sábado, 9 de septiembre de 2017

KANT: LA SEXUALIDAD Y LAS MUJERES (3)


Para el filósofo el matrimonio es un lento suicidio, y la vida marital, sexual, un lastre que consume el tiempo que el filósofo ha comprometido a la filosofía.
Kant es filósofo y hace de esa actividad su imperativo categórico, su alejamiento de las mujeres y de lo sexual son un acto de virtud para preservar el tiempo necesario para la filosofía.

Kant rechaza el matrimonio después de haberlo analizado profundamente.
Él sabe que el comercio sexual del matrimonio no alcanza a explicar ese desgaste vital que implica.

Se conoce la austeridad, el gusto por la rutina, la regularidad de su distribución diaria del tiempo y la trivialidad de su vida sedentaria.

Es conocida la forma tan peculiar que tenía Kant de utilizar el tiempo (con un horario draconiano) y su forma de vida sedentaria al extremo de que nunca le permitieron salir de su natal Königsberg

Kant tenía sus hábitos (que han pasado a la Historia de la Curiosidad o de la Rareza):

“Todos los días su criado, Lampe (trabajó para él durante 40 años, llevándole todos los asuntos prácticos), lo despertaba cinco minutos antes de las cinco de la mañana, luego Kany se sentaba a la mesa a las cinco en punto, bebía una o dos tazas de té, fumaba una pipa y preparaba durante toda la mañana, hasta las doce cuarenta y cinco, los cursos que impartía.
Entonces tomaba un vaso de vino de Hungría y se sentaba a la mesa a la una.
Después de haber comido, caminaba hasta la fortaleza de Friedrichsburg, ocho veces paseaba arriba y abajo, siguiendo siempre el mismo camino, que fue bautizado por los habitantes de Königsberg  como “el paseo del filósofo”.
Era posible saber la hora que era sin necesidad de mirar el reloj, pues el filósofo pasaba siempre, exactamente, a la misma hora.
Cuando sus paisanos se cruzaban con él lo saludaban, ponían en hora sus relojes y, mirando al reloj de la torre comentaba si éste adelantaba o atrasaba.

A las seis de la tarde, después de haber leído los periódicos, reanudaba el trabajo en su estudio, que conservaba siempre a una temperatura de quince grados y en donde se sentaba de modo que pudiera ver las torres del viejo castillo.
Su meditación fue interrumpida cuando el crecimiento de los árboles impidió un día tener a la vista aquel panorama.
Los vecinos podarían el árbol para que pudiera ver las torres.

Igualmente se cuenta que, en clase, mientras explicaba, lo hacía con la vista fija puesta en el un botón de la chaqueta de un alumno que se sentaba en primera fila.
Cuando, un día, ese botón se le cayó, fue tal su nerviosismo al explicar que hubo que ser cosido de nuevo el mismo botón, en la misma chaqueta del mismo alumno en el que se concentraba.

Ese paseo diario, y que cuando llovía iba tras él Lampe con un gran paraguas, un día se le pasó porque estaba enfrascado leyendo el libro recién publicado, el Emilio, de Rousseau.

Igualmente otro día un constipado hizo que se lo perdiera, pero se dice que, cuando eso ocurría, calculaba cuántas idas y venidas tenía que dar en el pasillo de la casa, con lo que compensaba el paseo.

Decíamos, más arriba, poner entre paréntesis sus devaneos amorosos, a pesar de que su cuerpo no le acompañaba.

Existe una carta con una proposición de una cita, en toda regla.
Es de María Carlota Jacobi, casada, para encontrase en un jardín y redactada con un lenguaje simbólico (¿sexual?).
En la carta se dice: “me he permitido confeccionarle un cinturón (un estuche) para llevar la espada, dedicado a Ud”.
¿Qué espada? ¿Qué sería ese estuche?

“Lo esperaré allí para que mi reloj marche al unísono”
¿Del reloj real del metódico Kant en sus paseos, o del reloj que marca el comercio de un embarazo?

La Carta se la envía la Sra. Jacobi y una amiga.

La Sra. Jacobi, su marido, banquero y otros, pertenecían al mismo círculo y se reunían periódicamente para analizar temas filosóficos y científicos.

Además de que Kant visitaba frecuentemente la casa de los Jacobi, por lo que no era un desconocido en la casa, allí se reunían y se trataban amigablemente.

¿Era la carta de la Sra. Jacobi un intento de ponerle los cuernos a su marido con un conocido o su propósito era reírse de Kant si acudiera a la cita?

Incluso habrá otro encuentro entre ambos, antes de divorciarse “por haber cometido adulterio”

Sería en el palco del teatro, al que acudían regularmente y que alquilaban los amigos cuando, juntos, acudían a alguna representación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario