jueves, 26 de enero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (28) LOS IDIOMAS/LAS LENGUAS

LOS IDIOMAS/LAS LENGUAS.

Es verdad que Carlos I de España y V de Alemania no nació ni en una ni en la otra, sino en Gante, en la provincia de Flandes oriental, en la región flamenca, en la nación de Bélgica.
En su educación, desde su nacimiento, sólo estuvo presente el idioma francés, que lo hablaba perfectamente, el castellano/español llegó a dominarlo bien, el alemán, mal y  nunca pudo conversar en flamenco

Se dice de él que, cuando los franceses le pidieron que, para entenderlo, hablase francés en público, él, que ya se había afincado e identificado con España, tras comunicarle que seguiría hablando español pronunció lo que ha pasado a la historia, sobre las lenguas/idiomas:

“Hablo en italiano con las damas, en francés con los hombres, en alemán con los caballos y en español para hablar con Dios”.
(Otros añaden: en inglés con los patos, en húngaro con los caballos y en bohemio (checo) con el diablo/para hablar con el diablo).

Hoy nadie duda que el inglés es fundamental como lengua científica (el peso de Gran Bretaña y, sobre todo, de Estados Unidos así lo exigen), pero también el alemán, y el francés, mientras el español y el italiano (con las debidas excepciones) son más de difusión de la ciencia que de descubrimientos científicos.

“¿Qué va a pasar con el lenguaje, con los idiomas, con el nuestro en particular, el próximo siglo?
A mí me da la impresión de que se va a generalizar una lengua franca que, por el momento, es el inglés, y que es la lengua en la que, más o menos, se entiende uno, en la que se hacen las investigaciones científicas, la que se usa en tantos congresos, y eso es bueno que lo haya.
Lo que pasa es que esto, que sería otro aspecto de la globalización famosísima, no es incompatible con las descentralizaciones particulares; y no sólo no es incompatible, sino que a mí me parece importante que se mantengan las lenguas porque, como ya he dicho, una lengua es un estilo de vida, una manera de pensar y, por tanto, una manera de vivir.
Y, además, porque la lengua franca, por el hecho de ser utilizada por todos, por gentes de diferentes estilos de vida, será buena para razonar y trabajar, pero no tan buena para vivir y para sentir.
Es difícil hacer arte con una lengua que no es la de uno, la materna, la propia.
Y habrá, cada vez más, una lengua común, pero es bueno que cultivemos la lengua propia: que amemos con ella, que sintamos con ella, aunque trabajemos con la otra.
Pero a mí, lo de trabajar me interesa menos.
Es más importante vivir”.

Esta ola de frío que nos invade aguza la inteligencia de alguno, cuya imaginación envidia este juntaletras cuadriculado racional y tan poco inteligente imaginativamente.

Aparece un mapa de Andalucía y la imagen de una joven meteoróloga.
Cada una de las ocho provincias andaluzas está rotulada:

Jaén: “Un frío que pela”.
Córdoba: “Cipote, qué frío, quillo”.
Sevilla: “Akí hace un frío del carahoo”.
Huelva: “Hace un frío del copón”.
Málaga: “Nove qué rasca”.
Cádiz: “Ojú, pisha, qué frío, carajo”.
Granada: “Lavin, compae, qué frío”.
Almería: “Ostia puta, qué frío, socio”.

Y ahora voy yo y se lo enseño a un sueco, a un norteamericano, a un francés o a un alemán.
Alucinarán en colores al no entender nada y alucinaré yo de ver la expresión de su alucinación.

Se habla, y mucho, de la inconmensurabilidad de las culturas.
¿Puede uno comprender las vivencias de otra persona que, no sólo tiene/habla una lengua distinta, sino que ha mamado una cultura distinta?

¿Es la estructura de un idioma cualquiera capaz de reflejar perfectamente el contenido de las vivencias del idioma en que se expresa otra cultura?

“La creencia en que las máquinas traducirán perfectamente textos de un idioma a otro es algo que me parece difícil.
No sólo porque muchas palabras tienen diferentes  acepciones, según el contexto, sino porque las palabras –salvo las meras partículas gramaticales- no tienen limitado su contenido de una manera unívoca, como cuando una tapia cerca un huerto.
Son realidades cambiantes, con el tiempo y con el uso de los hablantes, hasta con el sonido de la voz que las enuncia.
A esto se me replica que se simplificará adecuadamente el lenguaje. Pero, si es así ¡adiós literatura¡
Si reducimos el lenguaje, como el que usan los jóvenes en sus lenguajes, acabaremos en el de Tarzán: “Tú, Tarzán; mí, Jane”.
Afortunadamente para mí, yo no estaré presente”

La dejadez, el poco esfuerzo, la vagancia lingüística en la juventud  es sumamente esclarecedora.
“Tío” “Tía”, “Guay”, “Superguay”, “No veas”, “Alucinante”, “Yo flipo”, “Se te ha ido la olla/la pinza/la perola”, “Eres un agonías”, “Tienes un cacao que paqué”, “Estás empanao”, “No te rayes”, “Vas pibón/vas niquelao”, “Estar pedo/ir mamao”, “Echar la pota”, “Me la suda/me la pela/me la trae floja/me la trae fresca”, “Darse un voltio”, “Estar al loro, “Ir sobrao”, “Ser un pringao”, “El puto amo”, “Echar un kiki”, “Dar la brasa/la chapa”….(Y no sigo más)

Este vocabulario tan vital, estas expresiones tan imaginativas, deben tener su equivalente en todos los idiomas, pero desde fuera, creo que se hacen ininteligibles y quien haya aprendido, en una academia, un idioma, sin estar involucrado y en el contexto adolescente, ya más que juvenil, no sé cómo puede captar la singularidad de esas expresiones.

Es difícil justificar, teóricamente, una traducción.
Para hacerlo habrá que suponer que se dispone de un marco de referencia que, estamos seguros, engloba los dos discursos (lo que es una forma de presuponer resuelto el problema).

Tengo antiguas alumnas, especialistas en “traducción e interpretación” que protestan (y, estoy seguro que, con razón) de ciertas traducciones e interpretaciones. Porque sin estar inmersos totalmente en el contexto es imposible dar con el término adecuado al contenido del original.

Una “ventana” al mundo, una “ventana a la vida” ¿es una “Windows”?

Kuhn afirma la “inconmensurabilidad de los paradigmas” pero ésta inconmensurabilidad es sólo un caso de “la inconmensurabilidad de dos lenguas”.

La traducción traiciona, siempre, aunque sea poco, el sentido.

A mí me dicen “son las cinco de la tarde” y pienso que es una hora anterior a las seis y posterior a las cuatro, pero en el contexto inglés “es la hora del té”.

Ninguna traducción de una lengua un poco compleja (y lo son, y bastante, las que conocemos) expresa perfectamente el discurso original.

Las lenguas siempre son inconmensurables.


Tengo escrito un largo artículo en mi blog sobre qué se entiende cuando se afirma “Dios ha muerto” (preguntarle a Google) y sólo un occidental podrá entenderlo, porque significa/puede significar muchas y muy distintas cosas.

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