jueves, 22 de febrero de 2018

38.- ¿MIEDO A LA VEJEZ?. LA MUERTE (y 2)


¡Cuánto deberíamos aprender de los animales moribundos, que se apartan de la manada y, en soledad, se dejan morir, tranquilamente, dejando y permitiendo que la manada siga adelante con la vida¡

Aquí no.

Rodeado de muchos, llorando, hablando, fumando en el pasillo, dándole ánimos a un exánime.
¡Absurda situación¡ en vez de recogerse, concentrarse, rezar, entrar en comunicación con lo trascendente, en paz, en silencio, agarrando esa mano invisible.

Y no que intentan distraerlo con mentiras piadosas, como si al ser piadosas ya no fueran mentiras, molestándolo, descolocándolo.

Yo creo que el moribundo, al cerrar los ojos, lo hace más por aislarse del mundo familiar que por otra cosa.
En esos momentos finales, cuando más debería ser respetado, menos lo hacemos, entrometiéndonos.

¿Qué es, realmente, la muerte para el que se muere?
¿Es el final?
¿Es el principio de no se sabe qué?

La INCERTIDUMBRE es lo que martiriza, pero es la que deja una puerta abierta.

Ni el creyente crédulo, ni el ateo recalcitrante lo tienen tan difícil como el hombre normal, como tú y como yo, que dudamos, tenemos esperanzas, sospechamos, deseamos, pero a los que nos falta la firme creencia de que sí o de que no.

Tú y yo somos compañeros del “quizás”.

¿Datos fiables del más allá? Absolutamente ninguno. Ningún rastro. Sólo deseos de que sí.

Intuiciones, emociones, sospechas, anhelos,… muchísimos.
Datos objetivos, absolutamente ninguno.

¿Será el final?
¿Será pasar a otra dimensión?
¿Es llegar al límite de un camino para empalmar con otro que te lleve a otra vida distinta y superior?
¿Es chocar con el muro final y estrellarte contra él cayéndote muerto y que otros recojan tus restos?

Todo es posible, nada es seguro.

Cuando queda muy poco de más acá es cuando los de aquí más ruido hacen entorpeciendo la posible llegada del más allá al moribundo.
Todo su cerebro poblado de vivencias pasadas, de recuerdos entremezclados que llegan en tropel.
Respetemos que el moribundo se recluya en sí mismo, disfrutándolos.

Entre el nacimiento y la muerte media la vida que empieza a ser y que, ahora, está acabando de ser.

Muchas veces me he preguntado por qué se alegra tanto la gente de la vida futura, que aún no es, que no se sabe cómo va a ser, si va a ser y no se va a ver truncada, que sea posiblemente peligrosa,…..y no alegrarse de que el moribundo se abrace a su vida ya vivida y pasada, con sus intensas y recordadas emociones.

¿Pensar en castigos eternos en el más allá?

Pero… ¿a qué mente calenturienta se le puede haber ocurrido semejante insensatez?

A mis nietecillos, cuando algo hacen mal, se los chantajea con que el hada mala se llevará su juguete preferido o le dará un coscorrón contra la esquina de la mesa (y se lo recordarán cuando esto ocurra).
Luego llegará el hada buena a restituirle lo robado.

Tu, también, amigo que estos escuchas o lees ¿sigues creyendo en las hadas?

Si “el hombre es malo”, como dijo aquel filósofo, “los hombres son buenos”, digo yo.

Quedémonos con esa imagen del moribundo, una buena persona que se está despidiendo, respetémoslo.

No hay moribundo malo.


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