viernes, 22 de septiembre de 2017

SCHOPENHAUER: EL AMOR Y LAS MUJERES (y 4)


El semen tiene muchas sementeras, la tierra que lo acoge, no, y debe esperar que se cumpla el ciclo de los nueve meses para poder ser inseminada de nuevo.

Pero el mismo semen, en distinta tierra, produce seres diferenciados.
Si en otro tiempo se creía que “todo” el hijo era producto y efecto “sólo” del semen del varón, fue muy tarde cuando se descubriera el otro componente del nuevo ser, el óvulo femenino.

Cuando se representa a Cupido, con una venda en los ojos, y con el arco y la flecha dispuesta a ser disparada, da igual que la diana sea una u otra mujer, a fin de cuentas, lo que cuenta es el semen del varón.

La infidelidad, pues, teóricamente, sería más común entre los varones que entre las mujeres, pero cuando sólo se procura el placer no tiene por qué ser así, aunque no sea el estado de preñez avanzada un aliciente para la atracción de un varón.

En realidad, a la naturaleza, a la especie, a la vida, sólo les interesa la cantidad de nuevas creaturas más que la calidad o cualidades de ellas, pero los sentidos, el corazón y la cabeza realizan una opción por la mejores cualidades de la otra persona, seleccionan para que el nuevo ser salga favorecido,

“Todo enamoramiento, por etéreo que parezca ser, sumerge todas sus raíces en el instinto sexual”.

Éste es la fuerza que empuja a la naturaleza viva, también a la especie humana, aunque a personas sensibles les parezca demasiado rudo y se disfrace de ilusión para satisfacer la vanidad de creer que podemos controlar nuestras vidas como nos dé la real gana.

El amor se mueve hacia la salud, la fuerza y la belleza (Platón) y es en la juventud donde encuentra su máxima expresión.

Los viejos, ya, tenemos mermadas todas ellas.

Los matrimonios por amor se conciertan en interés de la especie, aunque los individuos crean que lo hacen por su propio interés (lo que es cierto a corto, pero no a medio ni a largo plazo).

“Si tú pones y le das ésta, y ésta y ésta,…..perfección y yo le doy ésta, y ésta y ésta… perfección, nuestro hijo recibirá de nosotros éstas y no otras cualidades. Todo esto podemos dárselo juntos, es por eso por lo que yo te ama más que ninguna otra mujer y tú me amas más que a ningún otro varón, por lo que nos amamos….”

Si el predominio del cerebro, en el varón, es el que explica que su instinto sea inferior al de los animales, es el desarrollo del sistema ganglionar, en las mujeres, el que determina que el apetito sexual les afecte más que a los varones, y a las hembras más que a los machos del reino animal.

Una vez satisfecho el deseo sexual parece que el amor disminuye en el varón-macho, mientras aumenta en las mujeres-hembras.

El adulterio, pues, sería menos perdonable en la mujer, que desea la fidelidad, que en el varón, para el que el matrimonio es más artificial, menos natural.

Sólo considerando que la sexualidad tiene como objetivo la perpetuación de la especie, la homosexualidad es el truco de la especie para que se entretengan, practicándola, los demasiado viejos, los demasiado jóvenes, los demasiado anómalos.
Es, la homosexualidad, un derivativo sexual que no interviene en los fines de la especie.

Es su excesiva cerebralización del varón la que puede desviar la sexualidad de su uso específico, sólo gozando, no engendrando.

Es la edad, en primer lugar, la que hace a la mujer atractiva.
Incluso sin belleza, la juventud siempre tiene atractivo, mientras la belleza sin juventud no lo tiene.
Y es la salud, en segundo lugar, la ausencia de defectos, lo que hace que el varón se acerque a la mujer, porque una mujer deforme (jorobada, coja, demasiado gorda o demasiado delgada, desproporcionada,…) aleja al varón.

Los pechos bien redondos siempre fascinan porque, en el fondo, son el seguro del alimento de los posibles futuros hijos.
La nariz, la boca,…

Sin embargo, en el varón, tienen más importancia que la belleza, la valentía, la fuerza, la firmeza, la decisión, el arrojo….
Y no tanto las cualidades intelectuales, porque éstas no se transmiten a los hijos.

¿Nos atraen más las personas similares a nosotros o las que nada tienen que ver con nuestra forma de ser? ¿La semejanza o la complementariedad?

Schopenhauer apuesta por la segunda opción por aquello de que “cada cual ama precisamente lo que le falta… se busca, pues, neutralizarse”.
Es por eso que el varón más viril buscará a una mujer más femenina, y viceversa.
Esa parte proporcional que les falta es lo que se calcula y se encuentra en toda pasión amorosa.

Pero la especie, en cuestiones amorosas, siempre está por encima y juega con los individuos a todos los juegos con tal que …

¿Casarse, pues, por amor o por conveniencia?

“Una joven soltera que, a pesar de los consejos paternos, rehúsa la mano de un hombre rico y joven aún, y rechaza todas las consideraciones de conveniencia, para elegir a su gusto, hace, en aras de la especie, el sacrificio de su felicidad individual”

La especie por encima de los individuos; y la pasión amorosa no es sino una expresión más de la “voluntad de vivir”, que es la “voluntad de poder”, el núcleo de su filosofía.

El amor es la gran rebelión contra la muerte en forma de arrumacos y zalamerías.

Bien pensado si el objetivo de la especie es seguir siendo, a costa de los individuos, ese mismo es el objetivo de la Iglesia.

Follar sin estar casados por la Iglesia siempre es pecado pero si la mujer queda preñada también es pecado, además de delito, matar a esa creatura hija del pecado.

Si están casados, el objetivo de hacer el amor (ya sin ser pecado) es “traer al mundo tantos hijos como Dios les dé” y todos sabemos que de cada acto sexual puede ser engendrado un niño.

El objetivo de la Iglesia es la especie, es incrementar el mayor número de adoradores de Dios y de creyentes, fieles y feligreses de la Iglesia.

Lo importante es la cantidad y, para ello, será pecado todo método anticonceptivo que imposibilite o entorpezca la fecundación.

Que uno se pregunta por qué el clero hace (y se supone que practica) el voto de castidad cuando también ellos podían cooperar a que se incrementase el número de adoradores de su Dios.


Es como un acto de hipocresía: nosotros nos abstenemos de tener coitos pero vosotros os jodéis y cargáis con las consecuencias de hacer el amor.

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