respondo con Sampedro:

“Se puede creer en Dios, pero no en ése. Se puede creer en Dios, llamando Dios al que desata y desencadena la inmensa energía vital, que pone la vida en marcha y que la impulsa. Eso sí, un ser de quien no podemos describir las cualidades que describen los teólogos (como las expuestas arriba), del que no podemos decir si es compasionado (compasivo, cualidad humana) o no, racional o no, porque es mucho más que eso y es incomprensible...
En ese dios que es energía pura, que pone en marcha el universo, que es luz y materia pura, en eso podría creer.
Eso es la vida espiritual, la percepción de esa energía, pero un Dios que negocia con Abraham, y que le dice: “si tú haces esto (recordáis, el sacrificio del único hijo que ha tenido, ya viejo) yo hago lo otro (tendrás una descendencia mayor que las estrellas del cielo y las arenas del mar)…
¡Eso es un negociante detrás de un mostrador!
Y la religión (las religiones) implica(n) ese tipo de dios, como Alá, Jehová, Manitú, Baal, Ra… y como todos.
Eso no me interesa. Y a estas alturas de la vida y de la ciencia, no es aceptable”.

¡Chapeau¡ Maestro, no puede explicarse mejor. ¡Chapeau¡

¿Creer en ese Dios antropomórfico, con cualidades humanas, aunque elevadas al infinito, en ese Dios que puede castigarte y condenarte o puede premiarte, como cualquier hombre, aunque para toda la eternidad, en ese Dios que, cual policía omnipresente lo ve todo, lo que haces, aunque estés sólo, lo que dices, aunque nadie te oiga, lo que no haces o no has hecho y deberías haberlo hecho, en ese Dios que ve hasta tus propios pensamientos,…?

Ahora (y siempre) se comprende mejor la obsesión de la Iglesia por la presencia de la religión, como materia obligatoria, en la Escuela y a lo largo de todo el currículum, cuando la mente, la razón, en estado de inmadurez está como una esponja, que todo lo absorbe, que todo lo traga, que todo lo asume.

En palabras de Sampedro:

“Cuando yo era niño, en el catecismo que nos imponían, el Ripalda o el Astete, se nos planteaba el sentido de la existencia con la pregunta: “¿para qué nos creó Dios?” y la respuesta categórica: “para servirle y adorarle en esta vida y, después, gozarle  en la otra”
Naturalmente, con el tiempo (no, de niño, con mente infantil) comprendí el alcance de tamaña barbaridad.
Me parece una afirmación tan monstruosa que, en sí, es suficiente para destruir la creencia en ese Dios.
Imaginar que el Dios, Creador de los cien mil millones de estrellas y demás, de pronto, un día, se da cuenta y dice: “¡anda!, que no me adora nadie, a ver, necesito que alguien me adore”, y entonces crea ese gusano que es el ser humano y le dice “adórame”, es lo más impropio de la idea divina.
Para eso no se necesita ser Dios, es una visión magnificada del ricachón del pueblo, que exige adulación todas las mañanas”


Tierno Galván, un gran intelectual, “el mejor alcalde de Madrid, en la democracia” (el otro es Carlos III) solía decir que no creía en la existencia de Dios pero que si Dios existía y era como los curas decían que era, omni… no podía castigarlo a él, porque era un buen marxista, un humanista humanitario, que no sólo no había hecho mal a nadie sino que le había procurado el bien a cualquiera.

Así expone esta idea Sampedro:

“ (…) No sé si hay un Dios o no hay Dios, pero me tiene completamente sin cuidado: por una razón: porque si hay un dios como Dios manda, claro, no como manda el Vaticano (aunque el nuevo Papa en nada se parece al clásico Papa de toda la vida) es imposible que me juzgue culpable.
Primero: porque yo no pedí venir a este mundo, él me ha hecho.
Segundo: porque si le he salido mal, es culpa suya, que construya mejor el juguete y
Tercero: porque aun siendo consciente de haber hecho mal muchas cosas en mi vida, y que puedo haber perjudicado involuntariamente a alguien, tengo la plena seguridad de no haber hecho daño deliberadamente a nadie.
Maquinar, maquiavélicamente, cómo hacerle la puñeta al de enfrente, no lo he hecho.
No, no lo he hecho porque hacerlo me hubiera degradado a mí.
Por mí mismo, jamás he incurrido en esas prácticas”

Y estoy seguro que ninguno de los lectores de estas reflexiones lo han hecho, obrar maquiavélicamente contra alguien.

Considerar esta vida como un examen, para el que tienes que dedicar todo el tiempo en estudiar y que hay que aprobar para salvarte eternamente, o considerarla como un valle de lágrimas en vez de como un parque de atracciones en el que hay que divertirse, es de personas y de religiones tristes, enlutadas, tétricas, impropias de un Dios decente.

“Hay que sacrificarse, resistir a las tentaciones, no caer en el vicio, practicar la virtud, pensar en la otra vida, tener los hijos que Dios nos dé, aceptar que “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (¿pero esto qué es?, ¿en qué mundo vivimos?).

Cuando se afirma, alegremente, que “Dios creó al hombre, a su imagen y semejanza” ¿qué estamos diciendo? ¿Luego Dios es semejante al hombre?
¿No será al revés?

Y si somos los hombres los que creamos a los dioses (para, después, creer en ellos) ¿Por qué no te creas tu propio dios, a tu imagen y semejanza?

“Sí. Hay muchos dioses y diosas. Pero si alguna vez necesitas a uno o a una, invoca al que/a la que quieras. Todos son nombres y formas diferentes de lo mismo”

Repasas la historia de las culturas y en todas aparecen sus mitos, tan distintos, con sus divinidades, tan distintas, con…
Egipto, Babilonia, Grecia, Roma, Escandinavia,…

Y es que el concepto de “verdadera-falsa” no puede aplicarse a ninguna “religión o mitología”, sólo son útiles y benefactoras o perjudiciales.

Ninguna religión es verdadera porque no hay ninguna religión falsa. Ellas están, viven, en otro orden.

¿Cómo, en qué figuras han sido representados los dioses?

“!Condenadas mitologías¡Me han atribuido las formas y naturalezas más inverosímiles y ante todas ellas se han prosternado los hombres adorándome.
He sido cocodrilo, volcán, serpiente, río, cóndor, trueno y hasta transformista. Tan pronto me tenía que convertir en águila para gozar de un muchachito (cosa que muchos hombres lograban sin problemas), como volverme toro, cisne o lluvia de oro para poseer a una joven… ¡Qué trabajos! Y no quiero acordarme de tener que dejarme crucificar, descuartizar, castrar, o cosas semejantes…”

Y un reproche o un desafío:

“Si habías creado a los hombres y te habíamos salido tan defectuoso, no tenías derecho a castigarles: la culpa era tuya…

Y una reflexión:

Si Dios es creador del Universo entero ¿puede sentirse ofendido por una sabandija que le salió mal y que araña la superficie de un pequeño planeta?...
No olvides que el dios de las mitologías es una creencia valiosa para muchos desgraciados ansiosos de esperanza. Por eso está presente, con variantes, en todas las culturas, lo cual no prueba –como se dice- la existencia de dios, sino la ventaja de inventarlo, a falta de algo mejor, ofreciendo otra vida cuyo acceso administran (he aquí al múltiple clero) los que se erigen en intérpretes y administradores de la divinidad.
Así surgieron Marduk. Allah, Ra, Odín, Jehová y todos los demás”

(“El amante lesbiano”)

El mismo clero que,

en su  nombre, si es necesario, desata guerras o dicta sin escrúpulos la pena de muerte. (…)
Los inquisidores han mandado a la hoguera, tranquilamente, a los enemigos de su fe”

Y, para terminar:

“El problema no son los dioses, la religión o las creencias de cada cual. El problema está en el fanatismo de una mayoría y la astucia de la minoría en manipular y aprovechar en beneficio propio la fe ciega en esa futura vida inmortal.
Se atemoriza a la gente con el tránsito a la otra vida en vez de defender y disfrutar la terrenal, que es la suya por nacimiento”



¿Se entiende, ahora, mejor la sentencia del principio: “respeto a los creyentes, pero rechazo al clero”?

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