viernes, 12 de mayo de 2017

HOMOSEXUALIDAD Y PEDOFILIA EN EL MUNDO GRIEGO (1)


  
Creo que, muy alegremente, se ha abusado de ambas palabras al aplicárselas al mundo griego, como si los griegos fueran unos….

Aclarar, en primer lugar, que el término “homo-sexualidad” es un término compuesto de “homo” (que no significa “hombre”, procedente del latín, sino que proviene del término griego “omoios” que significa “igual o semejante, el mismo” y “sexualidad”.
Por lo tanto tan “homosexuales” son la unión de dos varones (igual o mismo sexo) como la de dos mujeres (igual o mismo sexo)

(No se dice “género”, sino “sexo”, lo que millones de veces he dicho y repetido: que no es, ni debe decirse  “violencia de género”, sino “violencia de sexo” cuando un varón viola/violenta/maltrata a una mujer o viceversa. Son dos sexos, no dos géneros, aquello es “biológico”, esto es “cultural”)

Los vocablos griegos para designar al “maestro iniciador” y al “joven iniciado” que aspiraba a convertirse en hombre, eran respectivamente “erastés y “erómenos”, lo que, traducido literalmente, sería algo así como "amante" y "amado".

Sin embargo, la mentalidad de la Antigüedad distinguía claramente entre el “amor carnal” y el “amor platónico”, y estas relaciones estaban fundamentadas en el segundo, en el “platónico”, considerado más elevado, más desinteresado, disociado de lo carnal, y más capaz de inculcar virtud y sabiduría.

Y es que en Grecia se pensaba que un hombre joven necesitaba la tutela y el consejo de uno mayor para llegar a ser sabio en la vida o excelso en el deporte, en la caza, en el combate...

No puede negarse que existía homosexualidad en Grecia (como la ha habido y la hay en cualquier parte del mundo) y si se promulgaron leyes en su contra, es porque se dieron casos, lo que sí se niega  es que estas relaciones fuesen endémicas, normales y socialmente aceptadas y "reguladas".

Todos sabemos lo que les pasa a los homosexuales, hoy mismo, en los países de religión islámica fundamentalista.

Y todos nos acordamos de Federico García Lorca.

La mayor parte de sociedades humanas han proscrito y estigmatizado las prácticas sexuales estériles o aquellas que conllevaban riesgo de infecciones.

La homosexualidad reúne ambas condiciones, ya que por un lado es incapaz de engendrar nueva vida, y por el otro, el orificio empleado no es precisamente la parte más limpia, sana o higiénica del cuerpo humano.

En la Grecia antigua, que no era una excepción a esta regla general, no existían palabras modernas como "homosexual", "gay" o "heterosexual". Los "heteros" eran sencillamente la gente normal que cumplía con lo que era natural, 

Lo normal es no mantener “relaciones carnales” con jóvenes varones, como si fueran mujeres, apoyándose en el testimonio de la naturaleza de los animales y mostrando que el animal macho no toca a otro macho con este fin porque eso no se adecua a la “Naturaleza". 

Layo sería visto así, como el que trastornó la ley natural contraviniendo a los dioses. Es lo que se conoce como el “crimen de Layo”, el rapto de Crisipo (“caballo dorado”), del que Layo se enamoró y lo raptó y que se suicidaría (por haber sido retenido contra su voluntad (¿y también por vergüenza?).
Layo murió atravesado por la espada de Hipodamia, madre de Crisipo, cuando ambos, en la noche, dormían plácidamente en el tálamo.

 El ateniense defiende la idea de que la ley no debe ser benevolente para con la homosexualidad, ya que ésta no inculca autocontrol en el alma del "activo" (el “erastés”), a quien se le acusa de lascivia, ni valor en el alma del "pasivo" (el “erómenos”) a quien se acusa de imitar “antinaturalmente” el papel femenino.

En todos los Estados griegos, y sobre todo en los más importantes, estaba prohibida la homosexualidad entre personas mayores, con penas durísimas, por lo que no se puede hablar de que la homosexualidad estaba "comúnmente aceptada", que constituía una "institución social" o que Grecia era una inmensa Chueca madrileña.

En su "Contra Timarco", el político y orador Esquines  nos relata las famosas Leyes de Solón, entre las cuales hay una que nos interesa por su homofobia:

“Si algún ateniense tiene compañía con otro del mismo sexo (es homosexual), no se le permitirá:

- Convertirse en uno de los nueve arcontes.

- Desempeñar el trabajo de sacerdote

- Actuar como magistrado del Estado

- Desempeñar cargo público alguno, ni en el hogar ni en el extranjero, ya sea por elección o por sorteo

- Ser mandado como heraldo (mensajero que anuncia las noticias importantes)

- Tomar parte en debates

- Estar presente en los sacrificios públicos

- Entrar en los límites de un espacio que ha sido purificado para la congregación del Pueblo.”


Es decir, a los homosexuales atenienses, que eran reconocidos como tales, entre personas maduras, se les privaba de asistir a eventos políticos, culturales, religiosos o populares de cualquier tipo, y se convertían en ciudadanos de segunda (en metecos).

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