viernes, 6 de enero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (16) LA VIOLENCIA

LA VIOLENCIA

“La guerra es el padre (la madre) de todas las cosas” – ya desde los filósofos presocráticos.
Y, cuando decimos “guerra”, decimos “oposición”.
Como “bueno” hay mucho pero “lo mejor” sólo es uno, tú y yo peleamos, nos oponemos, somos adversarios porque los dos queremos “lo mejor”, no que nos tiremos a matar, sólo a conseguirlo.

La lucha de contrarios, la oposición, es el motor de todo, de lo contrario todo seguiría igual, se mantendría lo mismo.
Hasta de las religiones: el dios del Bien y el dios del Mal, Ormuz y Ahriman, los ángeles buenos y los ángeles malos o demonios, el cuerpo y el alma,  la verdad y la falsedad, la verdad y la mentira, el varón y la mujer,…hasta los dioses de las diversas religiones queriendo imponerse unos a otros ordenan a sus fieles a acabar con los de su contrincante y conseguir más creyentes y adoradores.
En la lucha uno se impone al otro pero, al mismo tiempo que se siente vencedor, puede sentirse vencido por la cultura del otro y asumirla, hacerla suya, adaptándola, llamando Navidad lo que su adversario denominaba Sol Invictus, coincidiendo con el solsticio de invierno.

La lucha, en general, no es “a muerte” sino a “dominio y sumisión”-
El que lucha no tiene como objetivo prioritario matar, sino vencer, siendo la lucha sólo un medio.

Lucha de teorías científicas, lucha de sistemas políticos, lucha de religiones, lucha de morales, lucha de precios y ventas, la violencia terrorista…
Lo malo de la lucha son los “daños colaterales” que siempre suelen ser los inocentes. Ahí tenemos, como ejemplos, la guerra religiosa (¿) en Siria o la lucha contra el hambre en el África Subsahariana o las luchas étnicas.

Sobre la violencia terrorista ya he escrito bastante en otros lugares.
La desapruebo totalmente, estoy contra ella, pero comprendo su surgimiento en un régimen absolutista o dictador que lo pisotea todo, como el caballo de Atila.

“…es que las Cruzadas para acabar con el terrorismo de los débiles sirve para guardar el monopolio del terror en manos de los fuertes”

En mis tiempos adolescentes estudiar Historia era repasar las luchas entre las naciones por cualquier causa, geográficas, económicas, religiosas,… y saber quién había sido el vencedor y el Tratado correspondiente firmado en el que se detallan las malas consecuencias para el perdedor.
Para, años o siglos después, el vencedor, en otra guerra, en solitario o aliado con otro, será el vencido, con su correspondiente Tratado y sus consecuencias.
Y lo que es más indignante es que sean los países tecnológicamente más desarrollados, sean Estados Unidos o Rusia o Europa, quienes proveen de armas a los contendientes, muchas veces a ambos a la vez.
La economía nada sabe de sangre ni de dolor, sino de crecimiento y expansión.

“Estoy siempre en contra de los asesinatos, pero comprendo hasta dónde puede llevarte la desesperación”.

La Historia, más que el desarrollo de las ideas y de la vida era la Historia de la Violencia.

Hoy, sin embargo (ayer mismo, día 26 de Noviembre) se celebra el “día de la no violencia” contra la mujer, la “violencia machista”, la “violencia de sexo” (que no sé por qué demonios todos la llaman “violencia de género”), porque son los sexos, “varón contra mujer” (aunque, menos, también, “mujer contra varón”) que son los que llevan a cabo la violencia personal y las enormes consecuencias de los “daños colaterales” (hijos, padres, familiares, amigos,…),
El “género” se predica de las palabras. “Puerta” es del género femenino como “cuaderno” es del género masculino pero los animales son seres sexuados, “macho o hembra” y, en el caso del hombre “varón o mujer”.

Y digo “varón” más que “hombre” porque éste es un concepto equivalente a “humano”, y tan “humana es la mujer como humano es el varón”, mientras que “varón” únicamente designa a uno de los dos sexos.

Lo opuesto a “mujer” es “varón” y tan “humano” es una como el otro, como lo opuesto a “hembra” es “macho” y tan “animal” es la primera como el segundo.

Violencia entre los dos sexos y en cuya violencia el varón va ganando a la mujer, más violadores que violadoras, aunque también ésta lo ejercita.
Y no sólo violencia física, también violencia psíquica y moral y social, cuyas consecuencias son otras aunque nada despreciables.

Violencia que ha sido la tónica general durante toda la historia de la humanidad, bien anulándola como persona, bien rebajándola y humillándola.
La mujer nunca fue igual de persona que el varón hasta el punto que éste podía disponer de ella a su antojo, desde matarla a repudiarla sin que la sociedad lo calificara inmoral.

A la mujer se la quería como esposa sólo para que le diera hijos “legítimos” y no sólo “naturales”, no se la quería por amor.
El sexo y el amor se buscaba y se conseguía fuera del matrimonio y sus hijos (si los había) no serían “legítimos” sino “bastardos”, por lo tanto sin derechos.

“La maté porque era mía” es un adagio que ha estado vigente durante toda la historia y que sólo a partir del XIX se replanteó la cuestión.
El varón era dueño y señor de la persona y de la vida de su mujer y de sus hijos y si no se deshacía de ellos era porque matarlos no le interesaba.

Una mujer repudiada (y podía serlo por cualquier menudencia) era una mujer condenada social y moralmente hasta su muerte porque, en general,  nadie quería “platos de segunda mano” y, como para poder seguir viviendo había que comer, las mujeres repudiadas eran las que, en general, pasaban a formar parte del gremio de las prostitutas.

Incluso la tan laureada Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la Revolución Francesa, hacía referencia sólo a los varones y tendría que ser una mujer Olimpique de Gouges la que redactara la consiguiente “Declaración….de la Mujer y de la Ciudadana”.

Cuando hemos alcanzado ciertos niveles de inteligencia y hemos comprendido que igual de personas son los varones que las mujeres, porque el sexo no influye ni determina a las personas es cuando el varón ha tenido que bajarse del pedestal y tener que tratar a la mujer de tú a tú.
Ni tú más que yo ni yo menos que tú, igual de personas, aunque tú seas mujer y yo sea varón.

“IGUALES” no desiguales, en cuanto personas, aunque “DISTINTOS” y no idénticos en cuanto al sexo, a la fisiología, a las hormonas,…

“IGUALES, NO DESIGUALES” aunque “DISTINTOS, NO IDÉNTICOS”.

Si la violencia entre los pueblos, entre las naciones, más a largo que a corto plazo, fue beneficioso para ambos, lo fue porque lo nuevo construido siempre fue superior a lo que antes había, al reunir en la cultura resultante lo mejor de ambos, lo de los vencedores y lo de los vencidos.
Pero para “construir” siempre hay que “destruir” y la destrucción, para el que la sufre, nunca es agradable, además de que, mientras te machacan, no ves ese futuro prometedor.

Nuestro sistema económico, actual, genera violencia porque acrecienta las desigualdades reduciendo casi a cero al vencido.
Y el sistema político viene en ayuda del sistema económico ganador con leyes que hay que cumplir y con las fuerzas de represión por si alguien no las cumple y con leyes educativas y morales intentando alienar a los de abajo que, si lo consiguen, menos violencia exterior tendrán que ejercer.
Pero los de abajo, violentan/desean/quieren violentar a los de arriba, los aplastados contra los aplastadores.

“Cuando un bracero de un cortijo, mal pagado y, con frecuencia, humillado, harto de una vida aperreada, en un momento propicio, de revuelta popular, cae en la tentación de cortarle el cuello al amo, culpable de su miseria, sí es un asesinato. Pero cuando tres señores bien vestidos, bien vestidos (y bien pagados), terminada la contienda constituyen un Tribunal, con total impunidad y, bajo un crucifijo, cuyo mensaje es “amaos los unos a los otros”, envían al paredón a un hombre por haber defendido unas ideas y un régimen establecido democráticamente, ahí el asesinato es mucho más censurable. Sin justificar ninguno de los asesinatos, es más comprensible el asesinato cometido por ignorancia, hambre o incultura, que el cometido de esa manera fría y despiadada”.

En el Prólogo a “Indignaos”, de Stephane Hessel, en el 2.011, escribe Sampedro:


¡“INDIGNAOS "¡sin violencia. Hessel nos incita a la insurrección pacífica evocando figuras como Mandela o Martin Luther King. Yo añadiría el ejemplo de Gandhi, asesinado precisamente en 1.948, año de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de cuya redacción fue partícipe el propio Hessel. Como cantara Raimon contra la dictadura, digamos NO. Negaos. Actuad. Para empezar, ¡INDIGNAOS¡”

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