domingo, 17 de diciembre de 2017

7.- LA MUJER EN EL FRANQUISMO: LA MUJER FRÍGIDA (1)

LA MUJER FRÍGIDA.

Hoy estamos instalados en el mantra de “no hay mujer frígida, sino varón inexperto”.
Si no hay luz no es por deficiencias de la instalación eléctrica, sino por el manazas del electricista.

Pero durante toda la historia (exceptuados ciertos paréntesis) la frigidez de la mujer era una verdad evidente que nadie, en su sano juicio, se atrevía a cuestionar a no ser que estuviera llamándola “puta”.
Y, durante el franquismo, respirando el aire eclesial, seguiría siendo frígida, eminentemente pasiva, tanto en la vida social como en la personal y sexual.

Frente a los activos e inteligentes varones, las pasivas y afectivas mujeres.
La cabeza (la razón, la frialdad) versus el corazón (el afecto, el sentimiento)
El sexo masculino, dinámico y lleno de capacidad fecundante, versus el sexo femenino, estático y lleno de capacidad nutritiva.
El sembrador y la simiente fecundante versus la tierra acogedora, fecundada y nutritiva.
Genitales exteriores versus genitales interiores.
El que penetra y descarga versus la penetrada y receptora.
El que lucha por la existencia de la familia y la que administra para mantener viva a la familia,
La calle y la plaza versus el hogar y el dormitorio.
El que labora en muchas actividades versus “sus labores” en el hogar.

Ya desde la pubertad el alma de los varones y el de las mujeres va adquiriendo caracteres específicos, distintos.
Incluso se defiende fisiológicamente, endocrinamente.

Si la actuación del varón está informada por la fuerza, la capacidad de abstracción y del ingenio (influencias córtico-suprarrenales y de la glándula intersticial), la mujer se mantiene, durante toda su vida en un plano emotivo (predominio tiroideo) y afectivo (influencia lútea).
Esfera intelectual (función laboral, para luchar y ganar) versus esfera afectiva, (para su función maternal).

La mujer no sólo no es un ser intelectualmente desarrollado, es que no debe serlo, para ser madre.

La mujer es un ser dócil que, en el plano amoroso, se traduce por un afán de sumisión al varón (aunque a veces sea por las ventajas que ello le supone), y que en el plano social por una desconfianza sistemática ante todo afán renovador, aunque sea en su beneficio.
Progresistas versus conservadoras.

Él es el elemento activo, incluso agresivo, en todos los órdenes versus la pasividad social, incluso pasividad biológica sexual.
El varón da, la mujer recibe.
El varón persigue, conquista, la mujer desea ser perseguida y ser conquistada.
El va, ella espera y desea que venga.
Incluso, el varón ama mientras ella desea ser amada.

En “la noche de bodas” es el varón quien debe llevar la batuta del encuentro sexual, pero sin mostrarse demasiado agresivo y comportarse de tal manera que ella se entregue a merced sin que casi se dé cuenta de ello.
Y, lo mismo que en la primera noche de bodas, durante toda su vida de matrimonio.

Por lo tanto, la mujer tiene la obligación de cuidar todos sus atractivos personales y proceder con su marido como si él, cada día, tuviese que conquistarla de nuevo, como si cada día fuera la primera noche de bodas.

Y si el día de la boda iba “arreglada, guapa, esbelta” debe intentar ir así todos los días, como para desafiar ser conquistada y poseída.

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