jueves, 23 de febrero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (44-1) ECONOMÍA

 ECONOMÍA 

Sin números no se entiende la Economía, pero los números son muy fríos y cuando se contextualizan muchas veces, y en general, echan sangre.

“Para presentar la realidad económica me encanta comenzar parafraseando a Bécquer:
         ¿Qué es economía? ¿Y tú me lo preguntas? “Economía eres tú”

Estamos haciendo economía no sólo cuando estamos despiertos, hasta dormidos, directa o indirectamente, estamos haciendo economía, porque estamos gastando la electricidad del frigorífico y la del despertador, nuestros pequeños ahorros están siendo manejados por otros, aunque no les hayamos dado permiso para que lo inviertan aquí o allí y puede ser que los perdamos, todo o parte, o que ganemos (cosa rara).

Todos queremos disfrutar, y cada vez más, de un buen “nivel de vida”, pero esto, en realidad, ha quedado reducido a “nivel de consumo” de bienes y de servicios.

Pero pensemos. Sin economía no podríamos vivir, pero la vida no se reduce a economía.

“Creo que lo más importante de nuestras vidas no lo es”

La honradez, la ciudadanía, la solidaridad, el amor,… los valores humanos son “gratis”

“Robinson Crusoe comía, planeaba su ocio, distribuía el empleo de su tiempo, pero no hacía economía. Cuando optaba por cavar en tierra un canalillo desde el manantial a su choza, en vez de ir todos los días a buscar agua, estaba, sin duda, tratando de obtener la máxima satisfacción con el mínimo esfuerzo, que es el objetivo atribuido tradicionalmente a la ciencia económica. Pero también ése es un fin de la técnica, y eso es lo que hacía Robinson, resolver un problema técnico más propio del ingeniero que del economista”

La mayoría de los actos humanos presenta algún aspecto económico, y ello ocurre cunado los ejecuta el hombre en sociedad.
La Economía es una actividad social.

“El economista interviene cuando convivimos con otros hombres, con los que intercambiamos bienes y servicios. Al aparecer el negro Viernes empieza a haber economía en la isla de Robinson, porque la economía es una actividad social: no es la práctica del hombre, sino de los
hombres.
“Economía eres tú” es falso; la verdad es: “Economía somos nosotros”

En la economía, generalmente, está por medio el dinero: se intercambia el dinero por electricidad o por carburante o por alimentos. Pero también puede haber un Banco de tiempo, un banco de actividades, un banco de favores, donde el dinero está ausente y seguramente, ese intercambio es más gratificante, por ser más humano.

A Adam Smith se le reconoce como el “padre de la economía moderna” y es conocido, sobre todo, por su obra “La riqueza de las naciones”,  un estudio acerca del proceso de creación y acumulación de la riqueza (temas que, por otra parte, ya habían sido abordados por los mercantilistas y los fisiócratas, pero sin el carácter científico de la obra de Smith)

La utilidad y el valor, sobre todo desde Smith, son, para los economistas, tan centrales como lo es la salud para el médico.

Pero, seamos sinceros y asomémonos a la realidad ¿no será más abundante y más impresionante la pobreza que la riqueza?
Asomémonos a la pirámide de ricos y pobres a lo largo de los últimos siglos.
La lucha por la competencia, como mecanismo de ganancia, ha tirado al suelo no a los pobres, que ya estaban allí, sino a los un poco ricos que han sido arruinados por los ricos más fuertes.
La base de la pirámide ha estado y está incrementándose por la caída de los vencidos.
La pirámide va desdibujándose: menos ricos, pera cada vez más ricos, y más pobres y cada vez más pobres.

“Una autoridad en la materia dijo, hace cinco lustros, que los dos tercios de la humanidad sufren hambre crónica, y esa afirmación no alude sólo a los pueblos primitivos, faltos de medios para  explotar la naturaleza.

En Estados Unidos se decretó, oficialmente en 1.964, una gran cruzada contra la miseria, y si el lector quiere saber por qué le recomiendo la lectura del libro de Michael Harrington “La cultura de la pobreza en los Estados Unidos”

 En esta obra, el investigador católico Michael Harrington establece una teoría de la pobreza contemporánea como cultura que se perpetúa a sí misma, como modo de vida.
Los trabajadores no calificados, los ancianos, las minorías, todos ellos seres humanos, norteamericanos, gente que vive en un submundo económico en la nación más rica del mundo, y de todas las épocas, aparecen en este libro en una descripción que es a la vez reportaje y análisis.

Quizá el aspecto más importante es la "invisibilidad" de la pobreza, la forma en que se ha pasado por alto la enorme cultura de necesidad y desesperación que existe en medio de la plenitud.

“Si la economía es lo que hacen la mayoría de los Premios Nobel de Economía, cada vez soy menos economista (…)
En economía me importa mucho más la gente que los bienes.
No se puede explicar lo que pasa con los precios sin tener en cuenta la estructura social”

Alguien dijo que “el hombre no existe, los que realmente existen son los hombres”.
Lo mismo podíamos decir con la pobreza: “la pobreza no existe, los que realmente existen son los pobres.

“Los economistas no convencionales somos quienes viajamos hacia el sur en un carromato tirado por un jamelgo y cuya ruta pasa junto a la vía en que en ese momento hace una parada un tren de lujo dirigiéndose hacia el norte.
Los colegas sentados en el tren le invitan a que deje su carro y vaya con ellos.
La técnica que manejan es muy superior, así como la velocidad y la comodidad durante el trayecto”

Es el humanismo de Sampedro frente al “frío” estudio académico de los economistas al uso, manejando los “fríos” números.
Desde el carro, con el jamelgo, se ven y puede hablarse con ellos, con los pobres reales.
Desde el tren y cómodamente sentado se suman y se restan cifras, la pobreza.

“A uno le gustaría viajar cómodo y de prisa, y sentirse importante, instalado en una técnica rigurosa, pero no puede subirse al tren porque éste camina, inevitablemente hacia el norte (es decir, hacia la justificación y asentamiento del poder establecido), mientras que uno quiere progresar, aunque resulte penoso, hacia el sur, es decir hacia el conocimiento del cambio social para contribuir a él.
Por eso, cada hora de camino hacia el sur, aunque sólo suponga cinco kilómetros de ruta insegura, es un inmenso avance comparado con el camino que los otros han recorrido en su opuesto objetivo. Pues mientras su progreso en el espacio es históricamente negativo, nosotros avanzamos hacia el futuro.
Y eso implica negarse a servir intereses establecidos –por caducos ya, y opresores-  para sumarse en cambio a las fuerzas profundas de la historia y vivirlas en medio de la gente, por los campos y plazuelas.
Porque, como cantó Neruda, “no es hacia abajo ni hacia atrás la vida”

Esto lo escribió en el número 1 de la Revista de Estudios Andaluces, con el título “El reloj, el gato y Madagascar”, allá por el año 1.983, muy lejos, todavía del 11M, pero que ya se le notaba por dónde iba caminando.




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