lunes, 9 de octubre de 2017

SARTRE: EL AMOR Y LAS MUJERES. CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA (1)



“Los mitos, como las religiones, ni son verdaderos ni son falsos”

Mitos y religiones son conceptos ajenos a la categoría de verdad y/o falsedad.
Sirven o no sirven, sirven para hacerte feliz o para hacerte un desgraciado, son útiles o inútiles, provechosos o dañinos, pero nunca ni verdaderos ni falsos.

El mito, como la religión, es una (entre otras) manera de dar sentido a la existencia y muchos lo necesitan, otros no.

Para las sociedades antiguas los mitos hacían ver cómo y por qué ocurrían o no ocurrían los acontecimientos y por el mito se practicaba uno u otro ritual, para agradecer si el acontecimiento era deseado o para expiar si el acontecimiento era contraproducente, para que se alejara y no se repitiera.

La filosofía nació a expensas del mito, intentando dar razones en vez de aceptar creencias y apoyándose en la regularidad de la naturaleza y alejando la voluntad caprichosa de los dioses.
Los acontecimientos naturales ocurren por necesidad y no por arbitrariedad.

Fue el ya comúnmente aceptado “paso del mito al logos”, que no ocurrió de golpe sino poco a poco.

El amor y la sexualidad fue considerado como algo natural, y en sus diversas formas eran aceptados como algo natural aunque, luego, las culturas fueron modelando esa naturalidad.

Tampoco para los filósofos existencialistas fue un tema preferente (con la excepción de Kierkegaard)
El “Dasein” de Heidegger es asexuado.
Gabriel Marcel evita el tema llamándolo “el misterio del amor”. Y si es un misterio…

Sin embargo fueron dos existencialistas los grandes protagonistas del amor y del sexo: Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir.

En 1.929, en las oposiciones a cátedra, Sartre obtiene el número uno y S. de Beauvoir el número dos (aunque el tribunal deliberaba si ese era el orden adecuado).

“Libertad y contingencia” fue el tema expuesto y defendido por Sartre, mientras “El papel de la inducción en las ciencias deductivas” fue el tema defendido por S, de Beauvoir.

“La simpática, guapa pero mal vestida” S. de Beauvoir, en palabras de Sartre, no tardaría mucho en enrolarse en el grupo en el que estaba Sartre.
La Castor” – le pusieron de mote pues, en inglés, “beaver” significa “castor”.

Así comenzó la relación entre ambos, y que duraría 51 años,

Ella fue “la hermana que estaba buscando” – dirá Sartre, y eso que ella era de alta familia, conservadora, pero que estaba empezando su liberación.

Desde ese momento ya estarán siempre juntos, discutiendo de filosofía aunque la intimidad va progresando entre ellos.
Pero Sartre, desde el primer momento, puso tres condiciones para continuar la relación: “viajar”, “la poligamia” y “la transparencia”.

Durante los dos primeros años, y en cualquier momento, cada uno de ellos podía entrar en la vida del otro y conocer de primera mano, y antes que nadie, lo que el otro estuviera haciendo.

“Estaba prohibido mentir”.

“La sinceridad (la transparencia) es algo a lo que no puedo renunciar” – dice Sartre (aunque a lo largo de su vida transgrediera la misma en múltiples ocasiones).

“Los mentí a todos, también a “Castor” – confesará a un periodista al final de su vida (aunque los escarceos amorosos fueron circunstanciales, pero fueron).

“Es un pésimo amante” – confesará S. de Beauvoir y fue con Nelson, un novelista americano, descubrió por primera vez el placer sexual.
“Te pertenezco, Nelson, soy tu pequeño fetiche”

Dos años de servicio militar, antes de marcharse a Japón, huyendo del trabajo y de la monotonía de la enseñanza en un Instituto de provincias y, durante ese tiempo inventó dos términos: “amores necesarios” y “amores contingentes”.

S. de Beauvoir tendría preferencias sobre otras mujeres, pero no la exclusividad.


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