domingo, 19 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (42-1) LAS CIUDADAES

LAS CIUDADES

Yo nací en un pueblecito castellano, Aldeanueva de Figueroa, agrícola y ganadero, de la provincia de Salamanca, en uno de los cordeles del Camino de Santiago (de ahí lo de “Figueroa”), lindando con Fuentesaúco (“el buen garbanzo y el buen ladrón, de Fuentesaúco son” con cuya primera parte todos estaban de acuerdo, pero la segunda parte los llevaba a los demonios, así que ellos respondían: “y el ladrón más fino, de tu tierra vino”) ya en la provincia de Zamora.

Mi pueblo llegó a tener 984 habitantes, pero en la actualidad no llega a 290 (la sangría demográfica comenzó en los años 60, con la emigración, sobre todo interior, al País Vasco, Asturias, Santander y Madrid) Las causas ya las he expuesto en otro artículo.

En la escuela de niños nos juntábamos unos 70 niños, con un maestro republicano, y que no quiso “rehabilitarse” realmente, pero que con el sueldo de maestro y con cuatro o cinco hijos tuvo que ejercer, al mismo tiempo, como contable de la Hermandad de Labradores, por lo que las pizarras de la escuela siempre estaban ocupadas de cuentas y más cuentas, y no tuvo más remedio que enfundarse la camisa azul con el yugo y las flechas, frustrado y amargado por la situación política, el franquismo, “nada nos enseñó”, éramos bárbaros infantiles cuya obsesión era romperle la vara de fresno con la que nos pegaba, cuando iba a su casa a mear.

Le doy las gracias al maestro interino que llegó y que, por él, marché del pueblo a la ciudad para ingresar en el Seminario (única manera de estudiar, de manera casi-casi gratis, para los que no disponíamos de dinero para ir a estudiar por libre.

Pero reconozco que desde los veintitantos años soy de ciudad, como J. L. Sampedro:

“Yo soy un hombre de ciudad. Sólo viví en un pequeño pueblo a los ocho años y, aunque esa experiencia fue decisiva en mi vida, mi paisaje vital es el urbano. No creo que fuese capaz de adaptarme a la vida en un pueblecito, aunque no me importaría vivir en una ciudad más pequeña que Madrid, como Alicante o Andorra. Necesito tener a mi alcance una serie de actividades culturales: cine, conferencias, librerías, etc…”

Cuando esto escribía el maestro, pasaba parte del invierno en Alicante y, en verano, presidía la Universitat d´Estiu d´Andorra.

Yo le hubiera aconsejado que hubiese, no visitado, sino residido y vivido en Málaga, la bien llamada “Ciudad del Paraíso” porque todo te lo facilita.

Cuando el novelista escribe los escenarios suelen ser inventados, pero nunca del todo, hasta en los inventados hay algo o mucho de los recuerdos de paisajes ya pisados.
Además, aunque intente reflejar un paisaje real siempre tendrá que pasarlo por el tamiz de la subjetividad.

Pero de todos es sabido el tiempo dedicado y la cantidad de información recogida cuando quiere que la escena ocurre en algún lugar concreto, como en “Octubre, octubre” y (como veremos en otra entrada) la manera de disimular una sordera para escuchar a una tertulia de mujeres hablar desenfadadamente tomándolo por sordo.

Por eso “mi Madrid de “Octubre, octubre” es como un pequeño pueblo con gentes conocidas y cercanas”.

Pero en otros casos no es así.

“Cuando hablaba de Milán, que yo no conocía cuando escribí “La sonrisa etrusca” tenía planos, mapas de transportes urbanos, guías,…Y tampoco conozco Alejandría, pero en este caso porque no quería verla como era en la actualidad. Para encontrar una ciudad paralela viajé a Estambul, que podría ser hoy su equivalente, una ciudad llena de contrastes, de bullicio, con todo el color y calor de las ciudades del Mediterráneo del siglo III”

Una ciudad siempre será inabarcable porque depende del sujeto.
Las mismas calles, las mismas plazas, las mismas playas…¿cómo va a ser lo mismo para el que, de turista, estrena su mirada, como para el que las ha vivido y las vive?.
Ese barrio, cochambroso para algunos, es vital para otros.

“Cualquier ciudad es, siempre, muchas ciudades: tantas como residentes y visitantes tenga y haya tenido en el pasado. Cada persona conoce ciertos paseos y recintos y los vive a su manera”

Ayer mismo se cumplieron 80 años de La Desbandá. ¿Cómo va a ser la carretera de Málaga a Almería, la Carretera de la Muerte, igual para el que la recorre en coche o autobús como lo fue para los miles y miles que tuvieron que ir caminando, días y días, con hijos de leche y padres ancianos, descalzos y sin comida,….?

Incluso yo, que he escrito bastante sobre ello no puedo emocionarme como la que sobrevivió y, desde su nueva residencia en Francia, cuenta, gimiendo y llorando, en un video con el que yo lloré sólo con imaginarme lo que ella pasó, y que con nudos en la garganta, con voz entrecortada narraba su peregrinaje y la muerte alrededor, con sangre aquí y allá, manchando la carretera…

Todos sabemos que el mismo hecho, presenciado por dos personas, puede ser interpretado de manera muy distinta, como un asesinato o como un simple homicidio.
En la perspectiva no sólo interviene lo objetivo, sino también, y mucho lo subjetivo.

Yo soy de las personas a las que no le gusta la aventura, ni la improvisación. Y si proyecto un viaje a París me proveo de libros de viaje, de planos, de entrar en los foros, para conocer opiniones de quienes ya han estado allí.
Pero conozco personas que hacen, exactamente, lo contrario, a la aventura, a ver qué es lo que sale,…

Es verdad que a mí los viajes no me despiertan muchas sorpresas porque, poco más o menos, sé con lo que voy a encontrarme (aunque no coincidan exactamente mis expectativas con la realidad)

Dice Sampedro que:

 “la información no suple el conocimiento. Conocer algo, de verdad, exige vivirlo. Sólo entonces nos entrega su secreto, cuando lo hemos convertido en vivencia personal” (…) aunque sea descubrir el Mediterráneo…Los Mediterráneos descubiertos por uno mismo se hacen nuevos para el descubridor, se le entregan renacidos”

Y recuerda sus vivencias en Aranjuez, presente siempre en su corazón, a pesar de alejamientos geográficos.


“Fue en mis últimos tiempos de Aranjuez cuando ya empecé a imaginarme escritor, sin duda al impulso de tales vivencias”

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