viernes, 19 de enero de 2018

25.- EPÍLOGO

EPÍLOGO.

La historia de la humanidad no se explica por la importancia del sexo a pesar de que a lo largo de la historia todas las culturas lo han practicado y seguirán haciéndolo.

El sexo no ha sido (salvo en raras y contadas excepciones) el motor de la historia aunque siempre haya estado presente.

Y si los hombres (varones y mujeres) son/somos seres sexuados y, por ello, sexuales, la sociedad no lo ha sido (salvo en pequeñas, puntuales y efímeras comunidades).

En España, además, con una peculiaridad: que es que España ha sido más papista que el Papa y el sexo siempre ha sido el gran pecado y la máxima preocupación de la moral cristiana.

Sexo y religión han estado, siempre, unidos, mezclados.
El clero (curas y monjas), voluntariamente, juran el voto de “castidad” por el que se comprometen a renunciar al sexo y, por tanto, al matrimonio.
Y esta castidad será más valorada que la paternidad y la maternidad.

Nos enseña la Iglesia que Jesús no estuvo casado, que no tuvo relaciones sexuales, que su madre, María, fue concebida “sin pecado original”) y, a pesar de haber sido madre, no practicó sexo pero quedó preñada y dio a luz a Jesús de Nazaret.

De los 10 mandamientos EL Mandamiento de los pecados mortales siempre ha sido el 6 y, para más INRI es que se puede pecar hasta de “pensamiento”, no hay que follar con la vecina del quinto, basta con pensarlo y desearlo.

El Alcalde, el Boticario, el Cura y Doña Asunción (el Político, el Científico, el Religioso y la Burguesa) han sido las cuatro fuerzas fundamentales de la sociedad, pero todos sometidos al Cura porque él está en línea con Dios, que es el que nos ha creado y como “venimos” de Él y debemos “llegar” a Él, tras la muerte y en la otra vida, para vivir eternamente feliz él es la máxima autoridad entre las autoridades.

El sentido religioso del pueblo español ha frenado enérgicamente  sus instintos sexuales, al tiempo que los ha encabritado.

Ésta ha sido una de las causas del extendido históricamente anticlericalismo español.

¿Cómo puede explicarse que quienes, voluntariamente, han renunciado al sexo y no lo conozcan sean, precisamente ellos, los que orienten sexualmente a los feligreses-ciudadanos?

Ni que decir tiene que también se bate en retirada no sólo la práctica religiosa, sino la misma creencia, al saber más y, por ello, creer menos.
La creencia ha sido, durante casi toda la historia, y sobre todo en España, la respuesta al no saber, a la ignorancia, en una especie de vasos comunicantes.

Cada vez esta perdiendo ese halo de prestigio que durante tanto tiempo tuvo el hecho sexual.
Bien pensado, ese halo de prestigio de lo sexual, que es algo natural, de todos, es lo más lindante con lo zoológico.
Es lo que más en común y más cercado tenemos con ellos.

Y si en otro tiempo el “sexo” venía coloreado por el “amor” (sólo podían, y debían, practicarlo los “casados”) hoy, en una sociedad cada vez más secularizada, el sexo no sólo se ha liberado de la reproducción, sino que se la liberado del amor.

Dos personas, en un momento concreto, pueden practicarlo si a ambos les apetece y, al terminar, cada uno por donde ha venido y “a otra cosa, mariposa”.

El sexo sólo va ligado al placer, al orgasmo, sin otra connotación de manera necesaria.

Y, lo que algunos ya llaman el “tercer sexo”, va imponiéndose. La no necesidad de otra persona para llegar al orgasmo, sustituidos por artificios eróticos.

El sexo, como hasta ahora se ha entendido, como “relación entre personas” irá dejando de ser “actualidad” y “problema” y pasará a ser “historia” y más cuando, con los avances de la ciencia, cualquier varón, con su semen, podrá ser padre, y cualquier mujer, sin conocer varón, podrá quedarse embarazada y ser madre.

Y son muchas las mujeres que acuden a las clínicas de inseminación artificial y son madres, cuyo hijo (y la misma madre) pueden no saber quién es el padre.
Y son cada vez más los varones que, con dinero de por medio, pueden “alquilar un vientre de mujer”, con un simple contrato de prestaciones mutuas.

Y si, en otros tiempos, los “hijos naturales” (aquellos cuyos padres era desconocidos) era algo vergonzoso, cada vez más la sociedad ira acostumbrándose a ver niños que llevan los mismos apellidos que el padre o que la madre.

Todo esto que está ocurriendo (y más que veremos que ocurre) no puede/no debe pasarse por la lupa de la moralidad y decir que “es malo” o que “es bueno”, sino, sencillamente, que “es así”,


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