lunes, 20 de noviembre de 2017

MICHEL FOUCAULT Y LA SEXUALIDAD (1)




“Mientras los matrimonios entre hombres no estén permitidos, no habrá civilización” – es una sentencia de Foucault.

“Los trastornos le provenían de  una homosexualidad muy mal vivida y muy mal asumida” –fue el diagnóstico del doctor que estuvo tratándolo.

Quizá nunca en la historia han estado tan unidas una biografía y una obra como en Foucault y quizá sea porque el filósofo, cuando cree estar hablando/escribiendo/pensando de otras cosas, lo esté haciendo de sí mismo.
O, como dirá Nietzsche: “poco a poco se me ha ido manifestando qué es lo que ha sido todo gran filósofo, a saber: la confesión de su autor y una especie de “memoires” no queridas y no advertidas”.
O, en palabras de Montaigne: “soy yo mismo la materia de mi libro, no pierdan el tiempo en una materia tan frívola y vana”.

Biografía y obra. Obra y biografía.

Los tres grandes temas de sus obras: la locura, la sexualidad y el sujeto, acordes con su vida y sus vivencias,

Pero Foucault es uno de los componentes del movimiento filosófico “estructuralismo”, que quiere acabar con el espejismo del sujeto que protagoniza la historia, la economía,…incluso la propia biografía.
Para un estructuralista lo más importante, el núcleo de su filosofía, es la visión de conjunto, cómo y qué relaciones establece cada una de las partes entre ellas y con el todo.

Para los estructuralistas no existen leyes históricas y el pensamiento de los seres humanos obra a nivel inconsciente para producir su mundo social, por lo que el hombre no puede hacer historia, sólo es objeto pasivo de las circunstancias.
Ortega, nuestro Ortega, lo expresa de otra manera: “el hombre es un ser circunstanciado”

La teoría humanista de los estructuralistas es, pues, un antihumanismo porque en ella el hombre, en cuanto sujeto consciente, desaparece.

Sin embargo, todo ello parece no ir con nuestro filósofo.

Llega a París, huyendo de Poitiers (su lugar de nacimiento), una “ciudad sofocante”, una “urbe mezquina donde ha pasado toda su infancia”
Pero llega en 1.945, en plena postguerra, cuando la principal preocupación de los parisinos es conseguir alimento para no morir de hambre, y eso que él se instala en el Barrio Latino, que luego se convertiría en el barrio más dinámico de París.

Él va, como siempre, vestido de forma impecable, con jersey “cuello de cisne” y experimenta la soledad y la poca comunicación con el mundo y los moradores que le rodean.

Se pelea con todo el mundo, está perpetuamente cabreado, arremete ferozmente contra todo y contra todos.

Extravagancias múltiples (cuando el profesor lo encuentra tirado en el suelo y con el pecho herido por una navaja de afeitar, o como cuando persigue, cuchillo en mano, de noche, a un compañero de estudios, o los múltiples intentos de suicidio, sobre todo en el año 48).

Quienes lo ven, y lo tratan, juzgan que no está bien de la cabeza.

Es “la homosexualidad mal vivida y muy mal asumida” –como dirá, tras su muerte, el médico que lo había tratado.


¿Extraña, pues, que el primer tema que tratara en su obra fuera la locura, en su “Historia de la locura”?

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