miércoles, 1 de noviembre de 2017

JEAN BAUDRILLARD Y EL AMOR. LA FASCINACIÓN (1)



De Baudrillard yo ya había leído, allá en mis tiempos jóvenes, varios libros y me gustó la manera en que exponía sus pensamientos y su forma de expresarse, pero nada sobre la “fascinación”, el “enamoramiento”, el “flechazo”,…

Desde Platón (que ya escribió sobre los sentidos y su jerarquía) se sabe que es el sentido de la vista el que más nos pone en contacto con la realidad, desde este libro hasta la luna, el sol y las estrellas, seres materiales con los que entramos en conocimiento.
No así con el oído, cuyo campo cognoscitivo directo es muy reducido (a veces escuchamos, pero no oímos la información de los comensales de la mesa cercana).
¿Y qué decir del gusto, del olfato o del tacto (grosso modo)? Apenas nos informa de lo que está tan cercano a nosotros.

Pero la vista…

La vista, la mirada, es la puerta primera que propicia el inmediato acercamiento o alejamiento de esa persona que aquí, allí, o un poco más lejos con la que contactamos visualmente.

Entro en una discoteca, oteo el ambiente humano femenino (yo soy heterosexual, lo que no es ni mérito ni demérito, sino un hecho) y de esa joven me llama la atención, sus ojos, su expresión facial, sus gestos al expresarse, su tipo,…y se me enciente la luz del deseo de seducirla, de entrar en contacto con ella.
Quizá, al momento, su tartamudez, su sordera, su lenguaje chabacano,… me corte la fascinación por seducirla y me incite a alejarme.

Igualmente. Voy por la calle y me cruzo con esa joven exageradamente bella, la rápida mirada a sus ojos o sus labios, su cimbreo al andar con esos imposibles tacones, su falda ajustada que le remarca su tipo,…y, nada más cruzarnos, me paro, me giro y la miro desde otra perspectiva.
Pudiera ser que para ella mi presencia haya pasado inadvertida y continúe su camino.
Pero también hubiera podido ser que sí le haya llamado la atención mi…. (no sé qué hubiera podido ser) y se haya vuelto a mirarme desde otra perspectiva.
Y nuestras miradas se hayan cruzado, y hayamos sentido vergüenza ambos, o no, al sentirse contemplados.

Si nos quedáramos mirándonos se entablaría una lucha, un enfrentamiento de miradas y el primero que bajara la vista o la desviara se convertiría en perdedor de esta batalla.
Quien se retirase de esta confrontación de miradas se convertiría en “objeto mirado, pasivo” mientras el ganador sería el “sujeto activo que ha apresado la figura del otro”, como trofeo, instrumentalizándola.

“La seducción de los ojos es la más inmediata, la más pura, la que prescinde de palabras, sólo las miradas se enredan en una especie de duelo, a espaldas de los demás y de su discurso: encanto discreto de un orgasmo inmóvil y silencioso” – dice Baudrillard.

Es la por otros denominada “mirada copulatoria”.
El contacto visual entre dos seres que transmiten su energía sexual a través de unos segundos de contemplación.

¿De dónde, y por qué, sino la femenina sombra de ojos, como contraste, el rimmel para acentuar, marcar las cejas, el maquillaje vario y variado que encubra y disimule imperfecciones con cremas base de principio y demás mejunjes y coloretes? ¿Y el peinado? ¿y el canalillo sugerente e imán de la mirada?.

Todo es una artimaña para verse ella guapa ante el espejo, y gustarse pero, sobre todo, para llamar la atención de los otros/otras, como efecto llamada, como un acto de seducción para ser seducida.

“Tal vez sean los ojos (y no el corazón, ni los genitales, ni el cerebro) los órganos en que se inicia el idilio, ya que es la mirada penetrante la que, con frecuencia, provoca la sonrisa humana”

Sólo después de haber superado la primera barrera, la del contacto visual, será cuando entren en acción los demás órganos del cuerpo (la voz, las manos, los labios,…)

El lenguaje no verbal es crucial en el proceso de seducción porque la acción de seducir tiene como objeto ser seducido.

Si hasta los animales practican el ritual del cortejo, ¡cuánto más y más acentuado se da entre las personas!

Hay personas torpes en el proceso de seducción y en el cortejo (como el que esto escribe) y los hay auténticos especialistas en el dominio de dichos rituales.


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