jueves, 8 de febrero de 2018

32.- ¿MIEDO A LA VEJEZ? (y 2) ¡CÓMO SER MAYOR SIN HACERSE VIEJO




¡El arte de envejecer¡

Cuando el envejecer no sólo es algo natural, sino, sobre todo, es algo personal.
¿Todos, envejecer, igual?

En primer lugar que “viejo” es un concepto universal y abstracto. Nadie verá nunca al “viejo” por la calle. Porque lo que realmente existe son “viejos concretos”, cada uno de su padre y de su madre.
Lo auténticamente real es la singularidad, la originalidad y no el calco y la fotocopia, todos iguales.

En segundo lugar, porque más que “arte de envejecer” lo que el viejo quiere es el arte de mantenerse, de vivir plenamente, gratamente, lo mucho o poco que le quede de vida.

D. Enrique Miret Magdalena tiene un libro (que encarecidamente les recomiendo) “Cómo ser mayor sin hacerse viejo”.

El viejo no piensa en el desalojo de la vida sino en el feliz alojamiento mientras está vivo.

Cuando lees una estadística que dice que la vida media del español está en los 77 ó 79 años, el que tenga 85 oye como si le estuvieran diciendo: “ya estás rompiendo la estadística”, “cierra la página y el libro”, cuando él, en lo que está pensando, es en escribir o emborronar la siguiente hoja.

Ni caso, No le hagáis ni caso, amigos. Quieren crearte mala conciencia.

No existe el modelo ideal. Platón ha muerto. Tú eres, para ti, el modelo ideal de vida.

(Historia del abuelo: “con dieta = 4 meses” y “con garbanzos con callos = 2 meses”. ¿Elegir? -se pregunta Álvarez Solís en su libro (páginas 109 – 111).

A veces la libertad consiste sólo en eso, en comerse un plato de callos, a pesar de los médicos.

¡La manera cínica de engañar¡

Leo en “Torremolinos Información” que somos la 3ª juventud más que la 3ª edad, por lo tanto ¿Por qué no elegir una “miss” y un “mister” 3ª juventud?

Y ¿cuál es la 4ª, y la 5ª…? ¿Cuál es la “última juventud” si son términos contradictorios?

¡Como si bastase con cambiar los nombres para que cambie la realidad¡

¡Hipócritas o ignorantes o cínicos o las tres cosas a la vez¡

Se nos tacha a los viejos de tímidos, de reaccionarios, de poco valientes, de demasiado precavidos, de miedosos…

El viejo se retiene ante lo nuevo. Le cuesta abrirse a lo desconocido. Sobre todo a los desconocidos.

Al viejo se le acusa de alejamiento, incluso rechazo ante personas desconocidas.
Que le cuesta mucho hacer AMISTADES nuevas.
Y eso se califica de “postura empobrecedora” aunque yo lo llamaría “cautela” o “precaución”.

No es que no quiera ganar, es que a lo que no está dispuesto es a poder perder.

Por su parte tampoco la sociedad está muy por la labor de integrarlo en el sistema.
De entretenerlo, de tenerlo ocupado sí, pero de desarrollar una función social, con responsabilidad…, eso ya no.

Tanto para el adolescente como para el joven el viejo no representa utilidad social alguna, es una mera y simple exterioridad, que está ahí, una carga gravosa, una presencia molesta y, además,  estropeando el paisaje con su ruina física creciente y manifiesta.

El viejo es la cara del pasado, mientras que ellos representan el futuro.

Lo que “ya no es” no puede ni compararse con lo que “todavía no es”, pero que será, que llegará y allí estarán ellos para recogerlo y “ser”.

El espejo real de la memoria no puede compararse con el espejo imaginario del porvenir.

Si el viejo puede ser admirado por una vida intachable de integridad moral, al pragmatismo de la sociedad actual esa cara no le interesa.
El viejo, como ya hemos indicado en otro lugar, no es útil materialmente.

La “utilidad económica”, no la “utilidad social y moral”. Al empresario economicista no le interesa mucho, más bien le molesta, además de ser un consumidor poco gastoso y de presupuesto municipal y nacional  pero no productor ni productivo de riqueza inmediata.
Sus posibles beneficios humanos y éticos no cotizan en bolsa.

Quizá por eso, por ser el viejo sobre todo memoria, haga fácilmente amistades con otros iguales que él.
Memoria llama y ama a memoria.
Simpatizan más dos viejos desconocidos de parecida edad que un viejo con un joven siendo coetáneos.
¿Cómo compartir con éstos emociones, vivencias, recuerdos, ilusiones, talantes, aventuras, peripecias…?

El viejo no se reconoce en la juventud.
La juventud no quiere verse, ni siquiera mirarse, en el espejo del viejo.
Teme y no quiere mirarse en él, no siendo que se vea como puede llegar a ser, como un anticipo de lo que será.

La mejor manera de no ver es no mirar.

El desencuentro está servido.

La amistad entre los viejos es una amistad alegre, no interesada, porque se comparten vivencias pasadas parecidas.

Para los viejos ya no hay enemigos antiguos, incluso los entonces competidores se convierten en compañeros.
El quizá enemigo de ayer es un amigo del hoy porque la pugna ya es sólo en el ring de los recuerdos, no en la palestra de la vida.
La posible herida de ayer ya ha cicatrizado y se conserva sólo su recuerdo.
Y una herida recordada molesta pero no sangra.

Lo que al viejo si le molesta, y mucho, es esa amistad que quiere meter mano en su memoria y remover los posos que él ya tenía asentados.
Esa agitación de los fondos le supondría incomodidad.
Teme a los desconocidos y sólo cuando los conoce seguirá o los dejará.

Si alguien quiere gozar de la amistad de un viejo no tiene más que escucharle, escucharle intensamente, mirarle a los ojos, mostrar interés por sus historias, preguntarle con educación, con ánimo de querer saber; y será un libro abierto, porque él está deseando expresarse.
Te contará toda su vida mientras le bailan los ojos y con la sonrisa en los labios.

Su mundo era excepcional, heroico,  y él era el héroe.

Ningún viejo tiene seco el pozo de sus recuerdos.

Pero no intentes meterte en su pozo y poner un grifo para que el agua salga a tu voluntad, a tu antojo; pero puedes pedirle todo el agua que quieras, que él te la va a servir pero, eso sí, filtrada.

De “la verdad”, “su verdad”, por aquello de que la verdad es perspectiva y su perspectiva vital poco tiene que ver con tu perspectiva imaginada.

Acércate a su pozo, pero a pedir agua, no a tirar piedras, herirías su persona.

Por eso el viejo rechaza toda amistad que pueda ser perturbadora y, de entrada, todo lo desconocido lo es.
El que alguien, no él, pueda remover, sin su permiso, los recuerdos asentados, ya sedimentados, es hacer sangre en el alma.

Dialogar con un viejo es más dialogar con la historia que con la actualidad o con el futuro.

“En mis tiempos esto no ocurría….”, o “si Franco levantara la cabeza….” o “Viva la República” o “Viva Franco”.

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