lunes, 8 de mayo de 2017

LOS FILÓSOFOS TAMBIÉN AMAN.


Creo que es verdad: “nacemos solos, vivimos solos y morimos solos”, aunque, luego, tengamos hijos, esposa,  amantes, amigos, parientes,…que puedan ayudar a hacernos más llevadera esa soledad existencial con la que tenemos que aprender a convivir.

O como dice Erich Fromm, ese gran psicólogo que he citado en otras ocasiones: “nacemos solos y morimos solos, y, en el paréntesis (en el vivir), la soledad es tan grande que necesitamos compartir la vida para olvidarla”.

La soledad, pues, nos acompaña como una sombra de la que no podemos desprendernos, aunque intentamos mitigarla buscando distintas soluciones, unas mejores que otras.

Otro pensador (al menos para mí) extraordinario es Carlos Castilla del Pino, que en sus estudios sobre la psicología y el comportamiento humano mantiene unas tesis que bien pueden aportar luz al por qué la soledad es consustancial al ser humano.

A lo largo de su obra sostiene que los escenarios o planos de actuación del individuo son el público, el privado y el íntimo.

Se entiende perfectamente cuál es el “PÚBLICO”, pues todos nosotros en nuestro trabajo o en nuestras relaciones familiares o sociales vivimos cotidianamente en este escenario.

El “PRIVADO” se refiere a aquél que habitualmente cada uno posee en sus actuaciones propias y aisladas, pero que puede ser conocido por otros; por ejemplo, ducharnos es un acto privado, pero puede ser visto por otra persona.

El ámbito “ÍNTIMO” viene referido a nuestros pensamientos y sentimientos que son personales e intransferibles, ya que solo son percibidos y sentidos por el propio sujeto que los posee, y, aunque pudiera comunicárselos a otros, en última instancia quedan en lo más reservado de la persona.

De ahí que este autor en su libro Aflorismos (o Pensamientos Póstumos) nos diga:

“Hay siempre una constante de soledad en el ser humano: su intimidad”.

Alguien puede pensar (yo lo he pensado muchas veces) que no le importa que todo el mundo sepa su intimidad, porque es trigo limpio y nada tiene que ocultar, ni económica, ni social, ni moral, ni políticamente.

Pero luego, pensado fríamente, deduzco que eso sería una barbaridad, porque sería renunciar a un derecho al que yo y toda persona tenemos.

Todos nacemos llorando, todos.
Todos morimos llorando o, al menos, con pena porque no nos gusta la parca como compañera.

Es mientras estamos vivos cuando uno puede no sentirse solo, al amar y ser amado.

Pero “no sentirse solo” no quiere decir que “no se esté solo”.

En castellano tenemos la distinción entre dos verbos: “ser” y “estar”.

Comprobamos que no es lo mismo un individuo que “es un solitario” (estado permanente, es su carácter, su forma de ser) que otro que “está solo”  o se encuentra en una situación de soledad, que se trataría de un estado transitorio.

Cuando sólo es un hecho social el individuo que vive aislado del resto de los demás, “está solo” pero una circunstancia, una persona, una afición compartida... puede romper esa soledad.

Distinto es cuando se “es un solitario” y la soledad se vive como algo permanente, como una manera de ser en la que el monólogo continuo con uno mismo sustituye al diálogo entre dos, que es la forma de comunicación humana básica.

Es importante, pues, señalar la diferencia entre “sentirse solo” y “estar solo”.

Uno puede “estar solo y sentirse acompañado” y “estar acompañado y sentirse solo”
Por ejemplo uno puede vivir solo pero sentir que hay personas que nos quiere y a quienes podemos recurrir en casos de necesidad.

Pero también se puede estar rodeado de gente y sentirse solo, con añoranza, nostalgia, melancolía, etc.

No hablamos de la “soledad elegida” de un monje, sino de la “soledad impuesta”, no buscada, soportada y sufrida.

Pero, la verdad es que hoy vivimos en un verdadero estado de confusión, del que sentimos que difícilmente vamos a salir de él, dado que el “neoliberalismo” en el que vivimos, que nos envuelve, que respiramos por doquier, que nos domina, nos ha aislado con la ideología del “cada uno a lo suyo”, que en la actualidad se ha transmutado en el “sálvese quien pueda”.

El aislamiento, “mi yo” nunca nos abandona, ni debe abandonarnos y diluirnos en otro o en la masa.

De nuevo E. Fromm: “el amor como satisfacción sexual mutua y el amor como “trabajo en equipo” y como refugio de la soledad constituyen las  dos formas “normales” de la desintegración del amor en la sociedad occidental moderna, de la patología del amor, socialmente considerada”.

ORSON WELLES lo ve así: "Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos.
Únicamente a través del amor y la amistad podemos crear la ilusión momentánea de que no estamos solos".

Hablar del amor es hablad de anteayer.

Las parejas, los matrimonios, a lo largo de la historia no han sido por amor, sino por conveniencia.

Los/las amantes siempre estaban fuera de la casa.

“Tenemos las CORTESANAS para el placer, las CONCUBINAS para proporcionarnos cuidados diarios y las ESPOSAS para que nos den hijos legítimos y sean las guardianas fieles de nuestra casa” – sentencia atribuida a Demóstenes pero que, seguramente, es de un pseudo-Demóstenes.

Placer y sexo, criadas y las labores domésticas y esposas e hijos legítimos y guardiana de la casa.

¿Dónde estaba el amor?
Habrá que pasar del “cuerpo” al “espíritu” y, luego, del “yo” al “nosotros”.

Querer a alguien ha sido un deseo material estrechamente ligado a la satisfacción del apetito sexual, como el hombre griego, que hacía el amor por placer, con las cortesanas, pagando, con las concubinas, porque era gratis e iba incluido en el sueldo, aunque tuviera hijos, que serían “bastardos” y con la esposa para poder tener hijos legítimos a quienes poder dejar la herencia.

El Marqués de Sade no quiere saber nada del amor.
A él sólo le interesa el sexo.

Pero igual que hoy, cualquier fin de semana, en que dos personas se ven, sintonizan, follan y ni siquiera se dan el número de móvil.
Tenían un deseo sexual, lo han satisfecho con esa persona, como podía haber sido con otra.

Y, después, si te he visto no me acuerdo.

Lo contrario que Maritain, para el que el amor es nada de sexo, es una utopía de espiritualidad que nos lleva directamente a la divinidad.
Nada de sexo y nada de sexualidad (caricias, sobeo, besos, arrumacos…)

Cuando el cura, en el matrimonio religioso, dice eso de “un solo cuerpo…” no es verdad, como no es verdad lo de “la media naranja”, como si fueran dos seres incompletos, dos semi-personas que, sólo juntas forman la “persona real y completa”.

Ellos son un “yo” y un “tú” completos, personas, que juntos conforman un “nosotros” que es más que dos sumandos individuales.

No se trata de que, a partir de la relación de pareja las dos individualidades se disuelvan y desaparezcan en el “nosotros”.

La “pareja es la tercera realidad” surgida de las dos individualidades previas.

Yo tengo que seguir siendo “yo” y tú tienes que seguir siendo “tú” y, además, cooperando e incrementando el “nosotros”

El amarse de la pareja es el puente que existe entre dos amores que se aman a sí mismos y que los enriquece a ambos.

La angustia de no poder referir el amor a alguien más, ajeno a sí mismo, es lo que el amor a la otra persona lleva a calmar esa angustia.

Como si dar vueltas sobre sí mismo, rotando sobre sí mismo, añorara la traslación y la salida a lo otro, al otro.

El mandamiento dice: “amar al prójimo (que no es sólo el “próximo”, sino también el “lejano”) amar a “los otros” como uno se ama a “sí mismo”, lo que da por supuesto que cada uno se ama, y mucho, a sí mismo.

Y ocurre que cada uno es más feliz cuando ve y hace feliz al otro.

Es lo que, en otros lugares, he expresado: la diferencia entre “eros” y “ágape”.

La pasión amorosa individual se identifica con la fuerza del “eros”, mientras la apertura al otro se manifiesta en el intento de trascender la propia subjetividad y habría que buscarla en el “ágape”

El “eros” se mueve en su vertiente más física como atracción sexual (foto, cuerpo, film, andar, contoneo,…eróticos), mientras el “ágape” es más intelectual y moral, tomando cuerpo en formas políticas, religiosas, sociales,…

Por lo general van juntos, lo físico y lo moral/intelectual: una persona poco atractiva, con carencias manifiestas, defectuosa,… o una persona chabacana, vulgar, lenguaraz,…suelen ser rechazadas en una posible relación de pareja.

Entre esos dos ejes se mueve la relación de pareja aunque lo ideal sería el máximo de ambas: una persona atractiva y, además, moral e intelectualmente de nivel elevado.

También se dice que para iniciar el acercamiento la otra persona no tiene que ser guapísima, sino que “debe ser lo suficientemente poco fea como para permitir el acercamiento y poder entablar el diálogo, sólo así podrá descubrirse sus otras cualidades”.

Pero es cierto, y es lo que, en realidad, ocurre, que unos se aproximan más a una orilla y otros a la otra.

Me gusta (pero no sé hasta qué punto estoy de acuerdo) con la sentencia del Tao: “el hombre perfecto no tiene yo, el hombre inspirado no tiene obra, el hombre inspirado se va sin dejar nombre”

Es verdad que no hay japonés y tantos no japoneses que no pueden salir de casa, en una excursión  o vacaciones, que no vaya acompañado de la máquina fotográfica, la tablet, el tomavistas,…como queriendo grapar la presencia de ese pasaje, pero más pendientes de graparlo que de respirarlo y vivirlo.

A mí, no me gustan las fotos.
Jamás se revive lo que no se ha vivido del todo por la obsesiva preocupación en grabarlo.

En ese sentido sí coincido con parte de la sentencia del Tao.
Sin embargo estoy escribiendo esto y mil cosas, que es mi obra, la huella de mi paso por la vida.

Lo que no se puede es refugiarse en lo no fundamental, que es “vivir sabiamente, felizmente”, más que pensar, reflexionar, comentar, criticar,…

Aunque para algunos ésas sean sus formas de vida.
¿Les impiden vivir la vida o eso es lo que da sentido a sus vidas?

Un libro no te enseña a vivir, pero sí puede darte pistas de cómo hacerlo, luego tienes que ser tú quien lo practique.

Un libro puede ponerte delante los motivos por los que no tienes que tenerle miedo a la vida, pero luego eres tú quien tiene que vivir sin ese miedo a vivir.

La verdad no basta para vivir, pero es mejor no obviarla, y menos despreciarla, porque puede ser una agradable compañía en el vivir.

El amor se puede contar, pero nunca su narración podrá sustituir una caricia, un beso, una mirada, un abrazo,…

Ser inteligente no es conocer muchas verdades, sino saber vivir la vida dignamente.


El realmente enamorado ni tiene tiempo, ni ganas, ni necesidad de contar su enamoramiento, está demasiado ocupado en amar, además de que es el menos indicado para ello.

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