jueves, 9 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (37-1) EL DINERO

EL DINERO

Todos sabemos que, a pesar de que creamos y los políticos se lo crean, que son ellos los que mandan, los que gobiernan, los que legislan,… en realidad quien hace todo eso es “el dinero”, “las fuerzas económicas”.
Aunque no lo creamos ni lo digamos, seguimos pensando marxiana y marxistamente: “las superestructuras (política, jurídica,…) se asientan en la infraestructura (la economía)”
Ésta es la que, si no determina, sí condiciona muy intensamente todo el edificio social.

“Pese al desprestigio actual de los políticos, es mucho peor que mande el dinero. (Porque) al dinero no le interesan los valores humanos, no se preocupa por las variables y las relaciones humanas”.

El dinero.
El origen de su nombre proviene del latín, de los romanos.

“Dinero” proviene del latín “denarium”, moneda romana.
“Salario” proviene del latín “sal” porque los saldados, sobre todo, y los trabajadores cobraban en “sal” esencial para conservar los alimentos.
“Pecunia-pecuniario” proviene del latín “pecus-ris”, “ganado”

“Poderoso caballero es don dinero” – ya nos los anunció nuestro Quevedo

“Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero”.

Quevedo hace una deificación o santificación del dinero, al que se tiene que humillar, como si se tratara de un rey o un dios.
Supone una humillación social ante lo máximo y omnipotente.
Para Quevedo, el hacer dinero “amarillo” se convierte en una enfermedad.

Quevedo sigue vivo en nuestro mundo.

“Cuando decimos que “el tiempo es oro”, que es como decir que “el dinero es la medida de todas las cosas” estamos reduciendo todo a lo que da el oro, al dinero, a términos económicos.
EL TIEMPO NO ES ORO, EL TIEMPO ES VIDA (Frase que ya se ha hecho frontispicia y unida a Sampedro)
Y reducir el tiempo a dinero es reducir vida a dinero. Equivale a decir: “lo que no da el dinero, lo que no vale dinero, no importa, no es vida” lo cual es un reduccionismo economicista absolutamente aberrante; es confundir una economía de mercado con una sociedad de mercado.
Vivimos en una sociedad que da valor a lo que no tiene precio en el mercado y no valore lo que no lo tiene”.

Ya nos lo había dicho D. Antonio Machado:

“Todo necio confunde valor y precio”

Y si es cierto que muchas cosas materiales se alcanzan con más facilidad con dinero, no es menos cierto que esos elementos que hacen nuestra vida más auténtica no se compran.
La familia, la salud, una palabra amiga, un gesto de consuelo cuando estamos mal, un abrazo, un “lo siento”, una llamada de alguien querido, no son valorables en dinero y su valor es incalculable.

“Y, repito, no estoy en contra del dinero ni del mercado; estoy en contra del abuso del dinero y de la ausencia de control sobre las empresas”

Pero el dinero que maneja el liberalismo económico no es dinero-papel, sino el “dinero electrónico” (como explicamos al final de este artículo), el que en un segundo pueden movilizarse millones de euros a miles de kilómetros de distancia, comprando, vendiendo, intercambiando,… y siempre buscando la plusvalía, la diferencia, la ganancia.
Y todo al golpe de tecla y sin moverse de la mesa del despacho.
Éste es el gran generador de las desigualdades económico-sociales.

Que el dinero es necesario para vivir nadie lo pone en duda, porque no se vive sin cosas y éstas cuestan dinero. Pero vivir bien, el bien-vivir, la felicidad,… no se consigue con dinero porque es gratuita y reside en cosas sencillas, a mano, como un beso, una caricia, un abrazo…

¡Cuánto desarrollo científico y tecnológico y cuánto atraso moral¡

¡Cuánto progreso unidireccional y cuánto regreso humano, social, moral,...

¡Cuánto crecimiento económico y cuánta desigualdad¡.

“El desarrollo se acaba quedando en puro desarrollo económico. ¿Por qué? Porque es lo que interesa en una civilización cuyo Dios es el dinero y que ha hecho –como decía Marx, y en esto tenía razón- de todo una mercancía”.

Mercantilización de la persona.


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