miércoles, 29 de noviembre de 2017

3.- PREGUERRA, GUERRA Y POSTGUERRA (A GRANDES RASGOS) (1)



En los años 30, en España, el panorama es convulso.
Las agitaciones sociales se hacen cada vez más dramáticas.
La burguesía, capaz de enriquecerse en tantas circunstancias no sólo no es capaz de poder con los grandes problemas que van surgiendo en la sociedad española, sino que esos problemas la arrollan materialmente.

La Dictadura de Primo de Rivera había intentado taponar la enorme vía de agua que amenazaba hundir la monarquía y, temporalmente, lo consiguió, pero la vía de agua no sólo volvía a abrirse sino que cada vez era mayor.

Habría sido precisa una renovación total de todo el casco, lo que no consiguió, por lo que ni la siguiente Dicta-banda de Berenguer, ni el almirante Aznar, que toma el testigo al frente del Gobierno en febrero de 1931, por lo que, apenas dos semanas después de hacerse con el poder, elabora un calendario electoral que se iniciará el 12 de abril, día en que tendrán lugar las elecciones municipales.

El anuncio de los comicios y la movilización despertada en torno a ellos los convierte en un plebiscito sobre la permanencia o no de la monarquía.

Los candidatos republicanos y socialistas vencen en las ciudades, donde las elecciones ofrecen mayores garantías democráticas al escapar el voto del control de los caciques locales. En 41 capitales de provincia (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla…) se imponen las candidaturas republicano-socialistas frente a las monárquicas.

PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA.

Y la moral oficial, católica, apostólica y romana, comandada por la Iglesia, entra en crisis y las llamadas a quebrantarla van imponiéndose entre las masas.
Basta que hubiera estado prohibido el goce placentero, durante tanto tiempo, para disfrutar más de él, obviando la vigilancia u oponiéndose abiertamente a él.

Si lo sexual pertenece al orden de la naturaleza ¿por qué subordinarlo a lo cultural-religioso?

El sexo deja de ser pecado y, en general, ya no es delito.

La moral se relativiza.

El negocio va montándose en gran escala y cada vez son más los llamados a traficar con los apetitos naturales del prójimo.

(En otra entrada escribiremos sobre el tratamiento del sexo en la obra de Federico García Lorca).

La pornografía iba apareciendo y la gente disfrutando con ella.

La guerra civil (en general, cualquier guerra) fue una ocasión para los atropellos sexuales.

La guerra española del 36-39 dejó muchas ruinas: no sólo ciudades destruidas, también muchos jóvenes acribillados en el frente y muchas mujeres vejadas y violadas.

Es en las guerras cuando los hombres, cumpliendo la sentencia de Hobbes, se convierten en “lobos para otros hombres”, aplaudiendo y regocijándose de las “hombradas”, propias y ajenas.
La soldadesca, de ambos bandos, y en cualquier guerra (y sobre todo si es “civil”) se convierte en “machos en celo” y sus consiguientes atentados sexuales.

Como la Iglesia había ido de la mano y había sido la compañera fiel de la burguesía, en beneficio para ambos, será el clero el centro de los atentados sexuales de las izquierdas radicales por lo que los atentados contra las personas de vida religiosa serán frecuentes, como la violación de monjas o los intentos de que algunos religiosos practicaran sexo con rameras que se le presentaban desnudas, para despertar sus instintos sexuales.

Y no es que fueran nuevos los atentados religiosos sexuales, porque ya se habían producido repetidas veces, anteriormente, en diversas revoluciones y algaradas.

Esa inquina, por parte de las izquierdas radicales ateas, a las personas religiosas y ese afán de hacerla participar en el trato sexual ¿era una venganza contra la represión ejercida durante tanto tiempo por la Iglesia?, ¿era una prueba de irritación ante la negativa de aquellas personas a la vida sexual corriente, con su voluntario voto de castidad?, ¿era un afán de rebajar a quien se consideraba superior?, ¿era sadismo, cuyo placer consistía en ver sufrir a otros cometiendo, o en peligro de cometer, algo que temían?

Durante las guerras, en ese clima de violencia y brutalidad, se sueltan todas las pasiones, no sólo la sexual, con mujeres vivas, sino necrofílicamente, violando sepulturas, exhibiendo públicamente restos humanos, bailes y simulacros sexuales con ellos,…

Pero las derechas no se quedaron atrás considerando que las mujeres republicanas debían ser viciosas sexuales, al carecer de temor a Dios y a las penas del infierno, por lo que estarían dispuestas a la coyunda sexual con el primer semental que se le mostrase, ávidas de sexo.

Los espectáculos callejeros de muchachas republicanas jóvenes, rapadas al cero, en un desfile con público insultando y riéndose era demasiado frecuente.

Yo no pondría la mano en el fuego por la mayor brutalidad de uno u otro bando.

Recordemos que Durruti hizo fusilar a algunas prostitutas que acompañaban a su unidad militar, porque hacían demasiada mella en el “ardor guerrero de los soldados”.

Fue un período no muy largo pero anormal, por lo que no se debe juzgar a un país por hechos tan puntuales.

¿Que España salió maltrecha de la guerra? Nadie lo pone en duda.

El desfondamiento moral, a pesar de los primeros intentos de los vencedores en taponarlo, iría no sólo apareciendo, sino incrementándose. La Iglesia tomaría el timón, de nuevo, tanto de la moral como de la religión, lo que repercutía en un bien para el nuevo régimen.

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